Sin dudas, los grupos más numerosos están integrados por catamarqueños y riojanos. Se convocan unos a otros y una gran cadena de manos para el trabajo une el norte con el sur del país.
El 20 de julio de 1940, se reúne un entusiasta grupo de norteños en el Hotel Imperial para crear el Centro Mutual y Cultural Catamarqueño; ahí se elige una comisión provisoria y asume la responsabilidad de difundir la novedad e invitar más catamarqueños para la asamblea que se realizará el 15 de septiembre. La primera comisión directiva está presidida por Leandro Cáceres Cano. La mayoría reside en los campamentos.
Para funcionar alquilan un saloncito en Sarmiento 635 y con el aporte de los socios, compran un terreno en Chacabuco 644; enseguida organizan la “peña” que necesitan como estación de contención para el canto y la danza folclórica que les viene de herencia. Don Andrés García es el coordinador, preparan números musicales y conjuntos de danza para presentar en las fiestas del petróleo, también se crea una Escuela de Danza Folclórica donde cientos de chicos y chicas, catamarqueños o no, aprenden a bailar.
Cada encuentro sirve para estrechar vínculos, para proyectar el futuro, para compartir los sueños intangibles por el momento; organizan rifas y festivales que le permitan construir un salón en el terreno propio.
A mediados de la década del 40 ya es una institución sólida, hay dinero entre los que trabajan en el petróleo y el pueblo tiene necesidad de buenos espectáculos. Los organizan y superan las piedras que les ponen en el camino: “Once meses estuvimos esperando que nos firmen la autorización donde iba a actuar la orquesta de Héctor Varela”.
Los catamarqueños están decididos a tener un gran edificio y nadie los detiene, a la orquesta de Héctor Varela le siguen: Armando Pontier, Alfredo De Angelis, Francisco Canaro, Firpo, Cambareri, Eduardo Falú, El Chúcaro y su Ballet; Los Fronterizos, Hernán Figueroa Reyes, se combinan las presentación en el baile y las audiciones de LU4.
Una gauchada paisano
Juan Alanis está en la comisión y es el encargado de buscar, en una fría mañana del invierno de 1955, el piano de cola que le prestaron a Don Souza para el baile que se realizó el fin de semana pasado en el Palacio de los Deportes. Después de acordar día y hora de la devolución y cuando están a punto de despedirse, el portugués le pregunta si no quieren comprar el edificio: “Haga como hicimos nosotros los portugueses para comprar el salón Luso, llame a todos los catamarqueños, junten algo de dinero y cómprenlo”.
El ‘edificio’ es un galpón de chapas ondalit y el precio es de $1.250.000… inalcanzable. Tiene unos días para responder. Al 16 de septiembre faltan $ 180.000 y no hay donde seguir pidiendo. Visitan al escribano Roque González que les lleva los papeles, está al tanto del proyecto y ante la imposibilidad de reunir el total, él mismo les presta el faltante.
Don Juan, ypefiano, vinculado al Hospital Alvear, sueña con un edificio propio para ofrecer servicio médico a sus socios, así como la Asociación Española. El proyecto es la construcción de un edificio de 10 pisos, en San Martín 847. “Lo primero que hicimos fue devolver la plata que nos prestaron”.
En 1959, inauguran la primera etapa, sin prisa pero sin pausa continúan las obras, suspendidas en varias ocasiones por redestinar los fondos a contingencias en los pueblos catamarqueños que los impulsan a la solidaridad.
Extraído del libro “Crónicas del Centenario” editado por Diario Crónica en 2001