
Es necesario darse cuenta de la importancia del cacique Shayhueque y de las consideraciones que le debemos por su nobleza y por la constante protección que ha prestado a la causa de la civilización y de los intereses argentinos. Él domina a los tehuelches, y aliado a nosotros en el río Negro, aquéllos lo estarían con más razón.
Ha sido también un contrapeso para ciertos trabajos chilenos sobre los indios. Nos refiere Bejarano que, estando él con Shayhueque, llegó un emisario del coronel Serrano de Osorno, conduciendo dos banderas chilenas para el cacique, quien las devolvió diciendo que él era argentino.
Las bases principales para tranquilizar a Shayhueque
Las bases principales de que debe partir el ministerio de Guerra para tranquilizar a Shayhueque e inducirlo a continuar a nuestro servicio, pueden ser las siguientes: 1°) Reconocimiento de la propiedad de las tierras que ocupan sus indios y promesa de apoyarlos en su conservación y defensa; 2°) Ofrecimientos de recursos para cultivar en grande escala esas tierras, cultivo que los indios hacen hoy reducidamente; 3°) Respeto de los tratados existentes y racionamiento equitativo en el Neuquén, en vez de hacerlo en Carmen de Patagones; 4°) Encarecimiento de las ventajas que sus indios reportarán de la influencia del comercio a su propio país; 5°) Compromiso del gobierno de sostener con el ejército a Shayhueque en el mando supremo de todos los indios de los valles andinos, centralizando también así en una sola cabeza toda la responsabilidad para cualquier evento.
Por otra parte, es necesario sacar partido del carácter sencillo y de la vanidad, si se quiere infantil, del indio. Las distinciones ruidosas, con las seguridades de que jamás las hizo el gobierno con otro cacique, el regalo de una espada con el nombre del indio y de un uniforme bordado y relumbrante, prepararán el ánimo de Shayhueque para recibir cordialmente la embajada y amortiguará en su ánimo toda desconfianza.
Establecida la frontera en el río Negro, estas demostraciones de lealtad al aliado deben llegar hasta construir una casa fortificada para Shayhueque, amueblándosela y regalándole un carruaje, siempre con el propósito de despertar en el bárbaro la ambición de la pompa de los gobiernos regulares, porque una vez conquistada la cabeza, los súbditos se amoldarán de grado o por fuerza a la vida civilizada, constituyendo la base de excelentes colonias en aquellos fecundos valles.
No podemos olvidar que Catriel, lanceado en Olavarría en 1874, era el cacique más civilizado y de mejor índole de la Pampa. Tenía una casa en el Azul y su vanidad se halagaba con todo el aparato de la civilización. Gobernaba a los salteadores de sus tribus con mano de acero y se batía como un bravo al lado del ejército de línea contra las hordas de invasores.
Este ejemplo induce a creer que en Shayhueque hemos de hallar un aliado poderoso y un auxiliar eficaz para la regeneración de los indios.
Al contrario, los salvajes dominados en la Pampa deben ser tratados con implacable rigor, porque esos bandidos incorregibles mueren en su ley y solamente se doblan al hierro. La nación va a encontrarse con 10.000 indígenas de esta índole, que no es posible trasladar a otros territorios y que es necesario regenerar en la Pampa misma. No hay más camino que establecerlas en fracciones aisladas, en territorios alejados de las estancias, cuyos propietarios verían siempre con desagrado esta vecindad.
El gobierno argentino debe seguir el camino que la Constitución le traza, protegiendo al indio, para contar con su fidelidad y obtener frutos saludables en la empresa de su conversión a la vida civilizada.
La expedición al río Negro abre a los misioneros un teatro inmenso y reductor en el cual prestarán a la humanidad y a la república grandes servicios, sin correr peligros, realizando verdaderas obras de misericordia en la transformación de la índole del salvaje.
El Congreso argentino tiene también su alta misión en esta empresa colosal y fácil, sin embargo. Se necesitan leyes previsoras y benignas en favor de los indios y la incorporación de sus tratados a los actos solemnes de la nación, como sucede en los Estados Unidos, donde las convenciones de paz y reconocimiento de tierras en favor de aquéllos son sometidas a la sanción del Congreso, creando derechos y obligaciones que pasan a ser regidos por la legislación civil.
Cuando los salvajes son de índole suave y se inclinan al contacto con la civilización, ésta saca todo el partido posible de ellos, realizando generalmente grandes conquistas, sin derramamiento de sangre ni sacrificios. Por eso hemos insistido e insistimos, en conclusión de este capítulo, sobre la necesidad de contar con Shayhueque para la campaña que se inicia. Ocupado el río Negro, el ministro de Guerra podría afianzar la conversión de este potentado indígena, invitándolo a visitar a Buenos Aires y poniéndole un vapor para el viaje. Recibido aquí Shayhueque con gran aparato, como lo fue el primer Catriel hace años, volvería a esos territorios con ideas e inclinaciones fecundas para nuestra obra de redención y de conquista.
Fragmento libro “La conquista de quince mil leguas”, de Estanislao Zeballos
