viernes, 21 de noviembre de 2025
El carro de Cadfan Hughes, protagonista de algunas de las historias de la colonia galesa.

Oneto también presidía la comisión encargada de repartir los víveres enviados por el Gobierno para paliar la difícil situación que atravesaba la Colonia a raíz del gran número de colonos arribados en 1874 y 1875 y la falla en la cosecha de la temporada siguiente, por lo que el nuevo comisario llegaba “con el pan debajo del brazo”. Estaba secundado por J. B. Rhys, presidente del Consejo de la Colonia; R. J. Berwyn, secretario de la Comisaría; Abraham Matthews, encargado del contingente arribado en 1874 y Eduardo Owen, colono que había venido con este último grupo. Por entonces, la manutención cotidiana de los colonos se limitaba esencialmente a pan “de toda pasta”, manteca, leche y té con azúcar; mientras que cada unos quince días mataban un novillo. Dado este panorama, el nuevo comisario recomendó al Gobierno nacional que continuase brindando ayuda a la Colonia y que ésta apuntara en tres direcciones principales: el envío de víveres para alimentar a los colonos durante el período comprendido entre marzo de 1876 y febrero de 1877-mes en el que se produciría la nueva cosecha-, la compra de semillas para efectuar la siembra y el otorgamiento de ayuda económica para efectuar las obras de irrigación necesarias. Estas últimas, como veremos luego, quedarían en manos de los colonos, por lo que la ayuda se vería restringida a los dos primeros aspectos.

Más de un centenar de familias dependían enteramente de que se les enviase provisiones en el término de dos meses, ya que de lo contrario deberían sacrificar su ganado. Como no existía seguridad de que las dos firmas comerciales instaladas en la Colonia (Rooke Parry Cía. y John Murray Thomas) lo hiciesen, el Comisario le propuso al Gobierno que “haga otro sacrificio y mande otras provisiones por dos meses y para 200 personas adultas a lo menos”, además del trigo y otras semillas necesarias para sembrar. El comisario cerraba su pedido con un lapidario: “Esta colonia cuesta y costará otros sacrificios al Estado. Estas son malas noticias, Señor mío, pero es la verdad”. Al elevar la nota de Oneto, el Comisario General de Inmigración redujo el pedido a 400 arrobas de carne en tasajo, 500 de harina, 500 de fariña y 500 de arroz. Dillon hacía notar que estos artículos puestos en el Chubut le costarían al Gobierno cerca de $ 2.586, suma sensiblemente inferior a los $ 60.000 que le hubiese demandado si los cuatrocientos colonos arribados el año anterior -unas cien familias- hubieran venido contratados con arreglo a la Ley del 15 de octubre, la que preveía un monto de $ 600 pesos por familia. Agregaba que sólo sería un adelanto, ya que pasado el mal año cada familia reembolsaría el importe en cuatro o cinco anualidades, concluyendo que:

“No faltarán algunos que digan que es mucho gastar en esa Colonia; pero recúrrase a la historia de todas las primeras colonias, y se verá que jamás ningún gobierno ni particular, ha podido formar una de esa magnitud á tan poco precio, y aunque el sitio haya sido mejor.

No cabe duda que si se pudiera evitar ese gasto en el estado actual del tesoro, sería mejor, pero que hacer? No puede dejársele perecer de hambre, y si se saca de allí para llevarlos a otra parte habrá que gastar más.

Es pues preciso atender a proveerlos de víveres, y gastar un poco más en las obras de irrigación, y en proveerlos de semillas y ganados, para no tener que volver a gastar después.

La población de toda la Patagonia tiene que salir de ese núcleo del Chubut y en mi humilde opinión, razones de alta política además hacen indispensable ese y más cuantiosos gastos, con tanto más razón, cuanto son reproductivos”.

El presidente Avellaneda autorizó a Dillon para que adquiriese los artículos y los remitiese al Chubut. Esta nueva ayuda aumentaba el grado de endeudamiento de la Colonia, de cuyo balance surgía que por ese entonces tenía un déficit de $F 85.000, ya que poseía un activo de $F 95.850 (considerando ganado, trigo, construcciones y herramientas), frente a un pasivo de $F 180.850. Sus principales acreedores eran las personas de Gales que habían financiado el viaje del Mimosa, el Gobierno nacional y las casas comerciales de Rooke Parry y Cía. y de John Murray Thomas.

Fragmento del libro “Chupat-Camwy Patagonia”, de Marcelo Gavirati

 

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