viernes, 15 de agosto de 2025

La inteligencia artificial avanza a un ritmo sin precedentes y ya se integra de forma natural en ámbitos tan diversos como la educación, la investigación y el ejercicio profesional. Para Guillermo Cosentino, abogado, docente de la Universidad Nacional de la Patagonia y consultor en derecho informático, este fenómeno puede convertirse en una amenaza, sino no nos adaptamos de forma inmediata.

“Debemos formar profesionales capaces de potenciarse con la IA, no de temerle”, sostiene. Pero también alerta: “el verdadero riesgo está en no fijar reglas claras para quienes desarrollan estas herramientas, ya que podrían dirigir su uso hacia intereses propios y no hacia el bien común”.

En línea con esta idea, Thomas L. Friedman -periodista ganador del Pulitzer- en su libro de 2016 Thank You for Being Late describe cómo la aceleración tecnológica (de la que la IA forma parte) es una de las fuerzas que están transformando el mundo y que plantea un desafío crítico para gobernantes, dirigentes y organizaciones.

Cosentino retoma esa advertencia: incorporar la IA en la formación y en la práctica profesional es imprescindible, pero al mismo tiempo es urgente fijar reglas para que quienes desarrollan y despliegan estas herramientas actúen en interés de la sociedad y no de intereses particulares.

Del aula a la práctica profesional

La Facultad de Ciencias Jurídicas de la UNPSJB incorporó en su plan de estudios la materia de Derecho Digital, que aborda el uso de tecnologías en el ámbito jurídico. Dentro de ella, la inteligencia artificial ocupa un lugar central, con un enfoque que combina teoría, práctica y análisis de riesgos.

Los alumnos son instados a utilizar IA en sus trabajos prácticos. Sin embargo, la evaluación exige que justifiquen sus respuestas con fuentes académicas y validen la información en diálogo con el docente. “Es fundamental que aprendan a detectar si una prueba digital es real o engañosa”, explicó Cosentino.

Europa marca el camino, Latinoamérica debe reaccionar

El especialista valoró la experiencia europea, donde ya rigen normas para el desarrollo de una inteligencia artificial ética y se aplican fuertes sanciones ante incumplimientos. Considera que Argentina y la región no deben “perder tiempo” y tienen que adaptar esas regulaciones a su propia realidad.

“Si no lo hacemos, la tecnología va a llegar igual, pero sin que hayamos hecho nada para gobernarla”, advirtió.

Una tecnología “viva”

Para Cosentino, la IA tiene una característica que la distingue de otras innovaciones: su capacidad de mejora autónoma. “Una bomba no se perfecciona sola; la inteligencia artificial sí. Evoluciona por sí misma”, señaló, lo que obliga a diseñar marcos éticos que la guíen.

En ese sentido, propuso que el uso de IA en ámbitos públicos y privados esté guiado por “reglas de convivencia humana” que garanticen su productividad y eviten su utilización con fines contrarios al bien común.

 

 

 

 

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