sábado, 27 de julio de 2024
Foto ilustrativa de un boliche de la localidad de Telsen. Foto: Henry Bowman

Del análisis del funcionamiento interno de estos almacenes surge que trabajaban sobre la base del crédito anual. Las mercancías eran vendidas a crédito, que se cancelaba con lo producido (debemos tener en cuenta aquí que la circulación de moneda era mínima cuando no inexistente). De esta manera el comerciante se aseguraba “monopólicamente” la adquisición de la producción de los crianceros del lugar.

El comerciante, debía regular el consumo de acuerdo al volumen de producción que, según sus cálculos, el criancero podía entregarle. Pero debemos remarcar que la principal característica de estos boliches era que tenían como clientes a productores minifundistas en general que vivían con incertidumbre la ocupación de la tierra, la cual impactaba en la forma de sociabilidad.

Por este mecanismo, los saldos impagos se acumulaban acrecentando así la deuda y la consecuente dependencia, que implicaba el trabajo a cuenta para poder saldarlas. Uno de los principales indicadores para el análisis de este mecanismo de acumulación fueron los “libros de asientos”, de varios de estos negocios que no permitieron inferir las diferencias entre los barraqueros-acopiadores de las zonas urbanas y el que el bolichero pagaba al poblador. Esta diferencia era en casi todos los casos de entre un 70 y un 100%.

Ese mecanismo de acumulación de capital llevó al endeudamiento progresivo al pequeño productor. Esta relación criancero-comerciante se fue profundizando con el paso del tiempo. Analizando los expedientes del Instituto de Tierras, se pueden constatar estas situaciones conflictivas en la que figuran muchos comerciantes rurales o bolicheros accediendo a la tierra mediante a la compra de mejoras a cambio de deudas con el boliche. A partir de allí en un término de entre 5 y 20 años habían alambrado, pagando los cánones de arrendamiento e iniciado el trámite para acceder a la propiedad, en muchos casos con la recomendación del inspector de tierras o la policía, de que cambie la adjudicación fiscal. En estos legajos figuran también las cartas de los pobladores que habitaban y compartían el campo y que expresaban estar desde tiempos anteriores, reclamando a la oficia de tierra el desalojo del comerciante por usurpación de su tenencia, o porque este había alambrado terrenos de su pertenencia.

Los crianceros resistían activamente esta situación llevando adelante diferentes estrategias entre las cuales estaba, como vimos, la de la vía legal. Era corriente también la violencia explicita en los boliches cuando las cuentas “no cerraban”, o la resistencia a la policía cuando por orden del estancieros o comerciantes con anuencia de abogados y jueces entraban a sus campos a embargarles bienes.

Fragmentos extraídos del libro “Tel’sen”, de Liliana Elizabeth Pérez

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