
Los inconvenientes por la falta de carbón afectaban a todo el país y también se hicieron sentir en los transportes navieros rumbo a la Patagonia. En 1878, cuando partió la expedición del comandante Luis Py rumbo al río Santa Cruz, las carboneras se llenaron hasta la boca, y la nave Constitución quedó “metida hasta los ojos de buey de la cámara, desapareciendo la línea de flotación”.
En varios casos, en reemplazo del carbón Cardiff -importado de Inglaterra- se empleaban los cuerpos grasientos de pingüinos sacrificados para tal fin.
En 1890, al mando del capitán Martín Rivadavia, la corbeta La Argentina llegaba a Santa Cruz. Dice Rivadavia: “En este puerto me encontré con el gobernador Lista que seguía para Gallegos en el Villarino, quien me hizo presente que este transporte, por falta de carbón, no podría regresar de aquel puerto a Santa Cruz (…)”.
Por 1880, existía ya en Punta Arenas una compañía carbonífera que acopiaba el combustible en el muelle para prestarle servicio de aprovisionamiento a los barcos que hacían la carrera al Pacífico y viceversa, hasta que se abrió el canal de Panamá, en 1913.
En 1877, se promulgó una ley en virtud de la cual se concedía a José M. Ortiz privilegio exclusivo para explotar los terrenos salitreros y mantos carboníferos que descubriese en la región comprendida entre los ríos Deseado y Santa Cruz.
El mismo Juan Bosco, en sus sueños visionarios sobre la Patagonia, veía canteras inagotables de carbón fósil, causante de los desvelos de los países desarrollados o en vías de ello en las postrimerías del siglo XIX, al haber sido el eje de la política económica mundial.
Mientras tanto, el teniente Agustín del Castillo, en el verano de 1887, recorriendo la zona del lago Argentino, comprobaba la existencia y magnitud de vetas carboníferas de las que ya habían proporcionado alguna información Gardener, Lista, Moreno y Moyano: encontró “(…) abundantes minas de betún elástico y algunas demostraciones de carbón (…) Este encuentro me hizo suponer que debía existir en las proximidades algún gran yacimiento y que aquellas demostraciones eran los preludios que preceden a los terrenos carboníferos”. No estaba equivocado en sus apreciaciones y siguiendo la dirección de los pequeños depósitos se trasladó más al Este, hasta dar con el afluente norte del río Turbio, donde halló “fragmentos de carbón muy bien formados que el río arrastraba”… “Después de ese encuentro me dediqué con ahínco a conocer aquella zona que con razón juzgaba carbonífera” Para 1899, el periodista Roberto J. Payró se quejaba amargamente de la carencia de combustible en las costas patagónicas: “Además las bodegas del Villarino, aproado por el enorme peso, van atestadas de carbón, porque como en el sur no hay depósitos argentinos sino de aparato (…), está obligado a llevar combustible para la ida y la vuelta (…)”.
En cuanto a los costos de producción y venta de este combustible, para 1909 el carbón de piedra costaba desembarcado en Comodoro Rivadavia, de 18 a 20 pesos la tonelada, mientras que la extracción de petróleo, sin considerar el costo de la maquinaria empleada, cos taba de 4 a 5 pesos la tonelada. A fines de 1914, cuan-do empezó a hacerse sentir la escasez de carbón causada por la guerra europea, se intensificó la exploración y explotación petrolera en la zona mencionada y en 1917 el precio de la tonelada de carbón subió de 42 a 55 pesos, mientras la tonelada de petróleo se mantenía en 24 pesos. El petróleo no lograba imponerse en los mercados argentinos.
El carbón abastecía el mundo en 1920 en un 83% de las necesidades de energía, y llegó a cubrir en 1951 sólo el 37%. Por 1923 se importaron 711.300 t de petróleo contra 2.609.000 de carbón.
Una reserva de 450.000.000 t de carbón, hasta hoy la más importante del país, se encuentra en el extremo sudoeste de Santa Cruz, a pocos km del límite argentino-chileno. Los mantos carboníferos se extienden desde Sierra Dorotea hacia el Norte, hasta llegar a lago Argentino. La explotación se inició en 1943 en condiciones muy precarias y las dificultades fueron superándose a medida que se aprovechaban los mantos más productivos. Así nació la localidad de Río Turbio.
Por 1962, la importación de carbón era cuatro veces mayor que la explotada en los yacimientos nacionales. Otro dato significativo: en 1975, la Patagonia aportaba el 99% del carbón explotado en el país.
Para esa misma fecha, decía el investigador Lino Marcos Budiño: “Esta incoherencia en el tratamiento de los problemas patagónicos en lo que hace a la utilización de sus recursos, se ve agravado por el hecho de la no explotación del área carbonífera Esquel-Bariloche, sistemáticamente postergada. El mercado de consumo nacional, situado a más de 3.000 km del centro de producción, prefiere la importación o la utilización de leña o de briquetas norteñas, que encarecen el producto y mantienen frenado el despegue patagónico”.