viernes, 28 de noviembre de 2025
Retrato de Lewis Jones

 

Continúan las dificultades económicas

A comienzos de enero de 1866, el Buenos Ayres Standard se hacía eco de las diferentes versiones sobre el verdadero estado de sus compatriotas británicos aislados en la remota Patagonia. En las notas publicadas se exponía el urgente pedido de los colonos para mitigar la carencia de recursos, consistente en víveres, semillas, ganado en pie y algunos otros suministros. Luego de estas publicaciones y de las tratativas realizadas por el nuevo presidente del Consejo de la Colonia, William Davies, ante el ministro Rawson, los colonos consiguieron finalmente la ayuda del Gobierno argentino para afrontar el año 1866, consistente en una suma de $F 700 mensuales (equivalente a 140 £). Asimismo, obtuvieron una subvención de $F 4.000 para comprar caballos, vacas y ovejas; y $F 700 adicionales para ayudarlos a adquirir una pequeña embarcación, de unas cuarenta toneladas, que uniese el río Chubut con Bahía Nueva y Carmen de Patagones.

A raíz de la difícil situación de la Colonia, en abril de 1866 el Encargado de Negocios británico elevó un reporte al Foreign Office, francamente desalentador en cuanto a su estado y perspectivas. El informe comenzaba haciendo una reseña de lo sucedido y destacando el generoso y benévolo apoyo que el Gobierno argentino, por iniciativa del ministro Rawson, les había brindado a los galeses, a pesar del rechazo del Senado al proyecto del Ejecutivo sobre la Colonia. Entre los gastos solventados por el Gobierno aparecían fondos destinados a la instalación, provisiones por el término de los últimos tres meses, gastos de mensura y el pago de compensaciones efectuado a los jefes indígenas, 282 Si bien no se lo mencionaba explícitamente, estas compensaciones eran las previstas en el Tratado Chegüelcho para resarcir a los caciques por las tierras que ellos concedían para la instalación de la nueva colonia y por protegerla de eventuales ataques de tribus hostiles. Entre mayo de 1865 (mes de la firma del Tratado) y abril de 1866, la suma otorgada a los caciques ascendía a 300.000 pesos papel (£2.555). Este monto, imputado seguramente a otra partida, representaba el desembolso más importante efectuado por el Gobierno para sostener a la Colonia, ya que superaba incluso la inversión efectuada en ella de forma directa, la que ascendía a la suma de 265.000 pesos papel (£2.258). Por otra parte, esta cifra afectaba a más de la mitad de los fondos asignados anualmente por el Congreso para la instalación de inmigrantes en todo el país, los que ascendían a unos 480.000 pesos papel (4.000 £); por lo que el Encargado de Negocios temía que el Parlamento argentino pudiese reprobar que Rawson continuase volcando tantos recursos en mantener un establecimiento que bien podría sostenerse por sí mismo después de diez meses de haberse instalado en las “fértiles” tierras que les habían sido otorgadas. Para el representante inglés no cabía duda de que si el Gobierno incurría en semejantes gastos lo hacía con el claro propósito de poder consolidar un establecimiento formado por laboriosos colonos capaces de colocar bajo “la bandera de la civilización grandes extensiones de un rico país, que al presente sólo estaba habitado por tribus de indios salvajes”

Además de los gastos oficiales, el cuadro elaborado por Ford también contabilizaba los gastos financiados por los promotores de la Colonia en el año transcurrido entre mayo de 1865 y abril de 1866. Dentro de ellos se incluían los fondos invertidos por el Presidente de la Sociedad Emigradora, Michael Daniel Jones, para pagar el barco que trajo a los inmigrantes y cuatro meses de provisiones para los nuevos colonos. También se consignaron los gastos realizados por Lewis Jones, financiado por el Sr. Denby de Buenos Aires, entre los que figuraban el alquiler de un barco fletado desde Buenos Aires al Chubut, mil cabezas de ganado ovino, trescientas bolsas de trigo, caballos, madera y otros.

Pero Ford era pesimista en cuanto al futuro de la Colonia. Su objeción principal no se centraba en la fertilidad del suelo, la que consideraba adecuada, sino en el material humano. El diplomático inglés sostenía que con estos colonos no se podría arribar a buen puerto y en su informe fue muy duro con ellos, tratándoles de holgazanes y absolutamente ineptos para el trabajo agrícola. Entre otras cosas, Ford les endilgaba el haber malgastado mucho tiempo luego de desembarcar en el Golfo Nuevo, en lugar de trasladarse rápidamente al valle del Chubut, lo que habría provocado que llegasen demasiado tarde para sembrar las semillas que traían consigo, por la cual ese año no obtuvieron una cosecha. También les achacaba el haberse negado a trabajar recolectando guano en unas islas del sur, ubicadas entre Puerto Deseado y Cabo Tres Puntas, para poder compensar, aunque sea en parte, los gastos en que habían incurrido los promotores del proyecto en Gales para armar la expedición y los que había efectuado Lewis Jones en Patagones para comprar los efectos necesarios para los preparativos e instalación de la colonia. Entre dichos efectos se incluía madera para construir los refugios para los colonos, una considerable cantidad de trigo y mil cabezas de ganado ovino. Muchas de estas ovejas no las pudieron aprovechar ya que se perdieron en el campo durante el traslado al valle del Chubut, por lo que el ganado que poseían se limitaba a cuarenta vacas lecheras concedidas por el Gobierno argentino. Finalmente, los acusaba de haber consumido los animales que les habían enviado, en lugar de entrenarlos para tirar los carros que se les había provisto; de haber perdido implementos de trabajo en las playas del Golfo Nuevo; de su indolencia para aprovechar la excelente pesca que ofrecía dicha bahía; y de haber cambiado las pocas armas que traían por comestibles, lo que les imposibilitaba cazar patos y otros animales.

En conclusión, no les asignaba ninguna chance de establecerse por sí mismos de manera perdurable, y opinaba que, si no cambiaban su modo de vida y su manera de proceder, solo podrían sobrevivir en el lugar algunos meses más. Según el diplomático lo más probable era que terminasen retornando a sus hogares o que se trasladasen a otro lugar como podía ser el valle del río Negro, donde podrían ser absorbidos, ya sea por la población de El Carmen de Patagones o por las grandes estancias de los acaudalados hacendados y empresarios Aguirre y Murga. Al parecer el lobby de estos dos poderosos personajes, los que intrigaban para que los colonos abandonasen el río Chubut y se dirigieran al río Negro, también había ganado al diplomático británico. La presencia de los galeses en el Chubut tampoco era vista con buenos ojos por los comerciantes de Patagones, los que la percibían como una competencia que podría acarrear la disminución del volumen de sus transacciones con los indígenas, por lo que hacían todo lo posible para que el nuevo establecimiento fuese prontamente abandonado.

 

Texto de “Chupat-Camwy Patagonia”, de Marcelo Gavirati

 

Compartir.

Los comentarios están cerrados