viernes, 3 de octubre de 2025
Raúl Prebisch, elaboró un informe preliminar sobre la situación económica argentina, y recomendó el ingreso del FMI al país

La contrarrevolución de septiembre venía nimbada de adecuados símbolos. El nombre de Raúl Prebisch era insustituible en el séquito liberal. El 2 de octubre de 1955 llegó al país el famoso amigo de Inglaterra, hijo dilecto de la Década Infame.

Antes de tomar el próximo avión hizo entrega a Lonardi de sus “recomendaciones”. El gobierno de los nacionalistas las adoptará y el gobierno de los liberales los llevará a cabo después de la caída de Lonardi, lo que permite una evaluación bastante ecuánime de la profundidad de las contradicciones que en definitiva enfrentaban a ambas tendencias. Con su oratoria benigna, Lonardi daría a conocer el 26 de octubre un “Informe”, sobre “la situación económica del país”.

Se fundaba sobre un “plan” elaborado por Prebisch y un selecto grupo de colaboradores.

Rodeado por un equipo de veteranos expertos pro británicos, Prebish redactó en ocho días su “informe” a Lonardi. El más importante colaborador fue Rodolfo Katz, perito al servicio de los ingleses.

En la revista Atlántida de noviembre de 1963 y bajo el título de “Reportaje al zar de la información” se presentan curiosas referencias intimas de un personaje importante y poco conocido de los “servicios económicos del imperialismo inglés en la Argentina. Rodolfo Katz era el director y propietario del Economic Survey, una publicación que no se vendía sino mediante suscripción anual y que aparecía en inglés semanalmente. Vinculado en Alemania a empresas británicas inversoras en la Argentina, Katz abandonó el país con la llegada de Hitler. Antes, en Berlín, había conocido a Federico Pi-nedo y Raúl Prebisch, y desde entonces quedaron ” flechados”.

Desde 1940 residió en Buenos Aires, y con el apoyo de grandes empresas extranjeras -a las cuales ha servido lealmente durante muchos años difundiendo puntos de vista diametralmente opuestos al interés nacional- organizó su Economic Survey. Durante el período de Perón, a este agente inglés las cosas se le volvieron difíciles y debió abandonar el país. Prebisch lo refugió en la CEPAL. Volvió con la caída de Perón. Su boletín tenía 6.500 suscriptores; se distribuía a mano. Percibía en total unos u$s 400.000 anuales (valor 1963) de ingresos por suscripciones. Este caballero era el principal, o uno de los principales, según confiesa en la revista Atlántida, redactor del Plan que firma Prebisch.

Se trataba de aterrar al país ante el espectáculo de una quiebra nacional, con el designio de prepararla, y de justificar la contrarrevolución, a la luz de esa crisis.

El saldo deudor neto, según publicaciones oficiales posteriores, que el país mantenía con el exterior a fines de 1955 era de 37,7 millones de dólares. Eso significaba el 7% de las reservas de oro y divisas disponibles por el Banco Central.

La Revolución Libertadora transformó las cuentas recíprocas de todo el sistema de convenios bilaterales, en una masa única de deuda y rompió todos los convenios mencionados, orientando su comercio exterior hacia el sistema multilateral aconsejado por los ingleses.

Pero las declaraciones de Prebisch -como las que formulara Alsogaray luego, como ministro de Industria de la revolución- importan poco. Más significativos serán sus actos. La desnacionalización del Banco Central, la devaluación de la moneda, la liquidación del IAPI («entidad perversa y perniciosa, dirá el infortunado Lonardi), la declinación de la cartera crediticia del Banco Industrial indican las grandes líneas del proceso. En octubre, al devaluarse el peso, se opera el primer gran traslado de ingresos al sector agropecuario desde hacía una década. Se unifican los cambios a dieciocho pesos por dólar y el campo se baña en una dulce lluvia de oro.

A partir de 1955 -dice un economista de filiación radical- se fue desmantelando paulatinamente el control de precios para la comercialización interna de artículos de primera necesidad, de manera tal que los precios de la producción agropecuaria vendida internamente pudieron ascender libremente bajo el estímulo de la devaluación monetaria y el aumento de los precios de exportación.

El país imprimía a su orientación económica una “vuelta de campana” y se inclinaba a su estructura tradicional, agropecuaria y exportadora. Al desaparecer el régimen nacionalista de Perón, las clases antiguas ocupaban su lugar. Así definíase el contenido de la Revolución Libertadora. Ahora, tenía la palabra la ansiosa “inteligencia”, que detrás de sus versos, sus alambicados ensayos, sus lágrimas y su gusano metafísico, escondía un sólido realismo.

 

Fragmento del libro “Revolución y contrarevolución”, de Jorge Abelardo Ramos

 

Compartir.

Dejar un comentario