domingo, 9 de noviembre de 2025
Comandante Álvaro Barros, jefe de la Frontera Sur

Pionero en la postura de apoyar al interior de la Sociedad Rural Argentina, el militar, político, escritor y hacendado Álvaro Barros Nieto figuraba hacia el año 1865 como comandante de la Frontera Sur. Allí pudo conocer a fondo el mal llamado “problema del indio” e interiorizarse del tema como ninguno.

Con los principales lonkos firmó negociaciones pero también hizo la guerra. Prueba de ello las cartas que recibía de Calfucura, el gran toqui de Puelmapu, su contraparte más relevante y temida.

Todo ello lo pueden leer en su libro “Fronteras y territorios federales de las pampas del Sud”, Publicado originalmente a modo de ocho artículos en el periódico Río de la Plata, con el mismo nombre pero con “pluma de periodista” fue editado el año 1872.

Allí Barros relata sus años de vida fronteriza, describe la tragedia del gaucho -la soldadesca que al irse a la frontera perdía rancho, ganados, familia y aperos, y también denuncia los vicios y la corrupción que caracterizaba el actuar de jefes militares y comerciantes en ese Far West.

Insistiría en su análisis de la situación fronteriza en una serie de escritos que, a modo de artículos, publicó en la década de 1870 en periódicos nacionales y revistas como la propia Anales de la Sociedad Rural Argentina. Estos serían compilados y publicados en formato libro recién un siglo más tarde y bajo el título “Indios, fronteras y seguridad interior” (1975). No digamos que ganó aplausos en cuatro oportunidades pidió su baja del ejército y otras tantas volvió a sus filas. con sus constantes denuncias:

“Barros denunció la situación de injusticia que vivían los guardias nacionales reclutados de modo arbitrario. Vio los fortines sin pertrechos para vivir, el hambre de los soldados, la falta hasta de armas y vestimentas (…) El ejército, en su opinión, no favorecía al país sino a la ambición de hombres

Álvaro Barros, en su libro “Fronteras y territorios federales de las pampas del Sud” es una fuente histórica indispensable para comprender aquel período. Barros lo escribió “con la intención de poner mi humilde contingente al servicio de la solución de los grandes problemas argentino, a saber la apropiación del desierto con fines civilizatorios”.

Pasa que Barros no solo abogaba por la conquista militar. Su plan, que presentó al Congreso de la Nación en 1869 y más tarde publicó en Anales de la SRA, era un verdadero proyecto colonizador. Pero uno privado, no estatal. “El capital necesario, un millón quinientas mil libras esterlinas, se obtendría en Inglaterra tan pronto como fuese conocido el proyecto”, le asegura Barros a José Martínez de Hoz, presidente de la Sociedad Rural, en una carta fechada el 18 de julio de 1869. En ella también subraya que con el apoyo de la SRA, “por sus nobles propósitos y con su merecido crédito e influencia, se obtendría en breve tiempo la suma requerida“.

Si bien su proyecto pasó a estudio de una comisión especial designada para tal efecto, finalmente no fue tomado en cuenta.

Su opinión era ahora coincidente con aquella que la Sociedad Rural defendía públicamente. Así lo expresa la institución en su revista Anales del 30 de julio de 1870.

Las continuas invasiones que los indios salvajes hacen sobre nuestras fronteras han demostrado ya hasta la evidencia que el actual sistema de defensa es inadecuado o al menos insuficiente, y es por ello que la Sociedad Rural ha creído llegado el momento de contribuir a un cambio radical en este sistema […] cual es expedicionar sobre las tolderías de los Indios y arrojarlos lejos de sus actuales guaridas.

Barros había enviado también su estudio al general Roca. Allí, en apariencia, le va mucho mejor. “Estamos en perfecto acuerdo”, le responde el tucumano. Al año siguiente, ya ocupando el lugar de Alsina, Roca elevó a la Nación un plan definitivo para “eliminar a los indios” llevándolos más allá del río Negro.

El flamante nuevo ministro, con el entusiasta apoyo de Mitre, Sarmiento y del propio Barros en el Senado, lograría fácilmente la sanción de la Ley 947. Esta autorizaba al Ejecutivo “para invertir hasta la suma de un 1.600.000 pesos en el establecimiento de la línea de fronteras sobre la margen izquierda de los ríos Negro y Neuquén, previo sometimiento o desalojo de los indios bárbaros de la Pampa, desde el río V y el Diamante hasta los dos ríos antes mencionados”.

Dicha ley mandataba que “a medida que avance la actual línea de fronteras se harán mensurar las tierras, dividiéndose en lotes de diez mil hectáreas numeradas de uno adelante, con designación de sus pastos, aguadas y demás cualidades”. También autorizaba a emitir un empréstito internacional garantizado por las tierras a conquistar. La guerra defensiva quedaba atrás y la invasión militar encontraba por fin un brazo ejecutor.

Aquello fue fruto de la porfía del coronel Barros -designado en 1879 por Avellaneda como el primer gobernador de Patagonia- pero también de los esfuerzos de un joven y ambicioso intelectual, cercano al general Roca y quien años más tarde encabezaría la Sociedad Rural Argentina. Su nombre Estanislao Zeballos.

Fragmento del libro “Historia secreta Mapuche”, de Pedro Cayuqueo

 

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