Por si todas estas denuncias que enumeramos no fueran prueba suficiente de las formas de apropiación de estas tierras en Cushamen; desde Esquel, ya en el año 1959, un periodista se animó a publicar otras. Se trató nada menos que de Osvaldo Bayer, a quien su grado de compromiso con los pobres y los desterrados lo llevó a denunciar las mafias existentes, lo cual le costó su puesto en el diario Esquel, una amenaza de muerte y una falsa causa por asesinato.
Desde la tribuna de un nuevo periódico sacado por él a pulmón, titulado La Chispa, decía Bayer, el 24 de enero de 1959:
“Los dramas negros de Cushamen”
Comenzamos en nuestro primer número con el estudio del drama de la tierra de Cushamen, verdadero centro de expoliación e injusticias. Decíamos que hace cuarenta años el gobierno había otorgado la tierra a la tribu de Nancuchi Nahuelquir una reserva de 125 mil hectáreas. Con posterioridad llegó a la zona un ciudadano árabe de nombre Juan Steir quien solicitó al jefe aborigen Rafael Nahuelquir le alquilara la casa en que éste vivía, en el lote 140 de la colonia, hasta tanto él pudiera establecer una población. El Sr. Steir nunca pagó un centavo a Rafael Nahuelquir y además se negó a entregar la casa, que luego vendió con mejoras de su propiedad a otro ciudadano árabe: Heikel El Khazen.
Este caballero estableció un comercio y desde él comenzó el despojo de las familias aborígenes de la colonia.
Un Síncope
Rafael Nahuelquir, agotados los recursos para hacer valer sus derechos sobre la propiedad aludida, viajó a Buenos Aires para reclamar ante la Dirección Nacional de Tierras cuando corría el año 1935. Allí le informaron que ese lote era de su propiedad y que los intrusos debían pagar el alquiler y entregar las mejoras. En la Dirección de Tierras se le entregó a Nahuelquir una nota en la que se explicaba claramente la situación, y una copia del título a su nombre para que pudiera exhibirlo ante las autoridades locales a efectos de que se le hiciera justicia. Desgraciadamente, Rafael Nahuelquir, a la sazón poblador del lote 139, y a consecuencia de lo que “aparentemente” pareció un síncope cardíaco, dejó de existir, desapareciendo todo rastro de la documentación en la que constaba ser propietario. Dejaba al morir varios hijos menores de edad y a segunda esposa, también aborigen y analfabeta. Se inicia entonces la sucesión de Rafael Nahuelquir, nombrándose como depositario de los bienes sucesorios existentes en su nueva locación, lote 139, a un señor de apellido Miranda, vecino del predio, contra la voluntad de la viuda de Nahuelquir y sin consultar a los menores se nombró un tasador de los bienes (no existe copia del inventario) quien fijó parte de sus honorarios en la suma de 160 pesos, que los menores, hicieron efectivo al Sr. Julio Telleriarte comerciante de la zona, para qué entregara al tasador, Sr. Luis Zuschlag.
Julio Telleriarte entregó un recibo a los menores en el que constaba el pago de esa suma y su destino. Varios años después el individuo Luis Zuschiag inicia juicio ante el tribunal de Esquel contra la sucesión Nahuelquir caratulado “Zuchlag, Luis c/sucesión Rafael Nahuelquir y Cecilia Prane de Nahuelquir s/cobro de pesos”. El tasador aducía que los Nahuelquir no le habían pagado los 160 pesos. El Juez ordenó el remate de los bienes de la sucesión (ver Folio 138/ 46 N° 5723, Juzgado de Primera instancia de Esquel).
El remate se hizo sin notificar a los herederos quienes se vieron sorprendidos al ver rematados sus animales vacunos, lanares, y yeguarizos, sus útiles de labranza, carros, sogas, etc. su casa y sus árboles.
¿Quién fue el comprador? Pues nada menos que Julio Telleriarte (…). Es decir, resultaba comprador la misma persona a quien los herederos habían pagado los 160 pesos para los gastos de sucesión de su padre. Del dinero recibido en el remate los herederos no han recibido a la fecha un solo centavo. Les queda la casa habitación que se negaron valientemente a desalojar”.
Libro “Lelek Aike”, de Liliana Pérez