viernes, 4 de octubre de 2024
Estafeta Postal y Boliche de Francisco “Paco” Castro en Telsen.

El boliche rural, más allá de su actividad puntual y compra y venta de productos, ocupó un lugar de relevancia en el universo social que estamos examinando, desempeñando funciones diversas. La primera es la de ser de intercambio económico a través de la venta de mercaderías y la compra de los frutos del país. Pero más allá de eso, el boliche actuaba como centro de reunión y sociabilidad, como espacio en el que circulaba la información y el saber regional, como centro de servicios y punto en el cual se daban no pocas disputas de poder.

Cotidianamente el bolichero tenía un panorama de lo que sucedía en leguas alrededor debido al trato con los “paisanos” del lugar o los corres y carreros que pasaban o pernoctaban en su establecimiento. Conocía de esta forma, entre otras cosas, la calidad de los campos de la zona, su disponibilidad para la ocupación, y cuál era la situación económica y familiar de sus ocupantes.

Tenía claro también cuál era la cantidad de ovejas de cada crianceros, las posibilidades de pago gracias a lo cual manejaba a su favor los mecanismos de crédito y el endeudamiento que le permitían acumular capital, apropiándose del excedente de las unidades de producción cuando no quedarse con los campos.

Por otra parte, el boliche, al funcionar como bar y como sala de juegos, no pocas veces era escenario de tenciones y de conductas violentas que repercutían negativamente en los lazos comunitarios de los crianceros de la zona de influencia del establecimiento. Bien sabemos que el alcohol fue muchas veces un flagelo en el espacio rural.

La historia de José María Contín nos sirve de referencia a modo de ejemplo para analizar cómo se insertaban en estos comercios en el medio rural, y cuáles eran algunas de las características de su actividad.

José María Contín era un español oriundo de Navarra y en 1890, siendo un joven, comenzó a trabajar en la casa de comercio de su tío en Río Negro. Bajó las órdenes de su tío “debe internarse en el interior del territorio por parajes donde solo existe la huella del potro salvaje, debe ir cortando monte construyendo el camino a través de montes de piquillín, mata cebo y jarilla. Por negocios se ve obligado a dirigir arreos de animales que conduce a Chile, donde están vendidos…”.

Este dato, de conducir arreos a Chile, no es menor ya que muchos trabajos de historia regional, han analizado la conexión comercial entre ambos lados de la cordillera durante el siglo XIX y parte del XX. Una relación no solo comercial, sino de redes de familias, como venimos analizando, pero en el caso de la meseta norte de Telsen, comprobamos que la circulación de personas estuvo fuertemente dominada por una vertiente del pacífico, en el caso de los circuitos de mercaderías – si bien hubo arreo de ganado durante los primeros años del siglo XX- ya para la segunda década en adelante primó la vertiente atlántica.

Años más tarde va a hacerse cargo de la sucursal de Sierra Grande y de Puerto Lobos y al poco tiempo se establece por su cuenta y se traslada a Madryn, dedicándose a administrar como gerente de las casas de ramos generales que había adquirido en Arroyo Verde y Cona Niyeu. Además era dueño de una tropa de carros propia, con la cual llevaba mercaderías y trasladaba la lana que compraba a los pobladores. Pudo así regular el precio de los productos que compraba y vendía en el medio rural, y colocar luego esta producción en las grandes casas acopiadoras de la costa con importantes márgenes de ganancias.

Fragmentos del libro “Tel’sen”, de Liliana Pérez.

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