Ernesto Rouquaud era oriundo de Francia y se radicó en la Argentina en 1841. En Avellaneda estableció una gran fábrica de grasas, aceites y otros subproductos de la ganadería, con la cual alcanzó una gran prosperidad y obtuvo varios y valiosos premios en la Exposición Universal de París de 1867.
Como el gobierno nacional, en 1868, estaba concediendo tierras en la región patagónica como una forma de defender la soberanía, Rouquaud tentó suerte con el fin de instalar, en Santa Cruz, una pesquería, con su fábrica de aceites y subproductos, y dedicar el resto de las tierras a la colonización.
Rouquaud solicitó del Poder Ejecutivo la autorización competente para poblar con colonias agrícolas e industriales dos zonas de terreno, una en la margen derecha y otra sobre la margen izquierda del río Santa Cruz, que se denominarían Colonia Nueve de Julio y Colonia Once de Septiembre, pedido que le fue concedido en julio de 1871.
Las gestiones de Rouquaud fueron entorpecidas principalmente por su compatriota Sempere y, entonces, Rouquaud decidió ocupar directamente las tierras en disputa. Liquidó sus negocios, hipotecó su casa, vendió otras propiedades y organizó la primera expedición, ignorando o desatendiendo el conflicto de territorialidad entre la República Argentina y Chile sobre la zona.
El 25/06/1872, el ministro de Chile en Buenos Aires, Alberto Blest Gana, se dirige al ministro de Relaciones Exteriores para comunicarle la concesión de 50 leguas cuadradas al sur del río Santa Cruz a Leandro Crozat de Sempere, y acompaña copia de la solicitud de Rouquaud, además de la ley que concedía a Piedra Buena tierras en Santa Cruz y la cesión en propiedad de la Isla de los Estados.
El 02/08/1872 el gobierno de Chile declaraba: “Nulas y de ningún valor las concesiones de terrenos otorgadas a los Señores Piedra Buena, Rouquaud y Crozat de Sempere, al sur del río Santa Cruz” mientras no se resol-viera la cuestión de límites.
El 23/01/1872 partieron hacia Santa Cruz los primeros pobladores bajo el mando de su hijo mayor, Ernesto, de 21 años. Lo acompañaban Eloisa Rouquaud, de 26 años, su hermana Luisa de 12 años, un albañil, dos carpinteros, un tonelero y 20 operarios; también transportaban utensilios, maquinarias, materiales de construcción y víveres para un año.
Pensaban construir una buena casa habitación, amplios galpones y unas 20 casitas para los trabajadores y sus familias.
El 13 de septiembre zarpa el último barco con su esposa Luisa Perichon y 8 de sus hijos, la servidumbre, muebles, alfombras, cortinajes, caballos, cabras y diversas aves domésticas.
En los primeros días de octubre arriban al cañadón de los Misioneros, donde ya se habían levantado el galpón de la fábrica y a dos cuadras las casas de la familia. En el cañadón, había dos casillas y unas 12 casitas para los trabajadores.
Aparecieron primero los tehuelches para trocar sus quillangos y plumas de avestruz; unos días después llegó una nave chilena invitando al personal con bebidas alcohólicas, haciendo que se embriagaran y coincidiendo esta visita “casual” con las primeras deserciones. Se levantó la capilla y luego la escuela y, para fines de 1872, comenzaron las quejas sobre los chilenos que irrumpían en las tareas, y parece ser que el gobernador de Punta Arenas “había prometido prenderle fuego a la colonia”.
El 30 de diciembre Sempere le otorgaba un documento mediante el cual “cedía y transfería a favor de don Eduardo Rouquaud y Cía. todos los derechos y acciones que le correspondían en virtud de la concesión que le fuera otorgada por el Superior Gobierno Nacional”.
Un temporal arrastra a la chalupa O’Higgins y Pablo Rouquaud, intentando recuperarla, se ahoga. Tenía 18 años de edad.
Tiempo después llegó la goleta Chubut enviada por el gobierno argentino en vista de los repetidos reclamos y denuncias efectuados por parte de Ernesto Rouquaud. Además, su comandante Lawrence llegaba para instalar allí una Capitanía de Puerto, pero tres meses después la embarcación fue llamada para cumplir otras tareas y se cerró la Capitanía perdiendo su apoyo.