miércoles, 20 de agosto de 2025
El ministro de Economía, Álvaro Alsogaray, y Federico Pinedo, ideólogos del plan ultraliberal de “economía de mercado”

El Ministerio de Economía fue, durante el gobierno de José María Guido, un coto cerrado del liberalismo. Así lo demuestra la presencia sucesiva del prócer de los años 30, Federico Pinedo, y del ideólogo permanente de la “economía de mercado”, Álvaro Alsogaray, culminando con quien materializaría estos principios en los 70, José Alfredo Martínez de Hoz.

Las medidas de estos ministros se caracterizaron por la devaluación de la moneda, la disminución de cargas sobre las exportaciones agrícolo-ganaderas, la reducción del gasto público y la caída de los salarios. Contra lo que podría esperarse, estas medidas “ortodoxas”, además del traslado de ingresos en perjuicio de los trabajadores y de la industria, produjeron más déficit fiscal por la caída de la recaudación impositiva y no disminuyeron la inflación, que alcanzó el 28% en 1962 y el 24% en 1963.

El consumo per cápita cayó un 9% entre 1961 y 1963, el desempleo alcanzó un 10% y la industria llegó a trabajar con sólo la mitad de su capacidad instalada.

La reducción de la demanda que se produjo al caer los salarios y el empleo, sumados a una restringida oferta de crédito, produjeron la quiebra de muchas empresas que, durante el gobierno de Frondizi, habían contraído deudas en el exterior. Esto facilitó su transferencia a capitales extranjeros que las adquirieron por monedas.

La situación del mercado internacional, por su parte, produjo un aumento en las exportaciones. Se había iniciado un ciclo de fuerte demanda internacional de productos agropecuarios, lo que permitió un incremento del 35%, que se tradujo en un superávit de cuatrocientos millones de dólares en el balance comercial.

El Empréstito 9 de Julio: el pago a los trabajadores con bonos

Alsogaray dibujado por Landrú, sus pedidos de paciencia y la famosa frase: “Hay que pasar el invierno”

Entre las hazañas de Alsogaray en su paso por el ministerio de Economía, quedaría como recuerdo imborrable para muchos el “Empréstito 9 de Julio”. Como la plaza financiera no facilitaba los fondos que el Estado requería para equilibrar sus cuentas, los empleados públicos fueron obligados a aceptar bonos del empréstito como parte de sus haberes. Naturalmente, pocos estaban en condiciones de retenerlos para especular con su futuro aumento de cotización. La enorme mayoría se vio obligada a canjearlos por una parte de su valor, mientras recordaba, no muy cariñosamente, a la familia del ministro.

 

Fragmento del libro: “Historia Argentina”, de José María Rosa

Compartir.

1 comentario

  1. Julio Caballero on

    Por supuesto, para todos los peronistas – populistas el liberalismo económico es el demonio. Lo bueno del populismo fué la hiper de Alfonsín . Una época de lujo para los argentinos.

Dejar un comentario