Un veterano empleado judicial, próximo a jubilarse, compartió en reserva su visión desilusionada del estado actual del Poder Judicial de Chubut. En una conversación cargada de nostalgia, bronca y preocupación, el trabajador retrató un escenario donde los errores propios y las internas de poder han dinamitado desde adentro la institucionalidad y el respeto hacia uno de los pilares de la democracia.
“Fueron tan descuidados en el manejo que lograron que hasta Báez salga a dar clases de moralidad, ética y conducta”, resume el empleado, en una frase tan ácida como reveladora. Se refiere al ex ministro del Superior Tribunal Daniel Báez, quien renunció para evitar el juicio político que la Legislatura estaba por iniciar en su contra, y que mantiene vínculos cercanos con el procurador Jorge Miquelarena -a quien menciona como “socios en varios trabajitos”- , lo que lo habría llevado a tener “un estilo de vida que no condice con los ingresos conocidos: propiedades, vehículos de colección y una exposición que, para muchos dentro del sistema, resulta por lo menos llamativa”, resumió el experimentado trabajador.
Otro de los apuntados fue el exministro del Superior Tribunal de Justicia, Fernando Roger. El empleado recuerda que fue Roger quien impulsó las acordadas que hoy están en el centro de la escena, aunque su protagonismo no terminó ahí: “Publicó un comunicado en Facebook como si fuera el Papa Bergoglio, y después lo borró por miedo a represalias”, ironiza el testigo. En su gestión, agrega, el magistrado fue blanco de críticas por el nivel de gastos, como la compra de una Toyota Prado —”el Tango 01 de Roger”, bromeaban algunos—, y por haber impulsado el ingreso al Poder Judicial de su esposa, su hija y varios amigos.
La indignación también alcanza al juez Claudio Petris, otro nombre conocido en el fuero, al que el veterano define sin rodeos: “Si lo investigan, es peor que Báez”. Tras su reciente renuncia, quien quedó al frente de la Asociación de Magistrados es una mujer de apellido Momo, asistente social y esposa del abogado Hualpa. “Una rosca familiar más”, desliza, resignado.
El procurador Jorge Miquelarena aparece mencionado como un actor habitual de esta trama: “Como siempre, esperó la movida y cuando vio que venía la contra, se desmarcó”, dice el empleado, describiendo un comportamiento que, según él, se volvió marca registrada del jefe de los fiscales.
Más allá de los nombres propios, lo que trasciende del testimonio es el clima general de descomposición y pérdida de credibilidad. “Espero que el Poder Judicial vuelva a carriles normales, de respeto y diálogo. Que entre todos logremos volver a prestigiarlo, porque no puede estar expuesto por estas peleas innecesarias”, se despidió el trabajador.
Su mirada es la de alguien que conoce las entrañas del sistema y que se va con la amarga sensación de que algo importante se quebró hace tiempo.