sábado, 15 de noviembre de 2025

Durante los años que duró el cacicazgo de María, la presencia del Estado argentino siguió siendo escasa en la Patagonia, lo que le permitió moverse de un lugar a otro con libertad.

Estableció contacto con muchos de los exploradores, militares, aventureros y religiosos que recorrían las costas del sur, como los oficiales de la Marina Real Británica Philip Parker King y Robert Fitz Roy, los misioneros Williams Arms, Titus Coan y Allen Gardiner, los naturalistas Charles Darwin y Alcide d’Orbigny, los loberos y cazadores de focas Mateo Brisbane, William Low y Gastón Blanchard, además de los ya mencionados Weddell y Vernet. También cobijó a muchos refugiados, prófugos de la justicia, desertores del ejército, fugados de los buques loberos y balleneros, que convivieron con ella y su comunidad meses, incluso años.

Con Vernet mantuvo una relación de afinidad. Luego de aquel episodio, de 1823 en San José volvieron a encontrarse. El comerciante alemán alternaba sus viajes a las costas patagónicas con visitas a las islas Malvinas, donde con apoyo estatal pretendía fundar un establecimiento de explotación de ganado ovino.

En agosto de 1829 fue nombrado por el gobierno de Buenos Aires comandante político y militar de las islas Malvinas, con el objetivo de establecer una población estable bajo la bandera argentina y controlar la pesca furtiva que llevaban a cabo los buques extranjeros.

Dos años después, en 1831, Vernet se planteó la idea de crear una factoría en la bahía de San Gregorio, porque quería contar con un establecimiento en el continente relativamente cerca de las islas, para evitar de esa manera los largos viajes hasta Carmen de Patagones. Como el sitio elegido era territorio dominado por los tehuelches, el comandante militar decidió que primero debía hablar con María para conseguir su visto bueno. La contactó a través de sus colaboradores ingleses Mateo Brisbane y William Low, que habitualmente recorrían la zona del estrecho, y la invitó a visitar Malvinas.

La cacica aceptó con la condición de que pudieran viajar con ella uno de sus hijos, su chamán, cuatro de sus principales capitanejos y un desertor llamado San León, que oficiaba de traductor y la acompañaba hacía varios años.

La travesía en la goleta El Águila fue difícil para los nativos, porque además de que era la primera vez que navegaban, atravesaron una fuerte tormenta que los tuvo a mal traer varias horas. Una vez arribados a Puerto Soledad, los estaban esperando Vernet y su esposa, también llamada María. La cacica fue recibida con honores. Durante los días siguientes tuvo la oportunidad de conocer a los nuevos colonos de las islas y de visitar cada rincón del archipiélago: las viviendas, los corrales, la factoría, siempre acompañada y guiada por la mujer del comandante.

Los tehuelches permanecieron en las islas varias semanas. El último día, antes de partir de regreso, María dio el visto bueno para el establecimiento de la factoría en San Gregorio: consideraba que podía convertirse en un nuevo punto de intercambio de productos con los cristianos.

Ya en la Patagonia, María retomó su rutina junto a su comunidad, a la espera de la llegada de los enviados de Vernet que iban a erigir la nueva factoría en sus dominios.

Pero el establecimiento en bahía San Gregorio nunca se concretó. Las dificultades generadas por la presencia amenazante en Malvinas de buques norteamericanos e ingleses hicieron que Vernet abortara rápidamente el proyecto.

 

Fragmento del libro “Mitos, leyendas y verdades de la Argentina indígena”, de Andrés Bonatti 

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