No tengo empacho en denominarlo personaje porque le caben todas las dudas pero le sobra personalidad cuando lo consideramos uno de esos hombres que, si no existieran, habría que crearlos. Son los que mueven las sociedades, son los que originan inquietud de no aceptar todo lo que viene de arriba, sino que invitan al debate, a la acción sí, hasta la barricada.
Osvaldo Bayer
En el seno de una familia acaudalada de San Sebastián, nace en noviembre de 1879 José María Borrero, hijo de Joaquín Borrero y Adelaida Martínez. Hombre polémico para su tiempo, este español fue poseedor de una audaz inteligencia y de un poder de oratoria extraordinario. Ismael Viñas nos dice de él que: “era un hombre culto, digno, caballeresco: su única desgracia fue haber nacido con dos siglos de atraso…”
Su formación académica fue vasta. Estudió en el Seminario Conciliar y Universidad Pontifica de Santiago de Compostela, donde se recibió de Doctor en Teología y, aunque se arrepintió a último momento, estuvo a punto de ordenarse sacerdote. Luego se trasladó a Madrid donde se licenció en letras y de allí a Tolouse, Francia, donde alcanzó el título de Abogado, mientras perfeccionaba sus estudios de latín y filosofía.
Hacia el año 1912 fue contratado por la Universidad de San Marcos en Lima, Perú, para dictar la Cátedra de Historia de la Filosofías y latín. Es así como José María Borrero arriba a América. En verdad pasa poco tiempo para que recale en suelo patagónico ya que debió huir de Lima a Chile y de allí hasta Esquel. En ambas oportunidades tuvo que evadirse por estar involucrado en intentos revolucionarios y por ser el autor de fogosos artículos de oposición al gobierno.
No sabemos muy bien como llego a Trelew, aunque ya para 1915 lo encontramos radicado en la ciudad, donde ejerció su profesión participando activamente en la vida social y pública del pueblo. Veremos que fue protector del Circulo Católico de Obreros en 1915 y con posterioridad, en 1916, su Presidente. Encabezó la subcomisión de festejos de la Sociedad Española de Socorros Mutuos en 1915, y fue presidente de esa Institución en el período 1917-1918.
En el año 1920 con motivo de la inauguración de la nueva Sede de la Sociedad Española, incendiada en 1918, visitó la ciudad la compañía teatral Serrano-Mendoza, en la cual actuaba como tramoyista Antonio Soto, quien tendría una participación central en las huelgas de Río Gallegos, cuya feroz represión denunciará luego José María Borrero. Seguramente Soto y Borrero se conocieron en esta ocasión cuando el actor formó parte activa de una gran huelga local, arengando a los trabajadores de Trelew.
Osvaldo Bayer reconoce su habilidad en el debate remarcando “su capacidad oratoria y poder de embarrar al más pintado…”, según este autor “Borrero era uno de esos hombres que es mejor tenerlo de amigo que de enemigo”, y agrega “no había que dejarlo hablar (me decía el Comisario Guadarrama de Río Gallegos) porque sino convencía hasta las piedras”.
De ello dio prueba fehaciente cuando defendió en Juicio Oral (por encargo de la colectividad Sirio-Libanesa) a un miembro de la familia Aidar. El caso era el siguiente. Una joven de la familia Aidar fue seducida por un amigo de la familia, de apellido Chambon, perteneciente a la misma colectividad. Este hecho grave para los cánones de la moralidad de la época desató la ira y la venganza de los miembros masculinos de la familia, quienes asesinaron al seductor. Ante este hecho de sangre, el pueblo de Trelew, indignado, hizo escuchar su voz, llegando al punto de querer linchar a los ejecutores de la muerte de Chambon. Llegado el juicio oral –según Bayer- “la intervención de Borrero fue magistral. Con su verba cambió la opinión de todo el mundo…. Hablo de la debilidad de la mujer ante el hombre y que el seductor es un delincuente que roba la buena fe de quien lo quiere. Las mujeres que concurrieron al juicio como espectadoras lloraron ante las palabras del abogado español. Convirtió a los acusados en campeones de la defensa del sexo femenino… cuando uno de los jóvenes de la familia Aidar que se había hecho culpable para salvar a los otros miembros, salió con la mínima pena todo Trelew llevó en andas al abogado español…”.
Luego de una suma de enfrentamiento personales hacia 1920, Borrero decidió marcharse de la ciudad y trasladarse a Río Gallegos, aun habiendo conseguido un lugar en el Concejo Municipal de Trelew. Osvaldo Bayer nos dice al respecto que “algo muy grave tiene que haber pasado en la vida de este hombre, tan brillante, tan encima de la medianía, para ir a parar a un pueblito patagónico, donde se puede ir sí, con otras ambiciones, por ejemplo enriquecerse o alejarse del mundo ruidoso para vivir una vida individual profunda y cercana a la naturaleza. Pero para él, que más que todo era un polemista y le gustaban los temas políticos y filosóficos, con un acendrado gusto por la vida social, era más apropiada cualquier ciudad europea, que Trelew. Por supuesto, de inmediato, Trelew le quedó chica y se la metió en el bolsillo”.
Pero ¿por qué decidió mudarse y radicarse en otra ciudad?. ¿Qué lo llevó a alejarse de ese Trelew en el que venía consiguiendo tanta trascendencia pública y política?. Muchas podrían haber sido las causales: una discusión pública con el cura del pueblo; un enfrentamiento armado de resonancia policial con el señor Manuel Graiño. O tal vez por motivos profesionales, asuntos de clientes de la colectividad española alojados en Río Gallegos, con los cuales mantenía relación desde tiempo atrás.
Lo cierto es que hacia allí se dirigió y se estableció. Al poco tiempo fundó un diario y fiel a su personalidad y a su espirito combativo y militante, Borrero tomará parte activa en las revueltas que se desarrollaron en 1920 en Santa Cruz, siendo, como muchos historiadores lo han catalogado, uno de los ideólogos y dirigente del Movimiento Obrero.
Para 1927 se marchó definitivamente de la zona y se instaló en Buenos Aires, donde desarrollo actividad como periodista. Tendrá un papel importante en el Diario La Montaña. Es en este periódico donde publico su libro “La Patagonia Trágica”, obra en la cual prometió una segunda parte llamada “Orgias de Sangre”, que desgraciadamente nunca llegó a ser publicada, ya que los originales fueron robados de su archivo personal cuando murió en el Hospital Muñiz, el 21 de enero de 1931, a causa de una tuberculosis pulmonar a los tempranos 51 años de edad.
Al recorrer las páginas de La Patagonia Trágica encontramos expuestas las denuncias a uno de los más grandes genocidios que conoció la historia nacional: sangrientas operaciones de exterminio indígenas y las cusas que lo motivaron. Expone también las miserables condiciones de vida de los trabajadores de la campaña y de los peones de campo, sublevándose con todas estas condiciones que solo causaban una cadena mayor de desesperanza, violencia y dolor.
Borrero denuncia el asesinato de 1500 obreros en la Estancia Santa Anita (solo una parte de la masacre perpetrada) y del abuso de poder de las fuerzas armadas. Pero por sobre todas las cosas, la protesta de José María Borrero fue y es una denuncia que se alza en alta voz contra el olvido y el silencio.
Extraído del Artículo: José María Borrero: Una Voz Contra el Silencio, de la Prof. Melissa Selva Andrade