El intercambio de los tehuelches con los buques que tocaban las costas patagónicas se venía produciendo desde hace tiempo. En la década de 1830 el Gobierno argentino había demostrado su preocupación por la relación entre las tribus de la zona del Deseado y los buques que pescaban por aquellas latitudes, sobre todo porque éstos proveían a los indígenas de armas de fuego. El comercio, que continuaba plenamente vigente a mediados de la década de 1860, comprendía el suministro por parte de los indígenas de carne fresca, rubro en el que llegó a ser de gran importancia para el abastecimiento de los barcos, como así también quillangos, pieles de guanaco, avestruz y otros animales.
Los intercambios con los buques guaneros y balleneros de bandera inglesa o norteamericana tenían lugar principalmente sobre las costas de Santa Cruz y el Estrecho de Magallanes. Sobre la margen norte de éste, la bahía de San Gregorio funcionaba como uno de los puntos en que los barcos se detenían exprofeso para comerciar con los indígenas. Allí los marinos se reabastecían de carne fresca y proveían a los indígenas de las mercaderías que éstos le requerían, entre las que se contaba -claro- el alcohol. Los caciques solían abordar los buques para departir con los capitanes de las naves, por lo que algunos de ellos manejaban algo de castellano y también de inglés, y poseían cierto roce social que les permitía por ejemplo comportarse correctamente en la mesa de acuerdo a la manera europea. Los marinos utilizaban el lugar -en un singular antecedente del correo patagónico- como estafeta, dejando en San Gregorio la correspondencia que sería transportada por los barcos que atravesaban el Estrecho en sentido contrario, anunciando las novedades producidas hasta ese punto.
El extremo sur: Fuerte Bulnes-Punta Arenas
Unos kilómetros al suroeste, también sobre el Estrecho de Magallanes, el Gobierno chileno había fundado en 1843 el establecimiento de Fuerte Bulnes, con el que los tehuelches mantenían relaciones que alternaban entre los intercambios pacíficos y los enfrentamientos. Apenas un año después de su instalación, el Gobernador de la colonia había firmado un Tratado de Amistad y Comercio con el cacique de los tehuelches, Santos Centurión, y el indio lenguaraz Casimiro Biguá. Pero al poco tiempo de su celebración se presentó el cacique Huisel, el que, mostrándose menos amistoso que Centurión, interpeló al Gobernador acerca “del por qué había venido a poblar sin haberle avisado a él”, invocando, además, su amistad con el comandante del Fuerte de Carmen de Patagones y con Rosas. En ese momento el funcionario chileno logró resolver la situación apelando a la diplomacia y a una buena porción de regalos para el cacique y su indiada; pero tras la muerte de Centurión, producida a fines de 1846, Huisel se hizo del poder entre los tehuelches y la situación se volvió a tensar durante 1847, año en el que se rumoreó la posibilidad de un ataque indígena al establecimiento de punta Santa Ana, cercano a Fuerte Bulnes.
En enero de 1848 la tensión se disipó con la llegada de una partida de tehuelches en plan absolutamente pacifico. Ese año el establecimiento fue trasladado desde su emplazamiento original al destacamento de Punta Arenas, ubicado un poco más al norte, donde los intercambios comerciales se siguieron incrementando en cantidad y frecuencia, como se desprende del testimonio del capitán norteamericano Charles H. Brown: “Las tribus aborígenes de las inmediaciones se habían manifestado siempre amistosas para el establecimiento; y, según supe, estaban acostumbradas a visitar los cuarteles una vez al mes, trayendo consigo los productos de la caza y otros objetos, que manifestaban gran interés en cambiar por harina, pan y así por el estilo”. (Charles Brown 1967:65, citado por Martinic B. 1979: 17)
Al presentarse los tehuelches, el gobernador solía hacer formar la tropa en la explanada del Fuerte y poner a la vista los dos cañones, cuyo estampido producía gran temor entre aquéllos.
Cuatro años después, el asesinato de cuatro indígenas, acaecido durante la sublevación de la guarnición encabezada por el oficial Miguel Cambiazo, resintieron notablemente las relaciones con los tehuelches. La colonia fue abandonada en enero de 1852, circunstancia aprovechada por los patagones para saquear el recinto y apropiarse del ganado mayor. Al ser reinstalada en agosto de ese año, los tehuelches ayudaron en principio para este propósito, proveyendo gratuitamente de carne de guanaco al establecimiento, el que recibió la visita de los caciques Casimiro y Guaichi, Pero en octubre, mientras Philippi, el nuevo gobernador designado, se dirigía en compañía de un lenguaraz y algunos indígenas a fundar un nuevo establecimiento en Cabo Negro, a unos diez kilómetros al norte de Punta Arenas, fue asesinado por éstos. En mayo de 1853 Casimiro entregó al lenguaraz a las autoridades chilenas, pero no a los otros indígenas que componían la comitiva, por lo que la situación permaneció tensa.
Fragmento libro “Chupat-Camwy, Patagonia”