sábado, 19 de abril de 2025
Juan Calfucura y Domingo Sarmiento

En abril de 1868, al mando de dos mil guerreros “en su mayor parte guluche”, Calfucura atacó el sur de Córdoba. Sería el inicio de una ofensiva que se mantuvo imparable en los siguientes dos años.

Este escenario de guerra se agravaría tras la llegada a la Presidencia de Argentina de Domingo Faustino Sarmiento. Este asumió la primera magistratura el 12 de octubre de 1868. Una de sus primeras medidas fue fundar el Colegio Militar e importar toneladas de ametralladoras y fusiles Remington para el ejército.

La respuesta de Calfucura fue contundente. Entre 1870 y 1871 lanzó una serie de incursiones sobre distintas localidades de Buenos Aires. Bajo su mando, seis mil guerreros vestidos con cueros de guanaco, armados con poderosas lanzas y montados a caballo avanzaron hasta Alvear, Veinticinco de Mayo y Nueve de Julio.

Fueron años de lucha y de sangre para evitar que los invasores siguieran corriendo la frontera. Ya lo apuntamos. Miles de estos guerreros provenían desde Gulumapu, territorio donde Kilapán preparaba a su vez una gran ofensiva contra los fuertes emplazados por Cornelio Saavedra en la línea del río Malleco.

Como se verá más adelante, la guerra por la defensa de Wallmapu se desarrollaba en dos teatros de operaciones. No era casualidad aquello. Existía una evidente coordinación entre los ejércitos argentino y chileno para operar como eficaz tenaza.

Sarmiento: el único mandatario que logró derrotar a Calfucura

Pero detengámonos un minuto en el particular perfil del presidente Domingo Sarmiento, a la postre el único mandatario que lograría derrotar en el campo de batalla a Calfucura.

Sarmiento es hasta nuestros días uno de los personajes más discutidos de la historia nacional Argentina. Para unos es un intelectual de fuste y un escritor genial, básicamente por Facundo, civilización y barbarie, una de las obras cumbres de la literatura latinoamericana y que escribió mientras estuvo exiliado en Chile.

Para otros es el “padre del aula”, por sus esfuerzos para proclamar, siendo mandatario entre 1868 y 1874, una avanzada ley de educación obligatoria, gratuita y laica, fomentando con ello la escolarización y la cultura de toda la población argentina. Y están quienes lo califican como un racista y un loco, ello por sus desaforadas opiniones políticamente incorrectas y que tuvieron en tiempos de Calfucura a los mapuches como blanco predilecto.

Sarmiento, como buen liberal de su tiempo, concebía a los mapuches y otros pueblos originarios del continente americano como bárbaros, salvajes y opuestos a la civilización. También como razas inferiores destinadas, ante el avance civilizatorio europeo, a desaparecer de manera irremediable. El 27 de septiembre 1844, un año antes de publicar su Facundo y estando todavía en Chile, Sarmiento se mandó el siguiente comentario para el bronce en las páginas de su diario El Progreso.

Chile ha de absorber, destruir, esclavizar, ni más ni menos que lo habrían hecho los españoles. [Estos] hacían simplemente lo que todos los pueblos civilizados hacen con los salvajes: absorbe, destruye, extermina. Puede ser muy injusto exterminar salvajes, pero gracias a esta injusticia, la América está ocupada hoy por la raza caucásica, la más perfecta, la más inteligente, la más bella y la más progresiva de las que pueblan la tierra. Las razas fuertes exterminan a las débiles, los pueblos civilizados suplantan en la posesión de la tierra a los salvajes. No debieran nuestros escritores insistir sobre la crueldad de los españoles para con los salvajes de América, ahora como entonces, nuestros enemigos de raza, de color, de tendencias, de civilización.

El texto publicado por Sarmiento era una feroz crítica al libro de otro intelectual de aquel entonces, el abogado y escritor chileno José Victorino Lastarria. Este tuvo la pésima ocurrencia de reivindicar en su obra las gestas de los mapuches en la Colonia. Y ello desató la indignación del argentino.

De regreso en Argentina, su postura la expuso en los principales diarios trasandinos y la radicalizó al extremo tras dejar la Presidencia de la Nación. De muestra el siguiente texto publicado en el periódico El Nacional con fecha 25 de noviembre de 1876:

¿Lograremos exterminar los indios? Por los salvajes de América siento una invencible repugnancia sin poderlo remediar. Esa calaña no son más que unos indios asquerosos a quienes mandaría colgar ahora si reapareciesen. Lautaro y Caupolicán indios piojosos, porque así son todos. Incapaces de progreso. Su exterminio es providencial y útil, sublime y grande. Se los debe exterminar sin ni siquiera perdonar al pequeño, que tiene ya el odio instintivo al hombre civilizado.

Sobre estas concepciones racistas, propias de su tiempo según los defensores de Sarmiento, se asentaba un proyecto social que excluía al indígena del desarrollo nacional y preveía su reemplazo por colonos extranjeros, ingleses y estadounidenses los favoritos de Sarmiento.

Fragmento del libro “Historia Secreta Mapuche”, de Pedro Cayuqueo

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