viernes, 3 de octubre de 2025

La primera pregunta que me han hecho sobre los patagones varios amigos ingleses curiosos, se ha referido siempre a la tradicional estatura de estos. ¿Son gigantes o no? No es seguro que los antecesores de los tehuelches, los únicos, dicho sea de paso, a quienes se aplica propiamente el nombre de patagones, hayan sido más altos que los individuos de la raza actual; aunque en Punta Arenas y en Santa Cruz son corrientes las historias de esqueletos gigantescos encontrados en tumbas tehuelches. El término medio de la altura de los tehuelches varones de la partida con que hacía yo mi viaje era de cinco pies y diez pulgadas, más bien más que menos. Naturalmente, no había otra forma para medir su estatura que compararla con la mía; pero ese resultado, consignado entonces, coincide con el que obtuvo independientemente Cunningham. Otros dos, escrupulosamente medidos por Clarke, tenían seis pies y cuatro pulgadas de estatura. Cuando me uní a los tehuelches del norte no encontré motivo para corregir ese término medio, aunque los meridionales eran en general más altos, porque los más bajos que había entre ellos no eran tehuelches puros sino pampas mestizos. El extraordinario desarrollo muscular de los brazos y del pecho es en todos particularmente notable, y, por lo común, todas sus formas son proporcionadas.

Este hecho merece atención especial, porque otros han dicho que, en su desarrollo y fuerza, las piernas son inferiores a los brazos. Cunningham mismo sostiene que eso es lo cierto, pero me es absolutamente imposible convenir con él al respecto. Aparte de las frecuentes oportunidades que se me ofrecieron para examinar a los jóvenes cuando jugaban a la pelota, ejercicio en que desplegaban gran fuerza y agilidad, o cuando tomaban su baño casi diario nadaban o se zambullían, pude apreciar el desarrollo muscular de sus piernas probando sus botas, que, en casi todos los casos, eran demasiado grandes para mí, aunque los pies, por el contrario, eran muchas veces más chicos que los míos. La altura de su empeine es también digna de notar; bastará para demostrarlo el siguiente caso: después de negociar con un tehuelche el cambio de cierto artículo necesario por un excelente par de botas altas fabricadas por la casa de Thomas, el trato quedó en nada porque el indio no pudo introducir su pie en la bota; el alto y arqueado empeine resultó ser un insuperable obstáculo para ello.

De las particularidades de los tehuelches para la marcha a pie puedo citar un caso, del que tuve conocimiento directamente. Se recordará que, cuando llegué a Santa Cruz, la goleta estaba anclada en la desembocadura del río esperando viento favorable. Dos tehuelches, llamados Chang y Geckook, se habían embarcado para ir al río Negro; pero, como la demora les agotó la paciencia, pidieron que se los bajara a tierra, y se volvieron a la colonia a pie, recorriendo una distancia de más de cuarenta millas en cerca de doce horas, sin alimento. Los vi cuando llegaron, y no parecían estar extenuados; se limitaban a decir que habían hecho “una larga caminata”.

Sus facultades para el ayuno eran también muy notables. La fuerza de sus brazos es muy grande y el alcance que puede tener la bola lanzada por ellos es realmente asombroso; yo he visto algunos volear a un avestruz a mas de 70 yardas de distancia.

 

Fragmento del libro “Vida entre patagones”, de George Musters

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