domingo, 9 de noviembre de 2025
Prefectura de Puerto Madryn. 1903

Tenía un detenido la Subprefectura. Era un marino de un barco mercante extranjero que terminada la guerra en Europa, llegó a Madryn a cargar lana allá por 1920. El tripulante desertó y se presentó a la Subprefectura, después que su buque zarpara de regreso.

El detenido había descansado y comido bien por dos días, pero como no estaba encerrado sino que podía desplazarse libremente por todo el edificio pudo fugarse en un descuido. Esta acción del extranjero hizo que el Subprefecto se enojara y ordenara así a su segundo:

-¿Así que le damos plena libertad, le tramitamos la entrada legal al país ante migraciones, lo alimentamos y el gran desagradecido se fuga? A buscarlo entonces. Es hombre de mar. Debe de marchar a la par de la costa. Consiga caballos y envíe personal a rescatarlo. Un rato después el Cabo informa que sólo pudo conseguir un caballo con apero completo y que con él mandó un hombre a recorrer la costa a Rawson. Poco tiempo antes había ingresado como marinero un jovencito simpático y muy alegre quien enterado del problema se ofreció para salir con su caballo a recorrer la zona para el lado de Pirámides.

-¿Así que usted tiene un caballo? Bien, aceptado. Recorra la península pero le advierto: si ve al fugitivo, no intente nada, regrese a informarnos, que nosotros sabremos cómo actuar.

-Entre mi caballo oscuro y yo le vamos a traer datos seguros…

Fue y trajo a su caballo. Era más bien chico, flaco, cabezón, peludo y completamente negro.

-Y dígame, ¿con esto piensa llegar hasta Pirámides? ¿y dónde está el recado y las riendas?

-Ah, no se aflija, yo le hago un bocado pampa y ya está, siempre lo monto en pelo.

-Bien, bien, vaya, que sea lo que Dios quiera…

Sin más trámite el marinerito montó su oscuro y salió rumbo a Pirámides. Todos los hombres de la Subprefectura incluyendo a su Jefe se pusieron a reír con todas sus ganas. Es que se veían tan cómico el marinerito con su gorra redonda, su gran cuello flameando, su moño y sus anchos pantalones, que al estar montado a caballo le quedaban cortos y dejaban al aire dos pantorrillas flaquitas que terminaban en dos grandes botines negros. La verdad, jinete y caballo quedaban comiquísimos al alejarse. El marinerito, conocedor de la zona, preguntó en el puesto de Galarza donde no le supieron informar nada y siguió para El Desempeño. En este lugar estaban festejando la señalada y se había reunido mucha gente cuando el marinerito llegaba. Todos los asistentes muy alegres regresaban de la laguna donde quedaba la cancha de correr carreras que en ese momento habían concluido.

-Miren lo que viene por allí, un marinero que seguro perdió el mar…

¡Oiga, usted va al revés, el mar queda para el otro lado…!

Siguieron las bromas de los alegres festejantes. Se le arrimó el dueño para invitarlo a la casa a comer y donde las damas lo atendieron de maravilla. Mientras comía, el patrón le preguntó:

-Y… dígame ¿qué lo trae por estos lados? porque aquí barcos no tenemos…

-Sigo un fugitivo, es un marinero desertor de un barco que no entiende el idioma, no es peligroso…

-Mire, ya sé, primero no es tanto de que no entienda el idioma, lo sabe hablar bastante bien, llegó muy cansado y comió y chupó mucho, ahora duerme muy pancho en el galpón grande…

-Déjelo dormir y si se quiere ir déjelo nomás, mañana vendrá el Subprefecto y lo llevará de vuelta a Madryn y si le llegaron los papeles del Juez ya va a quedar en libertad.

-Bueno, si ya comió bien, vamos a seguir la farra con los demás. En ese momento habían traído un magnifico caballo y el señor que hacía de personero gritaba muy contento:

-A ver, a ver ¿quién se anima al doradillo en pelo? Vamos, vamos, hay cien pesos de premio para el que se le aguante en su lomo por dos minutos. Vamos a ver ¿quién se anima? Vamos…!

Los criollos se excusaban, parecía que nadie se le animaba a aguantar los corcovos del doradillo.

-A ver el marinerito. A lo mejor se anima. Es igual que andar en un bote. ¡Anímese pues…!

-No me atrevo, acabo de comer mucho, además vengo muy cansado, montado en pelo desde Madryn.

Un hombre bueno, pero que se había pasado un poco en la bebida, encaró al marinerito con prepotencia.

-Pero qué va a hacer ese payaso vestido de blanco, el doradillo no la va a dejar ni que se arrime. ¡Quédese entre las mujeres! Va a estar mejor que aquí entre los hombres…

-Usted está equivocado. Yo no quería montarlo porque entendí que eso era parte de su fiesta. Pero si nadie se le anima a montarlo me gustaría probar a mí y verá que también estoy bien entre los hombres.

Rápido le aguantaron quieto al doradillo y de un salto, más ágil que un gato, se montó y manteniendo firmes las riendas con una mano y la redonda gorra con la otra dijo: ¡Larguen…!

El caballo se quedó quieto un momento, como planeando su estrategia y de repente se largó a corcovear como un loco. No conseguía desestabilizar al marinerito por más que se deshizo en todo tipo de corcovo y así pasaron los dos minutos y el domador se largó del lomo del caballo y quedó parado.

Todos corrieron a felicitarlo con alegría y el personero le entregó los cien pesos. El marinerito quiso regresar antes de que despertara el fugitivo y agarrando su caballo por las improvisadas riendas se despidió del dueño de casa y emprendió el regreso. Al día siguiente, caballo y jinete, llegaron muy cansados a la Subprefectura de Madryn, donde pudo rendir informe a su superior.

-Sí Jefe, el fugitivo quedó durmiendo en El Desempeño y yo gané cien pesos como domador. Como los gané en horas de servicio entiendo que son de la Subprefectura. Qué opina Jefe si compramos un capón gordo y hacemos un flor de asado, invitamos a todo el personal y como sobra plata podemos comprar cal y pintura y aprovechamos que estamos todos juntos y le damos una pintada a toda la casa…

 

Texto de “Relatos del Chubut Viejo” – Juan Meisen Ebene

 

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