La Semana Santa es la festividad más sagrada del calendario litúrgico cristiano. Comienza el Domingo de Ramos y dura hasta el de Resurrección, aunque cada año se celebra en un día diferente, porque depende del calendario lunar.
La Semana Santa es la más sagrada del calendario litúrgico cristiano. Comienza el Domingo de Ramos y se prolonga hasta la Pascua o el Domingo de Resurrección. En esta semana se celebra el llamado Triduo Pascual, la pasión y muerte de Jesucristo y su resurrección victoriosa: su triunfo sobre el pecado y la muerte y su glorificación por el Padre.
Cuál es el origen de la Semana Santa
Los hechos que se conmemoran durante la Semana Santa se conocen gracias a la propia Biblia. Los apóstoles Mateo, Marcos, Lucas y Juan escribieron los acontecimientos que hoy aún se recuerdan. Se trata de todo lo que ocurrió durante los días previos y posteriores a la crucifixión (coincidió con la semana de la Pascua Judía), muerte y resurrección de Jesucristo.
Se recuerdan los últimos momentos de Cristo en la Tierra, es decir, desde que llega a Jerusalén proclamado Salvador, hasta que es procesado, muerto y enterrado y resucita.
En el año 325 el Concilio de Nicea fijó la fecha de celebración de Pascua para todo el ámbito católico occidental. A partir de aquel momento, y basándose siempre en el relato evangélico, cada país ha ido construyendo un conjunto propio de celebraciones.
Los primeros en conmemorar la Semana Santa fueron los judíos seguidores de Cristo, es decir, los primeros cristianos. Después lo hicieron, los propios romanos cristianizados, cuyos registros más antiguos al respecto datan del siglo IV.
No obstante, a medida que el cristianismo se expandió por el mundo, la manera en la que esta ‘Semana mayor’ se celebraba iba mezclándose con muchas tradiciones paganas que, en su mayoría, también tenían que ver la celebración de la primavera.
También con el paso del tiempo la Semana Santa se ha ido transformando, ya que el espíritu de la celebración no era el mismo desde el siglo XI al Concilio Vaticano II que después. Antes del Concilio, como recuerdan desde el Consejo General de Hermandades y Cofradías de la Ciudad de Sevilla, el objetivo era contemplar la Pasión y Muerte de Cristo e imitarla mediante actos penitenciales. Estos mismos sentimientos eran los que primaban en la liturgia, el Viernes Santo era día de luto rigurosísimo. No se celebraba la Eucaristía, no se daba la paz en los Oficios Litúrgicos, se comulgaba de lo presantificado, el color litúrgico era el negro riguroso, rigurosamente negro, no se tocaban los instrumentos musicales en las ceremonias litúrgicas, los Oficios Litúrgicos comenzaban en riguroso silencio, de rodillas todos los fieles y postrados los celebrantes ante el altar. Solo después del Vaticano II se ha comenzado a dar al Viernes Santo el sentido de una fiesta de triunfo de Cristo sobre la Cruz y la liturgia se ha vestido de rojo.
De acuerdo a la concepción cristiana, durante la Semana Santa, se evoca la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Es el momento más sobresaliente del calendario litúrgico. Ahora bien, la pregunta es ¿Qué relación tienen los íconos de la Pascua que hoy conocemos, tales como los huevos, las roscas y los conejos, con esta celebración? ¿Verdaderamente, se otorga el mismo sentido religioso a este acontecimiento como en la antigüedad?
Desde tiempos inmemoriales, la humanidad ha observado distintas festividades, consideradas sagradas para muchos feligreses. Sin embargo, con frecuencia ocurre que lo sagrado se mezcla con lo profano, formando un sincretismo de múltiples culturas. Muchas observancias paganas fueron cambiando de fecha, hasta coincidir finalmente, con la celebración de la Pascua.
El verdadero origen de la Pascua se remonta al año 1513 antes de Cristo, cuando el pueblo judío emprendió su éxodo desde Egipto, hacia la Tierra Prometida. Se celebraba cada año, como recordatorio de la liberación del pueblo hebreo.
En la víspera del primer día, se comían hierbas amargas mojadas en vinagre, para recordar la tristeza de la servidumbre. Y se narraban en tono cadencioso cánticos que hacían alusión a las diez plagas de Egipto.
El “cordero de Pascua” era escogido por cada familia. Con el tiempo, la ceremonia de inmolación fue llevada a cabo por la clase sacerdotal. El animal debía ser un macho cabrío, sano y de un año de edad. Se inmolaba al finalizar el día; y por la noche, se comía con lechugas amargas. No estaba permitido romper sus huesos, ni dejar restos de carne. Por esta razón, los israelitas se reunían en grupos, para cumplir con las prescripciones de orden sagrado. Durante los siete días posteriores al 14 de Nisán (mes del calendario israelita correspondiente a marzo – abril del calendario español), el pueblo hebreo sólo comía pan sin levadura (no fermentado), al que llamaban “ázimo” o “pan de aflicción”.
Por su parte, para los cristianos, la Pascua es la fiesta instruida en memoria de la resurrección de Cristo. El registro bíblico dice que la noche anterior a su muerte, Jesús se reunió con sus discípulos para celebrar la Pascua judía. Posteriormente, instituyó lo que se conoce como la “Cena del Señor”, y dijo a sus apóstoles: “sigan haciendo esto en memoria mía” (Lucas 22:19). La Cena del Señor debía celebrarse una vez al año; con ella se conmemoraba la muerte de Cristo.