Don Antonio Miroglio recorre a caballo la zona de la aguada Matías, desde el camino que corona la parte alta del cerro observa un pequeño valle de dunas, matorrales altos y chorrillos de agua. Un buen lugar para establecerse.
Allí construye un rancho de adobe que blanquea con cal, una parte es para la familia, otra para el boliche… en el palenque se lucen monturas y caballos de los peones que trabajan en las estancias cercanas.
En el boliche aparecen los horneros de ladrillos, quinteros, chancheros, uno que otro carrero y músicos entre, otros personajes.
Para el fondo está la aguada Matías, para el otro lado el basural de la ciudad que está a cargo de Pedro Duarte. Hasta allí llegan los chicos buscando bronce, leña y chapas para las casitas que empiezan a poblar el pequeño valle.
Las familias que se establecen vienen de Chile, de la Isla de Chiloé. Entre 1958 y 1967 ocupan los terrenos que ya están marcados por la Municipalidad, los nuevos vecinos tienen “opción para elegir cualquiera, estaban marcados con estacas, los daban a pagar en comodísimas cuotas, a través del derecho de ocupante””.
En 1962, la Municipalidad ubica en esta zona a los vecinos erradicados del zanjón de la calle Urquiza y de otros sectores. Día y noche se observa gente construyendo.
Más adelante llega gente del interior de la provincia, los nuevos vecinos son del Chalía, Río Mayo y también de la provincia de Río Negro. En el año 2000, hay unas dos mil viviendas de chapa y/o material para albergar las 10 mil personas que allí residen; en su mayoría son albañiles, petroleros desocupados y petroleros ypefianos retirados.
El colectivo, más que un transporte En 1961, el transporte llega hasta La Paloma, después hasta el codo que forman las avenidas Kennedy y Rivadavia, más adelante a la Escuela N° 34 del vecino barrio La Floresta. Cada tramo demora varios años en sumarse.
Con el colectivo, “llega la luz, el agua, el gas… llegan un montón de beneficios, por eso los vecinos valoramos tanto al colectivo, a las líneas Newbery, los colectivos blancos…, los vecinos del barrio San Martín tenemos un gran afecto esas líneas, porque nos acompañaron cuando aquí no había nada. Detrás del colectivo vinieron los beneficios”.
Fragmento libro “Crónicas del centenario”