viernes, 19 de abril de 2024

Nuevamente, la violencia irrumpe con fuerza en Comodoro Rivadavia. Asesinatos, asaltos no sólo en comercios y empresas sino también en hogares, desaparición de personas y secuestros engrosan una larga lista de casos durante los años ’90.

En muchos de esos hechos, el común denominador es la falta de esclarecimiento y la impunidad de los autores, por lo que se tornan frecuentes las “marchas del silencio”, en las que los familiares y amigos de las víctimas desfilan para exigir justicia.

Uno de los crímenes que aún permanece impune y en el más absoluto misterio es el del empresario Ricardo Barrionuevo, quien en 1987 es secuestrado y torturado, para finalmente aparecer asesinado en una zona del cordón forestal.

Barrionuevo era uno de los socios de la empresa Transportes Comodoro y las características del crimen permitieron trazar hipótesis respecto de algún tipo de venganza o cobro de deudas, pero el hecho nunca se aclaró.

Cinco años más tarde, la desgracia vuelve a enlutar a la misma familia: desaparece la señora Ramona Barrionuevo, esposa de Ricardo. A las pocas horas, el cadáver de la mujer es hallado en una laguna del acceso sur de la ciudad. Nuevamente se tejen diversas hipótesis, pero esta vez la policía consigue pistas firmes tras una serie de detenciones y dilucida el caso: el homicidio ha sido motivado por robo y los autores resultan Nelson Valenzuela, Gustavo Rosales (amigo de la víctima) y Ricardo Argel, quienes son condenados a prisión perpetua, en un fallo sin precedentes para la ciudad. Rosales hallará también una muerte violenta en el interior de la Penitenciaría de Rawson: en 1998 es asesinado por Marcelo García, quien así comete su segundo crimen.

García es el tristemente célebre “descuartizador de Las Torres”, ya que en enero de 1996 ha cometido uno de los crímenes más conmocionantes que se recuerde en la ciudad: ha asesinado a una joven llamada Magda Silva, en un departamento del complejo Las Torres. Tras perpetrar el hecho, el homicida secciona el cuerpo de la víctima en varias partes, para esparcir los restos en distintos puntos al sur de Rada Tilly.

Condenado a 14 años de prisión por asesinar a Magda, García recibe una condena adicional a 8 años más de encierro, por la muerte de Rosales, en una pelea en la prisión.

Familiares de las víctimas de crímenes y desapariciones claman por justicia en las calles.

Números que asustan
Pero la ciudad no deja de sorprenderse con los hechos policiales. A lo largo de la década del ’90 se registran no menos de 50 homicidios, 30 de los cuales ocurren entre 1992 y 1995.

En ese triste período, Comodoro no deja de sufrir golpes durísimos: la niña Samantha Paola Gómez, de 5 años, es aseinada por Sandra Mariela Uribe, ex novia de un tío de la pequeña. La homicida cumple condena a reclusión por tiempo indeterminado.

En la segunda mitad de la década ocurrirán nuevos homicidios, que sumarán otra lamentable característica: la impunidad.

Más de diez asesinatos o desapariciones de personas se encuentran impunes a enero de 2001. Entre ellas, hay gente desaparecida sin dejar el más mínimo rastro: el niño Hernán Soto, extraviado en el camping San Carlos el 1ro. de enero de 1998; Mónica Acuña, desaparecida tras el festejo del ‘Día del Amigo’ de 1998: el caso se investiga como homicidio, pero el cuerpo nunca se encontró. Poco tiempo después desaparece un joven travesti conocido como Miguel “Araceli” Linares y la lista no se cierra: a fines del ’99, Silvia Mabel Picón se suma a esa extensa lista.

La violencia crece y parece no tener fin. Los homicidios se repiten y rara vez son esclarecidos. El crimen del empresario Vicente Pekcich, asesinado en sus oficinas con supuestas intenciones de robo, será otro de los casos que simboliza la época: tras someterse a juicio, un grupo de sospechosos es dejado en libertad por falta de pruebas suficientes para esclarecer el crimen.

El sufrimiento de las familias no tiene límite: a la pérdida de los seres queridos, se suma la falta de justicia.

Otros hechos ni siquiera llegan a juicio: el árbitro Osvaldo Silba, asesinado a la entrada de su casa; una señora de apellido Rogel, violentamente asesinada en su domicilio con fines de robo; la extraña muerte del joven Martín Reyna, quien aparece muerto sobre las playas de Km. 5: el juez dice que se ahogó, los familiares y amigos están convencidos de que lo mataron. El homicidio de Mario Errazu, decapitado en una finca del cordón forestal; el caso Marcela Tula, asesinada de un balazo en el pecho, en una playa cercana a Caleta Córdova, en fin, son nombres que se suman a una nómina interminable.

Con un sistema judicial atrofiado, la realidad corre a pasos mucho más veloces que los de la justicia, que afronta múltiples reformas con la intención de dar mayor celeridad a las investigaciones.

Mientras tanto, la vida en Comodoro Rivadavia es un bien con valor en caída libre.

Extraído del libro “Crónicas del Centenario” editado por Diario Crónica en febrero de 2001.

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