
“Cuando iba con el tren de carga los lugares difíciles estaban en el tramo de Boca La Zanja a Villegas, y de Villegas a Las Chapas. A la vuelta era en bajada y ahí está el peligro, el maquinista tiene que tener todos los sentidos bien puestos. Y a la ida en subida, porque si llevaba un tren con exceso de tonelaje, por ahí la máquina no subía y a mitad de camino tenía que fraccionar el tren. Pero el mayor peligro era a la bajada.
Una vez corrí un tren a Puerto Madryn, el más largo, de más tonelaje. Cuando me vieron bajar allá pensaban que iba a pasar de la punta del muelle para abajo; incluso mi padre se agarraba la cabeza. Cuando íbamos bajando empezaron a abrir las vías de escape que se abren cuando un tren viene “alzado” un tren que no lo puede manejar el maquinista. Yo tomé las precauciones, empecé a darle el freno de máquina de vapor, el freno del tender. Le pedí al guarda que me frenara el vagón de atrás y llegué perfectamente bien; y eso que era nuevo como maquinista y llevaba 45 vagones.
Es uno de los recuerdos más lindos que tengo por la edad que te- nía, porque era maquinista nuevo, por mi padre…”
VAN LLEGANDO LAS AUTORIDADES
“En las fiestas patrias nos esperaban en Alto Las Plumas para hacer los actos. La maestra decía: “Chicos, van llegando las autoridades…” y las autoridades ¡éramos nosotros! ¡Los dos guardas, el foguista, el vaporista y yo…! Y asistíamos a los actos… les hablábamos a los chicos… Me acuerdo de la señorita Lois que era directora y maestra; una vez le preguntamos qué se le había dado por ir a esa escuela; ella me dijo que había estudiado la profesión de maestra como aquél que puede estudiar de cura o de monja o de médico. La estudió para enseñar y no le importaba adonde tenía que ir.” Recuerdos de Krotevich
CHORIZOS AL DOMO Y PUCHERO AL VAPOR (Por Alberto Thomas)
“Nosotros mientras viajábamos comíamos en la máquina… ¡nos hacíamos unos choricitos al domo!… El domo es donde va el silbato del tren y ahí hay vapor. Envolvíamos los chorizos con papel madera y los hacíamos ahí… ¡que chorizos nos comíamos! Y después hacíamos el famoso puchero; el puchero a vapor. Nosotros teníamos una ollita que nos daba el ferrocarril y la cocina era una lata de cinco litros de aceite corta- da al medio, abajo le poníamos estopa le hacíamos un agujerito y con un grifo venía el vapor ahí. Entonces poníamos la olla que calzaba justito y poníamos todo junto la verdura, la carne… todo. El puchero coci- naba todo parejo en quince minutos. También hacíamos bifes a la plancha, y después los asados; cuando llegábamos a destino se apagaba la máquina y la dejábamos bajar a seis kilos porque trabajaba a doce kilos por centímetro cuadrado de presión; bajaba a seis kilos y teníamos una varilla especial que daba de la caja fuego a los tubos de la caldera. Entonces el horno quedaba calentito… y más o menos en media hora el asado estaba listo… ¡Comer era lo principal! (risas). ¡Linda vida!…”
Texto de “Los ferroviarios que perdimos el tren”
