Una Historia Repetida…..
La política económica sostuvo, a lo largo del periodo 1880-1914 y aún después, ciertas líneas básicas que se mantuvieron prácticamente inalterables. Ningún gobierno revocó el fomento a la inmigración y el capital extranjero, ni revolucionó la política comercial. En temas de más corto plazo, sin embargo, abundaron las marchas y contramarchas, y las diferencias fueron, en muchos aspectos, más frecuentes que las coincidencias.
El área más inestable de la política económica fue “la cuestión monetaria”. La historia del dinero durante los años que siguieron a la organización nacional muestra que la inestabilidad de la moneda argentina no es cosa nueva. El descontrol monetario había sido común desde tiempos de la independencia, lo que no es tan sorprendente en un contexto de permanente crisis institucional y estancamiento económico. Más notable es que, una vez consolidada la autoridad federal y alcanzada una rápida tasa de crecimiento, las dificultades para establecer un patrón monetario confiable fueran por largo tiempo insalvables. Hasta comienzo de siglo, los periodos de depreciación e inflación se alteraron con épocas de convertibilidad y estabilidad de precios y con episodios de apreciación y deflación. Ya en 1899, W. R. Lawson del Banker & Magazine opinaba de los sudamericanos en general:
“…. siempre tienen problema con su moneda. O bien es demasiado buena para uso interno o, como ocurre frecuentemente, es demasiado débil para el cambio extranjero. Generalmente tienen demasiada, pero la idea de ellos es que nunca tienen suficiente…”
Y refiriéndose específicamente a los argentinos decía:
“…alteran su moneda casi tan a menudo como cambian de presidente…ningún pueblo en el mundo tiene un interés tan penetrante en los experimentos monetarios como el argentino.”
Hasta que Roca llegó a la presidencia no existía el dinero nacional en el sentido estricto de la palabra. Es cierto que en tiempos de Mitre se había avanzado algo en dirección a la unificación monetaria. Su gobierno declaró de curso legal la moneda emitida por el Banco de la Provincia de Buenos Aires, con la intención de extender al casi anárquico circuito monetario del interior (donde convivían monedas de oro y plata de otros países con una cierta cantidad de billetes provinciales inconvertibles) el relativo orden que imperaba en Buenos Aires. Sin embargo, difícilmente podía esperarse de ese arreglo algo como una solución permanente. No era propio de un país formalmente federal que el Banco de una de sus provincias fuera el encargado exclusivo de emitir dinero. De todos modos el rechazo por parte del Congreso de leyes que controlaran la emisión, no menos que las necesidades de financiamiento de gobierno impidieron que este primer experimento monetario redundara en una moneda estable. La política monetaria fue bastante errática y las disputas en torno a las fluctuaciones en el tipo de cambio fueron un temprano indicio de la importancia que el precio de las divisas tendría de allí en adelante. Eso fue particularmente notable con la apreciación del peso en 1865-1867 que redujo los ingresos de los sectores agro exportadores. La presión de estos por una moneda depreciada seria desde entonces una constante en las pujas por determinar el tipo de cambio.
En 1867 hubo un primer intento de convertibilidad de alcance nacional. En realidad, el control de la política monetaria seguía estando en manos de la Provincia, pero el uso ya mas difundido del peso papel de Buenos Aires permite hablar de una experiencia propiamente nacional. Se abrió una Oficina de Cambios, que intercambiaba papel moneda por metálico a una tasa constante de 25 pesos papel por peso fuerte (definido como 27 gramos de plata o 1.66 gramos de oro). Los tempranos 70 fueron años de una importante expansión económica guiada por fuertes inversiones públicas, financiadas en su mayoría desde el exterior. Hubo, de todos modos emisión monetaria, que contribuyó a solventar el elevado gasto del Estado de la administración Sarmiento. Durante algunos años, el sistema funcionó aceitadamente y el cambio se mantuvo estable. Las cosas se complicaron, sin embargo, a mediados de los años 70. En parte por el fuerte endeudamiento, pero sobre todo por la crítica situación de la economía mundial, hacia 1873 los flujos de capital favorable se detuvieron y la balanza de pago mostro déficit.
En un sistema de patrón oro estricto, la masa monetaria local se reduce en tanto y en cuanto las cuentas externas muestren un signo negativo. En ocasiones los gobiernos intentan contrarrestar esa tendencia emitiendo dinero, pero ello contradice el principio básico de la convertibilidad de respaldar con divisas la base monetaria y acaba con el tipo de cambio fijo. El final del patrón oro, dirigido por el Banco de la Provincia de Buenos Aires, fue de ese estilo. El Banco emitió las así llamadas “notas metálicas” (que esencialmente eran lo mismo que los pesos de papel) tratando de poner freno a la contracción del dinero.
EN 1876 EL AGOTAMIENTO DE LAS RESERVAS NO DEJO OTRA SALIDA QUE LA SUSPENSIÓN DE LA CONVERTIBILIDAD.
Fragmento libro “El ciclo de la ilusión y el desencanto”, de Pablo Gerchunoff y Lucas Llach