El 5 octubre de 1975 alrededor de setenta combatientes seleccionados entre distintas columnas asaltaron el Regimiento 29 de Infantería de Monte en Formosa. La planificación pelotón debía abordar y secuestrar era bastante audaz: un en vuelo un avión de línea que partía desde Buenos Aires y dirigirlo a Formosa, otros pelotones debían reducir a casi un centenar de personas del aeropuerto El Pucu de esa provincia para cuando la nave aterrizara y otros debían irrumpir en el Regimiento; todo de manera sincronizada.
En los días previos al ataque, un grupo de montoneros llegó a la ciudad de Formosa. Simulaban ser vendedores de flores y de artesanías. Incluso fueron a una oficina de la Intendencia a pedir exención de impuestos. El día señalado, con seis camiones, treinta combatientes divididos en siete pelotones con objetivos determinados, irrumpieron contra un ingreso secundario del cuartel. Contaban con la colaboración de un soldado, que les proveyó toda la información interna del Regimiento. Él mismo se ocuparía de reducir a otro en el puesto de guardia. Y por ahí pudieron ingresar los pelotones. Después cada uno se ocupó de su tarea. Atacaron el puesto principal, el Casino de Suboficiales, la Compañía Comando, la Compañía B y la Compañía de Servicios, para abrir la Sala de Armas. Llegaron a descolgar los fusiles y colocarlos en las sábanas blancas para subirlos al furgón Ford F-350. Pero la avanzada en el resto del cuartel no resultaba sencilla. Los soldados no se rendían. En todos los puestos se libraban combates. Y, además, desde el barrio militar, al lado del Regimiento, escucharon los disparos, y los oficiales y suboficiales reaccionaron y fueron a defender la unidad. Ingresaron por los dos puestos. Tomaron una ametralladora pesada MAG en el edificio de la guardia y empezaron a combatir a los montoneros apostados en la Guardia de Prevención. Pero el grueso de los pelotones ya estaba en retirada en medio del desbande. El jefe del operativo, Raúl Yaguer, miembro de la Conducción, con el botín de tres paquetes de armas que extrajo de la Sala de Armas, envueltas en las sábanas blancas, cargó en el capot del furgón un fusil automático pesado (FAP) y se abrió paso entre el fuego para salir del cuartel. Una camioneta Ford F-100 pudo escapar con una goma reventada. Los otros cuatro vehículos habían sido inutilizados.

Media hora después del ataque, el Regimiento había sido recuperado por el Ejército. En su interior quedaban los cuerpos de diez soldados, un sargento primero, un teniente.
También murieron dos policías y dos civiles.
El furgón y la camioneta F-100 fueron enfrentando el fuego de policías y gendarmes que se les cruzaron en la ruta al aeropuerto. El Boeing 737 de Aerolíneas Argentinas ya había sido reducido. Los pasajeros del vuelo estaban cuerpo a tierra en el hall del aeropuerto cuando llegaron los montoneros desde el cuartel. Juan Carlos Taparelli, interventor a cargo del gobierno de la provincia, también estaba en el suelo. Un avión Piper Navajo de la provincia, que acababa de aterrizar, fue neutralizado. También habían tomado un avión Cessna que estaba en el aeropuerto. Cuatro guerrilleros, a las 5.30, abordaron este avión y un minuto después despegó el Boeing 737 de Aerolíneas, con treinta guerrilleros y la tripulación. El Cessna aterrizó en Corrientes. El avión de línea, en un campo de la provincia de Santa Fe, donde los esperaban varias camionetas.
Montoneros se fue del cuartel de Formosa dejando dieciséis muertos propios y llevándose un precario arsenal en comparación con la magnitud de la operación: dieciocho fusiles automáticos ligeros (FAL) y una pistola 9 milímetros.
Con el ataque, demostraba que su poder militar y de organización era demasiado precario para enfrentar a las Fuerzas Armadas, materialmente bien equipadas y cada vez con mayor experiencia de combate contra la guerrilla.
Además, la conmoción que produjo el asalto al cuartel de Formosa afianzó la impresión de que sólo la restauración del orden y la autoridad podría terminar con la violencia y el caos político y económico que signaban al país.
Fragmento del libro “Los 70, una historia violenta”, de Marcelo Larraquy.