
En el racconto de informes producido por el Foreign Office se citaba en primer término el libro del francés De Moussy, Description de la Confédération Argentine, publicado en París en 1860, el que establecía el límite sur de la Confederación en el río Negro. Al sur de este curso fluvial y hasta el Estrecho de Magallanes señalaba que se extendían los “desiertos patagónicos”, habitados por indios salvajes, en los que los cristianos no habían podido fundar establecimientos durables. Agregaba que, si bien la Confederación podría alegar los derechos de sucesión de la Corona Española, por el momento no ejercía soberanía efectiva sobre el territorio patagónico. EΙ informe también hacía referencia a una consulta efectuada en 1849 por un señor Simmonds, interesado en fundar una colonia en el Golfo Nuevo, en la que éste preguntaba si la soberanía de Buenos Ayres sobre este territorio era reconocida por el Foreign Office y si, ante un eventual ataque argentino, podría esperar recibir ayuda del Gobierno británico. Este se limitó en principio a declarar que la soberanía sobre la costa este de la Patagonia era reclamada por el Gobierno argentino, pero, como el proyecto nunca se concretó, Lord Palmerston declinó responder sobre la cuestión de soberanía planteada por Mr. Simmonds. Al año siguiente, Mr. Southern, ministro inglés en Buenos Aires, fue consultado por su gobierno sobre hasta dónde se extendían las pretensiones de Buenos Aires más allá del río Negro y si era factible instalar una colonia de británicos, que no estuviese bajo soberanía británica sino, más bien, bajo la de la Confederación. Southern respondió que el gobierno de Rosas reclamaba todo el territorio desde el río Negro hasta el Cabo de Hornos, y que él pensaba que era factible un emprendimiento como el planteado si se hacía bajo la protección del Gobierno argentino. En 1851, Mr. Colebrook planteó otro pedido para formar una colonia británica en las costas de la Patagonia, al que el Foregin Office respondió que esas tierras eran reclamadas por la Confederación Argentina, y que la Gran Bretaña tenía relaciones pacíficas y amistosas con dicho Estado. Once años después -1862- Mr. Thompson, Encargado de asuntos británicos en Chile, informó al Foreign Office que de acuerdo al artículo de la Constitución chilena de 1834, el territorio de Chile se extendía desde el desierto de Atacama hasta el Cabo de Hornos, que hasta 1843 su soberanía real llegaba sólo hasta Valdivia, pero que ese año habían establecido un fuerte y una colonia sobre el Estrecho de Magallanes (el Fuerte Bulnes), y que además Chile reclamaba todo el territorio ubicado al este de los Andes y al sur del río Negro, y que él creía que Chile tenía toda la intención de hacer valer sus derechos sobre dicho territorio fundando tres fuertes sobre la costa patagónica. Basándose en este informe, Alfred Green concluía en agosto de 1865 que la colonia establecida en Bahía Nueva estaba sobre un territorio que también era reclamado por Chile.
Al año siguiente, Mr. Ford, Encargado de Negocios británico en Buenos Aires, en correspondencia enviada a Lord Clarendon, Secretario de Estado de Asuntos Exteriores, le manifestaría que no se debería dejar de considerar que, desde un punto de vista político, el Gobierno argentino ha tenido como objetivo realizar ingentes sacrificios soportando los costos para promover el establecimiento de una colonia bajo bandera argentina en suelo patagónico, al que reclamaba como propio; pero que dicha región, desde que no había sido ocupada cabalmente por dicho gobierno, podía ser objeto de disputas, aunque hasta ese momento no había sido interpuesto ningún reclamo concreto contra su declarado derecho de soberanía. Señalaba también que en los mapas de América del Sud el río Negro marcaba el límite austral de la Confederación Argentina, y que el territorio ubicado del otro lado del mismo era denominado como “Patagonia”.
Pero no sólo en la cartografía que circulaba en Inglaterra o Francia estaba diseñada de esta manera, sino que en la propia Confederación Argentina se publicaban mapas y manuales de un tenor bastante similar, en los que la Patagonia no figuraba como parte de la Argentina. En el “Catecismo” de geografía de “D.A.”, editado en Buenos Aires en 1856, a la pregunta por cuáles eran los límites de la Confederación Argentina, se respondía: al norte Bolivia; al este Paraguay, Brasil, Uruguay y el Océano Atlántico; al sur Patagonia y el Atlántico; al oeste Chile. En el manual de Hempel, editado en Buenos Aires al año siguiente de la llegada de los galeses a Patagonia, a la pregunta de cuáles eran los países de América del Sur se respondía: 1º La República Argentina y Patagonia, 2º el Uruguay […], etc. Patagonia, como tal, era vista en un acápite donde se definían sus límites: “al Norte Chile y el Río Negro; al este el Océano Atlántico; al sur, el Estrecho de Magallanes; al oeste el Océano Pacífico.” Sobre sus habitantes se decía: “viven los indios Araucanos en la frontera de Chile; los Pampas que hacen sus invasiones en los Estados Argentinos y los Patagones que son los más brutos por no estar jamás en contacto con naciones civilizadas” (1866:13-14). Si bien el manual de Asa Smith, editado en Buenos Aires en 1873 -¡ocho años después de establecida la Colonia Galesa!- ya ubicaba como límites australes de Argentina al Océano Atlántico y el Estrecho de Magallanes, publicaba un mapa de nuestro país que apenas trascendía la latitud de Península Valdés. No obstante, dos años después (1875) Dávalos publicaba, también en Buenos Aires, su obra en la que volvía a aparecer como límite sur de la República Argentina a la Patagonia; y en el acápite sobre ésta se aclaraba -¿o se confundía aún más?-:
“1. Se le da el nombre de Patagonia, o tierra Magallánica, a todo el país que se extiende de las República Argentina y chilena, y a las que naturalmente pertenece […]”
“Tiene por límites al N. la Confederación Argentina y Chile […]”, etc. (Dávalos 1875: 91-92)
Como puede verse, en los propios textos editados en Buenos Aires “para el uso de la juventud argentina” la Patagonia tenía la entidad de un país aparte, o su situación aparecía -al menos- como ambigua, lo que de alguna manera reflejaba la realidad geopolítica de mediados del siglo XIX, ya que el Estado argentino no ejercía una soberanía efectiva más allá de la línea de frontera, fijada por aquel entonces al sur de Mendoza, San Luis, Córdoba, Santa Fe y sudoeste de Buenos Aires, culminando en su extremo sur en el Fuerte de Carmen de Patagones.
Fragmento de libro “Chupat-Camwy Patagonia”, de Marcelo Gavirati.