viernes, 13 de diciembre de 2024
Edwin Cynrig Roberts

Vueltos otra vez al valle tras su intento de abandonar Chubut a mediados de 1867 y nombrado nuevamente Luis Jones presidente del Consejo, los colonos galeses organizan el 8 de enero de 1868 el “Cuerpo de Guardia Nacional de la Colonia Galesa del Chubut”, integrado por 37 individuos a cuyo frente colocó a Edwin Roberts con el grado de Teniente y a John Griffith como Ayudante.

Abraham Matthews viaja luego a Buenos Aires y el 31 de marzo notifica oficialmente al Ministerio del Interior la formación del “Cuerpo de Guardias Nacionales Voluntarios, para su propia defensa de los ataques de los indios salvajes”, y solicita “del Superior Gobierno la cantidad de armas y municiones necesarias para su servicio”. Acompaña la lista de los integrantes, detallando su grado, edad y talla. Fundamenta su pedido en que “la colonia no tiene otro punto militar más cerca que el de Patagones, por el cual no puede ser defendida por falta de comunicación terrestre, y si solo por el mar”. El mismo día el Presidente Mitre dispone: “Ordénese al Ministro de Guerra disponga la entrega al Agente de la Colonia establecida en el Chubut, de 37 fusiles con las correspondientes municiones”. En la nota con que el Ministerio del Interior comunica al de Guerra la orden presidencial está agregado “fho” (fecho-cumplido) y “anotado” lo que indica que las armas fueron entregadas.  Como puede advertirse, este cuerpo de guardias tenía por finalidad la protección de los colonos y sus bienes contra posibles ataques que podían venir desde afuera, más que cuidar el orden interno de la colonia, aunque también fue empleado para ello. Hubiera sido una actitud por demás imprudente no adoptar las medidas defensivas apropiadas por más cordiales que fuesen sus relaciones con los indios.

Efectivamente, fueron pocos los casos en que debió intervenir esa fuerza de seguridad. De cómo procedía la Comisión ejecutiva en la administración de la Colonia para mantener el orden interno nos ilustra un episodio referido por Luis Jones: “Cuando todavía no había dinero en circulación, el Tribunal de Justicia ordenó confiscar el trigo de uno de los pobladores que se negaba a pagar según lo estatuido. Se llamó a la milicia y se marchó en comitiva armada hasta la casa, llevando un carro para cargar el trigo. El Juez H. H. Cadvan, leyó la intimación y la orden del tribunal a la familia: luego mandó que entraran dos de los hombres y cargasen el trigo para venderlo en el pueblo.

No tan simple y más riesgoso resultaba su tarea cuando debió actuar contra partidas de indígenas. Durante una noche tormentosa de 1869, “los colonos descubrieron que sus haciendas habían sido robadas. Enterado el administrador de la Colonia, requiere de inmediato la intervención del Sr. E. C. Roberts, en su carácter de encargado de la defensa, quien, sin dilación, reúne el escuadrón a sus órdenes, selecciona un pelotón de certeros tiradores y emprende la persecución de los ladrones.

“En dos jornadas forzadas cubren una distancia de más de 40 leguas, desde el valle hasta hoy el pueblo de la Las Plumas… sin ninguna violencia se recupera la hacienda por cuanto los indios, al aproximarse sus perseguidores, se dispersaron en vertiginosa carrera”.

Folleto explica medidas de defensa de la colona Galesa

Totalmente distinto resultó un episodio similar ocurrido dos años después. Los colonos vivían desprevenidos como consecuencia de sus buenas relaciones con los aborígenes, narra A. Matthews, pero una noche del año 1871 un grupo de indios ladrones “se llevaron todos los caballos que encontraron a mano… más de sesenta animales. Al día siguiente un grupo numeroso de colonos emprendió la persecución, más por falta de prudencia y organización no lograron recuperar los animales. No éramos en realidad un grupo apropiado para perseguir un grupo de indios, cuyo número ni siquiera conocíamos, pues aunque todos teníamos rifles, algunos de éstos no estaban en condiciones de uso, mientras que a su vez muchos de los colonos no lo sabían manejar… y algunos habían partido tan a prisa que se olvidaron de llevar las municiones”. Llegaron a avistar a los ladrones, pero no se animaron a enfrentarlos por considerarse en inferioridad de condiciones, “tanto en número como preparativos”.

Párrafos extraídos del libro “Historia de la Policía del Chubut”, de Clemente Dumrauf

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