
Los partes policiales de la época relatan intentos fallidos de algunos aborígenes por ganar la libertad, pero también hay ejemplos de fugas que tuvieron mejor fortuna y cuyos protagonistas lograron con la ayuda de sus compañeros de infortunios volver a suelo natal. Tal es el caso de lo sucedido con el matrimonio Bernabé-Ranguren.
Según lo relatado por su nieta Amalia Bernabé, este matrimonio, hacia 1878, 1878 vivía en una comunidad aborigen que tenía asentados sus toldos en la región de la pampa central. A mediados de ese año, en plena ofensiva del Ejército Nacional, una de sus innumerables partidas volantes adentradas en territorio indio llegó hasta el lugar donde se hallaba el mencionado asentamiento, al que luego de rodear lograron reducir. Entre los prisioneros estaban este matrimonio y sus dos hijos de corta edad. Trasladados a la isla Martín García junto con el resto de la tribu, el hombre, Juan Bernabé, fue al poco tiempo destinado al servicio de las armas pasando a formar parte de un batallón del Ejército de Línea. Su mujer y sus dos hijos fueron trasladados a la Ciudad de Buenos Aires y distribuidos por separados entre las personas que así lo solicitaron. De esta forma la niña fue a parar a manos de una familia cuyos datos desconocemos, mientras que la madre y el niño fueron entregados al matrimonio formado por Baldomero Videla, hacendado y oficial de la Guardia Nacional y su esposa, Clarisa Aranguren, que vivía en el barrio porteño de San Telmo.
Poco tiempo después el niño fue bautizado en la Parroquia de la Concepción con el nombre de Pío José Nahuel, y la madre pasó a llamarse Juana Aranguren (cabe aclarar, de acuerdo al testimonio de su nieta, que si bien figura en el acta de bautismo con el nombre Venancia Esperanza Pegeillan el apellido usado era el de la esposa de Baldomero Videla aunque, con el correr del tiempo y por problemas de pronunciación, el mismo se fue deformando quedando como Ranguren).
Durante algunos años la india Juana Ranguren estuvo prestando servicios en casa de la familia Videla, hasta que un día tuvo noticias por conducto de otros indígenas que se encontraban en Buenos Aires en su misma condición, de que su esposo había desertado del batallón donde estaba incorporado y se hallaba nuevamente en la pampa. Esta noticia, sumada al constante temor de que le quitaran el niño como había ocurrido anteriormente con su otra hija, la decidió a escaparse. Así, con la excusa de llevar a su hijo a jugar a una calesita de las inmediaciones obtuvo permiso para salir de la casa; una vez en la calle se dirigió inmediatamente a la estación Once de Septiembre del Ferrocarril Oeste y allí abordó un tren que la llevó a Trenque Lauquen, donde finalmente se reencontró con su marido. El matrimonio Bernabé-Ranguren vivió sus últimos años dedicados a actividades rurales en Monte Nieva, paraje cercano a General Pico en la actual Provincia de La Pampa.
Fragmento del libro “Estado y cuestión indígena”, de Enrique Hugo Mases