viernes, 25 de julio de 2025

La economía de los hogares argentinos, particularmente en la Patagonia, atraviesa un proceso de deterioro que ya no se mide en bienes durables sino en la subsistencia diaria. Así lo advierte el economista César Herrera, del Observatorio de Economía de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco, quien asegura que “hay muchas familias que ya no alcanzan a cubrir ni siquiera la canasta básica” y que por eso deben recurrir al endeudamiento para poder alimentarse.

“Lo que estamos observando es un fenómeno muy preocupante: el uso de tarjetas de crédito o préstamos personales para comprar comida”, sostuvo Herrera, tras analizar los últimos datos del Banco Central de la República Argentina (BCRA).

El especialista detalló que si bien el sistema bancario argentino históricamente ha prestado poco al público -con uno de los niveles más bajos de crédito de América Latina- en los últimos meses se ha registrado un repunte en el financiamiento al consumo, pero con tasas de interés “altísimas” y condiciones que terminan atrapando a los hogares en una “bola de nieve”.

“Hay personas que sacan un préstamo para pagar otro préstamo, o para pagar la tarjeta. Es una cadena que no se corta y que empeora mes a mes, porque la deuda se paga con más deuda”, explicó.

Tasas impagables y salarios estancados

Según el análisis de Herrera, el sistema financiero cobra tasas de interés que superan los 30 puntos porcentuales por encima de lo que paga a los ahorristas. Este “split” -como se conoce técnicamente a la diferencia entre tasa activa y pasiva- se agrava en un contexto de desinflación, donde ya no se produce el efecto de “licuación” que antes podía jugar a favor del endeudado en tiempos de alta inflación.

“Hoy las tasas son reales positivas, lo que significa que endeudarse es mucho más caro y no se compensa con una suba de ingresos. De hecho, los salarios están estancados o en retroceso”, sostuvo el economista. Como ejemplo, indicó que el poder adquisitivo del salario de los docentes universitarios cayó desde 2 canastas básicas en enero de 2023 a solo 1.5 en enero de 2025, y que en los últimos meses ha comenzado a descender nuevamente.

La situación es aún más crítica para los trabajadores informales, que siguen creciendo en número y no tienen mecanismos de actualización salarial, ni capacidad de negociación frente al alza constante del costo de vida.

Morosidad y señales de alerta

Según algunos datos la morosidad en préstamos personales ya supera el 4%, mientras que la morosidad en tarjetas se incrementa mes a mes. A diferencia de los consumidores particulares, las empresas han mejorado su desempeño en este aspecto, con tasas por debajo del 1%.

“La preocupación central es el deterioro rápido del esquema de pago de las familias. Se están utilizando instrumentos financieros para cubrir el día a día, no para invertir ni adquirir bienes duraderos”, advirtió Herrera.

Ante este fenómeno, Herrera no oculta su preocupación: “Se está incubando a fuego lento una crisis que no hemos visto nunca”. Y aunque plantea recomendaciones para mejorar la administración financiera de los hogares -como evitar el consumo anticipado, revisar el costo financiero total de los créditos o intentar desendeudarse- reconoce que en la mayoría de los casos ya no se trata de decisiones racionales, sino de la imposibilidad de elegir.

“Cuando se pagan servicios, alquiler y otras obligaciones básicas, no queda margen. Si no hay efectivo, se recurre a la tarjeta o al préstamo. No es una elección, es una necesidad”, resume.

Incluso llega a proponer medidas que podrían parecer extremas, pero que para él reflejan el cambio de época: fomentar las huertas urbanas, la producción colaborativa de alimentos y hasta monedas complementarias como formas de organización comunitaria frente a una economía que ya no da respuestas.

“Estamos cambiando a fuego lento de un régimen. Vamos a tener que hacer cosas que no hicimos nunca. Volver a relacionarnos con la tierra, con otras formas de trabajo, de intercambio”, reflexionó.

Lejos de ser un fenómeno aislado, lo que describe Herrera se está extendiendo a lo largo y ancho del país. Una crisis silenciosa, profunda y estructural, que ya no se expresa en estadísticas macroeconómicas sino en la cotidianidad de miles de hogares endeudados para poder comer.

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