sábado, 20 de diciembre de 2025
Coronel Miguel Pedro Atanasio Malarín

El general Roca mucho antes de asumir el cargo de ministro de Guerra y Marina, y siendo aun jefe de la Frontera Sur, se había ocupado particularmente del futuro de las tribus sometidas, seguramente porque preveía el desenlace. Su interés no fue superficial, sino que, por el contrario, trató de acopiar la mayor cantidad de información posible sobre ella, no sólo a nivel local sino que también se interesó en saber como se había resuelto en otros países, especialmente Estados Unidos de Norteamérica.

A tal punto llegó en su interés que a principios de 1877 una de las tareas principales que le encomendó al entonces subteniente Miguel Malarín, designado agregado militar en la embajada argentina en EE.UU., fue estudiar la política seguida con los aborígenes por las autoridades de aquel país, y elaborar informes periódicos que fueron de utilidad para el entonces Jefe de las Fronteras.

Apenas llegado a Washington el novel subteniente dio principio a su misión, y al poco tiempo comenzaron a llegar a manos del general Roca las primeras informaciones sobre la situación de los indígenas norteamericanos y sobre los planes estatales para su total y definitivo sometimiento.

Resulta realmente interesante, y a la vez revelador, el análisis de la correspondencia intercambiada entre Malarín y Roca en esta etapa. No sólo por lo meticuloso y completo de los informes del primero, sino porque muchas de las acciones que luego se llevarían a cabo con los indios reducidos aparecen ya esbozadas y sugeridas en esa relación epistolar.

De lo minucioso de estos informes dan cuenta los pasos seguidos por Malarín para producirlos, que incluyeron la exhaustiva recolección de datos -consultando para ello una profusa bibliografía tanto general como específicas, y abundante documentación relacionada con la cuestión: noticias de periódicos, partes y relaciones de los comandantes de fronteras, agentes de indios, artículos de revistas y la compulsa de testimonios orales a través de entrevistas a soldados del cuerpo de inválidos y a oficiales superiores, entre los cuales se destaca el del famoso general Sherman, con quien Malarín mantuvo una estrecha relación pues este militar se mostraba muy interesado por los acontecimientos que se sucedían en la Argentina, especialmente los referidos a la guerra contra el indio.

Como se puede apreciar, los informes enviados por el subteniente Malarín no pudieron ser más completos. Sin embargo, él no se limitó a recoger y hacer llegar la información sino que, también, aprovecho la oportunidad de la comunicación epistolar con Roca para transmitirle sus opiniones y sugerencias, algunas de las cuales por su centralidad en cuanto al destino a dar a los indígenas nos interesa analizar.

En sus cartas, Malarín planteó como problema prioritario a resolver no tanto la ocupación militar del espacio y la eliminación de las fronteras interiores sino lo que denominó “cuestión de indios” y “combate de raza a raza”, es decir, el destino final que debía dárseles a medida que avanzaba la campaña militar: “Esta cuestión de indios, no es en América una cuestión especialmente de fronteras, de desierto a conquistar: es además y sobre todo un combate de raza a raza, una lucha entre un pueblo conquistador y un pueblo semisalvaje”.

Imbuido de las ideas predominantes en la época, es decir de un fuerte evolucionismo spenceriano acompañado de cierto darwinismo social, Malarín es un convencido de que el enfrentamiento entre indios y blancos se relaciona con la existencia de razas inferiores y razas superiores, y que las primeras además de inferiores son también incivilizadas por lo que es menester no sólo dominarlas sino también integrarlas a la civilización.

Por eso plantea que la expedición al desierto no es más que un medio de obligar al indio a aceptar los proyectos oficiales, y de manera alguna significa la resolución de la parte principal. Sometidos los pampas -advierte Malarín- es necesario darles ocupación, vestirlos, alimentarlos, administrarlos, cuidar de ellos y mantenerse en con el fin de evitar que “no vuelvan a las andadas, y seguidamente guardia advierte: “Según el sistema que se ponga en práctica, la cuestión india será resuelta en 20 años o durará un siglo”.

A partir de estas consideraciones previas, luego de describir las distintas acciones que sobre el asunto se llevaron a cabo en Estados Unidos, concluye que el método más viable y seguro para lograr los objetivos propuestos es el de “distribución” y felicita por haberse desechado las misiones de las congregaciones religiosas, y comenzado a enviar contingentes indígenas a Tucumán. En este sentido Malarín estaba convencido, y así se lo hizo saber a Roca, que si se probaba conformar una serie de reducciones agrícolas formadas con familias indígenas seleccionadas, en parajes apartados como podría ser el litoral entrerriano, el éxito está asegurado.

Incluso propuso una serie de acciones complementarias que, a su juicio, acelerarían la conversión de los indígenas salvajes en elementos civilizados y que, además, significarían una notable reducción de los gastos que le ocasionaba al Gobierno esta situación.

“Los indiecitos deben repartirse en las familias de la República, con ciertas obligaciones para estos. No es el viejo sistema de encomienda, sino un tutelaje hasta la mayoría para civilizar al salvaje.

Otros deben enviarse a los Colegios nacionales, a razón de uno por Colegio, a las Escuelas Normales, o de Artes y Oficios. La medida de dedicar a los adultos al servicio naval me parece acertada. La cuestión está en dar ocupación civilizada a todas esa gente vagabundas y peligrosas que son simples gauchos en su mayor parte, sin dejar de ser indios.

Este sistema concluirá por librar al gobierno de raciones y vestir a 25 mil indios al cabo de 10 años”.

 

Fragmento del libro “Estado y cuestión indígena”, de Enrique Hugo Mases

 

 

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