Nació el 20 de mayo de 1922 en El Cronómetro. Cuando su papá murió ella tendría 10 años, entonces su madre, Cristina Jaramillo, con sus siete hijos vinieron para Corcovado.
“Fui realmente diez días a la escuela vieja N° 44. Antes decían que las mujeres no tenían necesidad de aprender a leer y escribir porque no iban a ser ni policías, ni jueces, ni nada de eso”.
Las mujeres tenían que ayudar en la casa, sacar yuyos en la quinta, cosechar papas, arrear vacas, ordeñar. También teníamos que aprender a tejer en telar y con palillos, hilar la lana para tejer medias y pulóveres.
A pesar de que fui poco a la escuela, recuerdo que tenía un maestro joven que era soltero. Cerca de la escuela vivía doña Mercedes Cadagan que tenía niñas bonitas y él se la pasaba por ahí.
Los chicos jugábamos bastante a la pelota y a la banderita, para ese juego teníamos un palito que revestíamos con cintas de diferentes colores, hacíamos ronda y la pasábamos de mano en mano y corríamos y cantábamos.
A los quince años me casé con Félix Bitte. Él se había criado por la zona de Carrenleufú. Con mi esposo me fui a vivir a Pampa Chica y ahí crié a todos mis hijos, tuve diez. A la costa del río Tecka me la pasé lavando y a veces llorando, la vida era muy dura.
En la misma estancia estuvimos en diferentes puestos. Mi marido todos los años sacaba un arreo de vacas u ovejas. En esos viajes conoció tolderías de aborígenes por la zona. En aquella época le pagaban bien por su trabajo. Cuando más pobres estuvimos fue para cuando el mayordomo general era Mr. Carlos Hucke. Era muy tirano. Con esa persona pasamos la vida como perros. Nunca había aceite, arroz ni carne. Todos los puesteros vivían mal, los ranchos de casquero se venían abajo. Con el Gral. Perón la cosa mejoró mucho, los sueldos, los víveres, las casas de material.
Cuando mi viejo se jubiló le compramos esta chacra a Don Calixto Díaz y ya después mi marido falleció y acá me quedé yo sola con mi hijo ciego.
Yo sigo trabajando la tierra, tengo dos quintas y unas pocas ovejas. En eso ando todo el día y también tengo gallinas.
Como anécdota de este pueblo recuerdo que Don Luis Torres fue el primero que trajo la radio. La gente se amontonaba para ver esta radio, todos estábamos intrigados para saber cómo andaba. Habían puesto una antena muy alta que lamentablemente un día se cayó y mató a un anciano, un tal Pañalaf.”
Libro “Corcovado, historias y recuerdos”