miércoles, 5 de febrero de 2025

En épocas electorales es interesante recordar algunas elecciones amañadas u operaciones alejadas de cerriles democráticos normales. Al hacer referencia a un fraude electoral en Comodoro Rivadavia , rápidamente viene al recuerdo la famosa urna 303 en la interna radical de 2003 que permitió el triunfo interno de José Luis Lizurume sobre Carlos Maestro y que a la postre le costó al partido centenario la pérdida de la provincia a manos de Mario Das Neves. En este artículo, extraído de ” Las crónicas del centenario”, vamos a recordar un fraude electoral  sucedido a principios del siglo pasado en la capital del petróleo argentino.

Hacia septiembre de 1911 Comodoro Rivadavia está alborotado porque faltan pocos días para el 17, fecha de la primera elección de autoridades nucleadas en los que será el Consejo Municipal.

El pueblo tiene alrededor de 1.000 habitantes, los que necesitan una autoridad organizativa que ya excede las posibilidades del Juzgado de Paz o de la Subperfectura Marítima, que por entonces ejercen Francisco Fernández y Don Pedro Barros Seeber, respectivamente, designados por el gobernador del territorio nacional según la ley 1532.

Dos agrupaciones participan de la primera elección. De un lado, el partido Unión Vecinal, presidido por el doctor Julio Ladvocat, único médico del pueblo. La lista incluye a Martín Venter, José Salso, Humberto Sacerdote y José Pinedo. Puede decirse que representa a los sectores más pudientes del pueblo, es decir, profesionales y comerciantes.

Enfrente, el partido del pueblo, encabezado por don Sebastián Peral y Ernesto Pérez, acompañados por Flores y Corcoy. Esta lista busca ganar el apoyo de los sectores medios y laborales del pueblo.

El padrón lo integran 457 personas, de los cuales el 39% son españoles, el 21% argentinos, el 13% portugueses, el mismo porcentaje de italianos, algunos chilenos y alemanes.

Gana la lista encabezada por Julio Ladvocat, pero a raíz de un escándalo provocado porque no se le permitió integrar la mesa a un fiscal de la lista contraria, el mandato será ejercido por unos pocos meses: en marzo de 1912, el Gobierno Nacional anula la elección por una irregularidad cometida en el comicio.

Se disuelve el Consejo Municipal y la autoridad recae nuevamente sobre el juez de paz. Habrá que esperar hasta 1914 para que el Gobernador del Territorio Nacional, previa orden del Ministerio del Interior de la Nación, convoque a una nueva elección en el pueblo.

En 1914 se presenta una nueva agrupación, apadrinada por Máximo Abásolo, que enfrenta a la encabezada por Ladvocat. Gana la lista de Abásolo, integrando entonces el Consejo Municipal, Raúl Oneto, Hugo Monzón, Rogelio Riera, Carlos Ferzenaar y como presidente Luis Gallino. La incipiente organización institucional concentra el poder de decisión en el Presidente, ya que aún no existe la figura del Intendente.

A partir de ese momento, las elecciones se realizan regularmente cada año, con la renovación de dos concejales por turno, motivando una fuerte participación en el pueblo,  con actividades de propaganda y denuncias que muchas veces llegan al Ministerio del Interior.

En 1915 se renuevan entonces dos bancas, y asumen como concejales Pedro Barros y José Isaac. Barros le había ganado la elección a Abásolo, y las secuelas políticas de las pugnas por el poder en el pueblo se evidencian en una denuncia de vecinos ante el periódico La República (fundado en ese mismo año) en torno al manejo de los fondos en el Consejo, que dio origen a una comisión investigadora, de cuyas conclusiones no quedaron registros.

Tanto las elecciones a concejales como a jueces de paz son motivo de controversia en esos primeros años, con escandalosas violaciones a la ley electoral y anulaciones de comicios, con votantes en nombre de otros, o con escrutinios sin la debida participación de los fiscales.

“No es extraño entonces que ambos partidos, el del ‘dotor’ y el de los ‘lagartos’, hicieran, desde días antes, sacrificios inenarrables para ganarse la voluntad de los dudosos, que también lo sabía, y a los que resultaba menester mantener desde las vísperas a buen recaudo, junto a una damajuana renovada con sospechosa generosidad, como para que llegando el momento no pudieran concurrir al atrio. Y en su nombre -oh milagro de la sabiduría de política criolla- otras manos colocaban el sobre en la urna.

Tratándose de un pueblo de extranjeros, es inevitable que esto signifique mayores problemas en la votación. Sobre un padrón electoral de 959 personas, en 1915 solo 108 son argentinos, mientras que el resto se compone de inmigrantes de la más diversas nacionalidades.

“En la mesa N° 3, una persona queda detenida al votar en nombre de otra, su voto es impugnado: es Harbtink Mirón, ruso, 31 años, casado, de profesional bañil, número de lista 451. Además, Francisco Stocek resultó ser Alivio Sislisky (detenido), que aduce no saber firmar en su defecto, no sabe leer ni escribir. Se debe agregar que Alivio Sislisky no estaba inscripto en los padrones. En esta otra mesa, se produjo lo que se llama volcar un padrón o vaciar un registro, es decir, asignar un voto a un ciudadano ausente o presente si se rompían boletas. En este caso, ambos ciudadanos fueron descubiertos y detenidos”.

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