Después mi padre estuvo muchos años enfermo… este trabajo lo enfermo, y hacía cuando yo tendría diez años, cerca del 30. Después se cómo yo era el hijo mayor tuve que hacer todo lo que él hacía… acarre aba leña para los colegios, para la Gobernación, para la cárcel. La leña la sacábamos en Playa Bonita que queda al otro lado del río. Bueno, cuando se enfermó mi papá, tuve que acarrear leña que sacábamos de esta playa, de la chacra nuestra en donde había leña blanca, que es la leña seca de los árboles, y después también la leña gruesa. La gruesa era de algarrobo o molle, de jarilla. Yo la acarreaba, la traía en esos carros de dos ruedas tirado por caballos, y teníamos un peón o dos que sacaban la leña… como era subterránea, porque los troncos crecían por debajo de la arena. Se cavaba con el pico y la pala en los médanos, y a veces como había troncos muy grandes, se los ataban con cadenas a un caballo y se tiraba y ahí salían los troncos. Eso era para los algarrobos; el molle y la jarilla no tenían tantos problemas. Ese trabajo lo hice hasta que empecé a trabajar en una panadería en el año 39. La leña la vendía en los colegios… los nombres no me acuerdo, pero la leña fina le costaba 1,50 pesos; era la leña para prender el fuego; después la otra costaba más. La gruesa era para calentar, tenía más calorías que la leña fina… La gruesa podía costar 12 o 15 pesos la carga, según la leña. ¡En aquel entonces era plata! Una carga podía ser 1500 kilos de leña… eso le duraba mucho a la gente. También traían leña de la cordillera.
También les vendía leña a algunos hoteles… estaba el Hotel El Vasquito, que está enfrente de la Gobernación en Rawson; ese hotel era de Antonio Gil, por eso se llamaba El Vasquito. Después me fui a trabajar con él, porque era muy amigo de mi padre. El vasquito era macanudo, me enseñó mucho a trabajar… la verdad que se portó muy bien conmigo; era un tipo vasco, derecho… cómico, alegre, petisito, con la gorra vasca. Después al último cuando yo me fui, se casó… y después, siempre que iba a Rawson, lo iba a ver. El hotel era bastante grande, era el más grande de Rawson en aquella época… debería tener como cinco piezas; tenía el bar, donde se jugaba al truco. Él trabajaba mucho con los guardacárcel; les hacía la comida, se llevaban la vianda. Había también un matrimonio de maestros de Rawson… no me acuerdo del apellido, pero los primeros pantalones largos me los regalaron ellos. Recuerdo que daban clases en un colegio de Rawson, que el di- rector era Salas. Y yo casi me crie con los chicos de ellos… yo trabajaba en la panadería a la mañana y salía a las once para hacer repartos; después a la tarde me iba a estudiar con los chicos… así que para mí esa señora era excelente, me quería mucho… me querían los dos.
También llevaba leña a la cárcel. Como me conocían, cuando llegaba, abrían la puerta y ahí nomás con los presos descargábamos el carrito. Había muchos presos; me acuerdo de un señor Molinas que es- taba ahí, era subprefecto… yo me hice muy amigo del hijo, y de toda la familia. La cárcel era muy estricta, pero a los presos se los trataba bien… no me acuerdo de quejas.
En esa época en Rawson de un lado del río vivían doce familias más o menos; del otro lado del río era un poco más numeroso, porque estaba la cárcel y la gobernación. Este señor Gobernador (Castro)se hizo muy amigo de mi padre, porque en aquel entonces cuando andaban más o menos bien todas las cosas, en la casa de mi padre se hacían bailes, se reunían todos…. así que era una sola familia, la del Gobernador, la nuestra… no había distinción de clase ahí. Nos reuníamos todos y pasábamos una linda velada…

Los difíciles años del 30
El 34 o el 35 fueron años crudos… en esos años nos fuimos a vivir a Gaiman, a trabajar a una chacra… fueron esos años que había que andar como los gitanos por todos lados para trabajar y vivir; y faltaba de todo… primero no había plata, después había plata y no había que comprar, porque todo lo traían por barco hasta Madryn… y en ese tiempo escaseaba todo.
Eso fue en el 33 o 34, debería ser por la crisis… esas cosas venían de Europa… debería ser por efectos de la Primera Guerra, que Europa no se podía estabilizar. Yo me acuerdo que no había azúcar, y en Gaiman tenían colmenares y vendían la miel por litros; harina no había, era harina negra… eran efectos de la crisis del 30. ¡Hubo hambre acá también… eran épocas malas! Y teníamos que ir de un lado al otro para trabajar, para cosechar algo, para mantener la casa. Mi padre tenía una chacra y le ponía los atalajes; así les llaman a los arriendos para el engorde de los animales… eran carniceros de esta zona.
Después los molinos empezaron a funcionar, había uno en Gaiman y otro en Dolavon, que todavía está trabajando muy bien… está dando muy buena harina, con cosecha de acá del valle. También había uno en Trelew. El trigo del valle se embolsaba y se llevaba a los molinos, otras bolsas se llevaban a Buenos Aires.
Texto de “Los ferroviarios que perdimos el tren”

