
Ni bien cedió el rigor del invierno, el padre Luis Marchiori emprende una nueva gira acompañado esta vez por Manuel Vargas. Recorre, poco más o menos, la misma región y el 22 de marzo de 1915 anota en la crónica de la Misión de San Carlos de Bariloche: “Después de una gira de siete meses por los campos del sur, en la que pudimos hacer 915 bautismos, casi otras tantas inscripciones en el Registro Civil, 2.000 confirmaciones, 58 matrimonios civiles y religiosos, llegamos finalmente a Bariloche”. Los misioneros eran también agentes del Registro Civil y llevaban los libros de nacimientos y matrimonios. Uno de los hechos más destacables de esta gira misionera fue el casamiento -civil y religioso-del famoso pistolero buscador de oro, Martín Sheffield, con María Santos Pichún, chilena, en el paraje llamado Laguna Sheffield, cerca de El Bolsón, el 18 de enero de 1915, quedando así legitimados sus 12 hijos naturales.
Celebraron la Semana Santa en Bariloche, terminando el 11 de abril con la bendición de “todas las casas del pueblo. Hizo [el misionero] el censo de todos los habitantes del pueblo de Bariloche, arrojando un total de 653 pobladores entre chicos y grandes. Familias cristianamente formadas 54, casados sólo civilmente 18; sin casar 22, insolventes 7”. En los ratos de tiempo libre -muy escasos, por cierto- desmontaron con pala y pico la cuadra de tierra que pertenecía a la capilla, la araron con arado y bueyes prestados y la sembraron con avena.
Esta gira, como la anterior, debía terminar con el regreso a Viedma; pero “el hombre propone y… ” las nieves andinas y los torrentes henchidos los obligaron a invernar en Bariloche. Cuando ya se disponían a partir “se descompuso el tiempo y empezó a llover día y noche por espacio de 40 días casi sin interrupción, creciendo enormemente los lagos y ríos; el Nahuel Huapi creció 3 m y medio. Era impresionante cómo azotaba las orillas y los muelles. Los caminos quedaron todos cortados. Resultado: nos quedamos aprisionados en Bariloche. Hasta el Gobernador del Río Negro hace un mes que está por partir todos los días y ciertamente que no lo podrá hacer hasta que no termine este bloqueo”.
Comunicaron al padre Inspector la imposibilidad de regresar a su sede y éste dispuso que se quedaran en Bariloche. Pero ¿dónde alojarse? “Nuestros bolsillos no daban para hoteles. Los primeros días los pasamos en una casa deshabitada cerca de la Capilla. Cuando vino su dueña emigramos a la de unos buenos viejitos. Pero al poco tiempo se llenó de chilenos, en tal forma que nos estorbábamos los unos a los otros para comer, dormir y hasta calentarnos. Nos vino el pensamiento de disparar de Bariloche. ¡Pero ni en aeroplano…! Las únicas que dispararon fueron nuestras mulas que ya traíamos cansadas y flacas por un millar y medio de kilómetros. Varias veces intentaron escapar presintiendo el invierno terrible de este año.

No les quedaba otra alternativa que ponerse a levantar una vivienda y un cobertizo para los animales. El padre Marchiori no se amilanó ante la falta de recursos. Dijo a la gente que si quería que el cura se quedase, lo ayudaran a hacer la casa. Todos prometieron colaborar. La Compañía Chile-Argentina hizo una rebaja del 30 por ciento sobre el precio de la madera dando además facilidades para el pago. Contrataron un carpintero y trabajando a la par de él en quince días, a pesar de la persistente lluvia, estuvieron terminadas las tres piezas junto a la capilla. La gente quedó extrañada de cómo trabajó el misionero, pues apenas estuvo terminada la casa se puso a cercar con tablas el terreno y, ayudado por Vargas, construyó un galpón para los animales. La población no dejó de colaborar, los dueños del cine dieron una función cuya recaudación destinaron para solventar los gastos de la construcción. Pero no pararon ahí: el 20 de julio, en pleno invierno, se iniciaron también los trabajos de ampliación de la capilla que estuvieron terminados el 30 de agosto.
El inquieto padre Marchiori no se daba tregua un momento; el mal tiempo y el barro no eran impedimentos para dar catecismo todos los días a los niños y no perdía ocasión para atraer y reunir a la gente mayor. Con ese propósito, al acercarse el mes de octubre reunió a los españoles para preparar la celebración del descubrimiento de América. Durante varios días tanto hombres como niños y niñas asistieron a los ensayos de canto. El 12 de octubre se ofició un solemne Te Deum; los caballeros cantaban desde el coro, los niños y el pueblo desde abajo. A la salida de la función se cantó “La Virgen María es nuestra Protectora” con la música de la marcha real española. En la puerta de la iglesia se distribuyeron golosinas a los niños y niñas y ramilletes de flores con los colores de la bandera española a los mayores, preparados por la señora Waldina de Alanís y un grupo de señoritas.
Con la llegada de la buena estación el padre Marchiori debía volver a sus excursiones misioneras, pero el 1º de octubre de ese año el Superior salesiano, padre Luis Pedemonte, había creado un nuevo centro misional en San Carlos de Bariloche a cargo del padre Marchiori, por lo que comunica a su Superior: “Sentiría marcharme y dejar abandonado todo lo bueno que se empezó. ¿No sería posible que el padre destinado para esta casa viniera a suplirme durante mi ausencia?”. El 10 de noviembre de 1915 llegó el padre Julio Mauro como vicepárroco y agregado a la misión, acompañado por el hermano José Caranta para atender las necesidades espirituales de la población. El padre Marchiori pudo volver a sus interminables correrías misioneras, aunque no pocas veces alternaron sus ocupaciones.
Fragmento del libro “La cruz en el lago”, de Clemente Dumrauf