domingo, 6 de julio de 2025
Trabajadores del petróleo

Algunos vecinos toman por asalto el carro en el que trasladan el agua hacia el campamento, sabiendo que así inutilizarían los trabajos. Beghin defiende el carro a punta de pistola, invocando una lealtad hacia el Gobierno Nacional que no convence al comisario del pueblo, J. Porcel, quien pretende encerrarlo a fuerza de rebenque.

En esa crítica circunstancia interviene Juan Pevet (presidente de la Comisión Vecinal), quien convoca a una asamblea del pueblo para escuchar las explicaciones de Beghin. Este pide un mes más de plazo para avanzar con la perforación. Son los primeros días de noviembre.

Al día siguiente, Pevet visita el campamento junto a Toribio Larrea, conocedor de trabajos mineros. Le pide a Beghin que le mostrara el material extraído del suelo. Larrea examina las muestras y pregunta:

-¿Está usted seguro de que este suelo es del pozo?

-Sí señor -responde Beghin-.

-¿De qué profundidad?

-No estoy seguro.

-Bien, Beghin, ésta es espirita de hierro. Pierda pues todas las esperanzas de encontrar agua potable. Si prosigue, cualquier otra cosa es probable.

-Por amor de Dios -implora Beghin-, no digan ustedes nada al pueblo. Quiero seguir hasta que todo se haga pedazos. Si fracaso, tomaré la cordillera.

Pevet apoya absolutamente a Beghin. Este no sabe por qué, pero quiere seguir adelante. Ignora que hay petróleo, pero está convencido de que la búsqueda no será infructuosa.

Beghin se apropia de los elementos necesarios para seguir. Toma “prestadas” algunas herramientas, solicita a Pevet un vale por 1.000 pesos para pagar al aguatero.

La relación con Fuchs es mala, pero no por eso éste deja de trabajar ni de utilizar todos sus conocimientos al servicio de la búsqueda. Escasea el agua para aliviar la inyección y la bomba está desgastada. Pierden los tubos de la caldera y no hay tiempo para pedir repuestos a Buenos Aires. Discuten Fuchs y Beghin sobre las soluciones a utilizar, prima el criterio de éste sobre la colocación de prensa estopas.

Por entonces, Krause ha dado la orden de levantar campamento y suspender los trabajos, ante la proximidad del límite de perforación de la máquina, en 500 metros. Sólo permite continuar cuando Fuchs garantiza que el equipo no se romperá.

El primero de diciembre de 1907, la situación es crítica. Faltan los elementos indispensables y quedan pocas barras de sondeo. El día 7, la perforación está en 525 metros, cuando Beghin se siente particularmente “solo y abatido, sin el apoyo de todos los que se sintieron héroes después”. Invoca su fe de creyente para pedir al cielo “que esa tierra reacia me confiara su secreto”.

El día 13, a las 7:30 de la mañana, Beghin llega al campamento y saluda a Fuchs, quien en su incipiente castellano responde con un “buen día, compadre”. La perforación está a 535 metros y sólo queda barra para llegar a 550.

En la canaleta aparecen unas manchas tornasoladas, que en un principio se atribuyen a un exceso de aceite en la bomba y roscas de barras. Reconvienen al foguista. Beghin vuelve a la canaleta, revisan con Fuchs los prensa estopas con que repararon los tubos, van a la canaleta. Beghin toma una muestra con las manos en tasa y la huele.

“Gran Dios, encontramos kerosene. Es del Estado, vamos a comunicarlo”.

Fuchs en un principio sugiere que podría no ser nada, recomienda esperar “5 o 6 días”. Beghin insiste: “esto es una riqueza del Estado argentino, aquel que traicione al gobierno, irá preso por 10 o 15 años. Usted, Fuchs, cumpla mis órdenes, desde hoy no pisan más esas cuatro o cinco personas que vienen a verlo desde hace unos días, hasta que el gobierno dé a publicidad las riquezas”.

Tras redactar el telegrama, Beghin le pide a Fuchs que también lo firme.

La redacción en castellano del telegrama que confirma el hallazgo no es un detalle menor, ya que antes las comunicaciones se hacían en alemán, con traductores de por medio.

Como respuesta, Krause y Hermitte disponen el envío, al día siguiente, del ingeniero Viteau para relevar la importancia del yacimiento.

Diez días después, el presidente Figueroa Alcorta firma el decreto por el que declara reserva fiscal un área de 200.000 hectáreas a la redonda del punto del hallazgo, en lo que marcó la primera decisión estratégica del Estado argentino en la preservación del hidrocarburo hallado.

El mérito de Beghin y Fuchs, cada uno desde el rol que le tocó jugar, es innegable, más allá de la discusión que aún hoy motiva el interés al que respondía la presencia de uno y otro en el campamento.

Una vez más, el protagonismo en un hecho trascendente hizo que las placas de bronce cubrieran o exageraran, según la óptica, las contradicciones humanas de esos actores.

Tal vez porque, dijimos, la historia no suele anunciarse y simplemente ocurre, imperceptiblemente, a diario y en el hacer de hombres, inmersos en una confluencia de circunstancias difíciles de manejar.

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