Durante una noche de ese mismo año 1881, Hannah, la esposa de John Davies, se sentía muy enferma y tenía por compañía sólo a sus dos hijos menores: Nel de once años – única mujer – y Dyfrig de unos seis años. Su esposo no había regresado a la casa, por hallarse con los hijos mayores trabajando en el campo. A medianoche ella se sintió muy mal. Así que despertó a la niña y la envió por ayuda urgente a la casa de una vecina a la que llamaban, Mrs. Jones “Rhymni”.
Entre ambas casas había casi una legua de distancia. Nel trató de ensillar su caballo “Dick”, pero él pensando que se trataba de un juego se escapó por el campo y la niña no pudo alcanzarlo.
Desesperada por el sufrimiento de su madre, corrió durante la noche, creyendo que sus pasos la llevaban a la casa de Mrs. Jones. La oscuridad le impedía discernir si ese era el camino correcto o era otro. Lo cierto es que por momentos corría, y por otros caminaba hasta que paró a descansar. Estaba exhausta, espantada por el miedo y desesperada por haberse perdido. Tenía terror de que se le apareciera un puma, pues había oído historias de que se comían a los niños. Las palabras de su madre: -“apúrate Nel tengo un dolor terrible” resonaban en sus oídos. Sentía tanta impotencia, que se puso a llorar. Allí. Sola. Frente a ese desierto hostil y sin llegar a ninguna parte.
Cuando pudo controlar su llanto, vio que las primeras luces del amanecer la ayudaban a ubicar el camino. Volvió a la casa, pues en realidad había caminado sin rumbo y en círculos, así que estaba muy cerca de donde había partido. Encontró a su madre durmiendo pesadamente. Pegado a su espalda, su hermanito también. Pensó: “qué suerte que está mejor”. Observó sangre por todos lados, pero la limpiaría después, ahora el cansancio era tan grande que se acostó junto a ellos para recuperar el calor. Había pasado mucho frío.
Un sacudón del padre la despertó de golpe. Ante sus preguntas, ella trató de explicarle todo lo que había hecho hasta regresar a la casa.
Entonces el padre abrazándola y con una cara muy triste le dijo: – “Nel, mamá ha muerto”.
“Pero si estaba durmiendo cuando yo llegué.” explicó la niña.
En ese momento afortunadamente llegó Mrs. Jones “Rhymni”, la vecina, y comenzó a ocuparse de todo.
“- Mrs. Jones
– Si, mi querida
– Qué le pasó a mi mamá tan de repente? No estaba tan enferma, pero había sangre por todas partes
– ¿No sabías pequeña, nadie te dijo?
– Decirme qué?
– Decirte que mamá estaba esperando otro miembro para la familia
– ¿Se refiere a que iba a tener un bebé?
– Claro querida, ella estaba muy, muy débil para tener otro bebé”
– Ahh, y eso era la sangre. ¿Y dónde está el bebito Mrs. Jones?
– No pequeña, el bebito no nació (…) Era como si me hubiera helado por dentro.
– Mrs. Jones, yo maté a mamá no es cierto?
– No. Nunca jamás quiero oírte decir tal cosa, no, no, no, ni tú ni nadie más. Fue esta tierra que mató a tu mamá, fue esta tierra que es muy cruel”.
Enseguida vinieron los vecinos a colaborar, tanto en las tareas de la casa, como en la preparación del sepelio. Nel mientras tomó su caballo y galopó sin rumbo por horas hasta que “Dick” paró y se negó a seguir. Entonces ella lloró largamente. Sin consuelo. Y con sus jóvenes once años comenzó a tomar conciencia de que ella era la única mujer en la casa, así que tendría que ocupar el lugar de su mamá.
Luego de terminado el entierro y de que colgaran una ancha cinta negra de su sombrero, que llevaría por mucho tiempo, comenzó la soledad. “La nostalgia a veces me vencía, me olvidaba del trabajo y de mis obligaciones. Y me sentaba a llorar, había mucho trabajo esperándome, y yo que no tenía ninguna experiencia y además era muy torpe en la mayoría de mis obligaciones, pero la soledad… eso era lo que me agotaba, la soledad en el hogar en medio del desierto. (…) A veces lograba convencer a Dyfrig de que no fuera a la escuela y se quedara en casa, nada más para que yo tuviera compañía, entonces la soledad y la nostalgia se reducían un poco”.
Del libro “Tehuelches y galeses”, de Stella Maris Dodd