La historia del hogar de adultos mayores que pasó por los peores panoramas y que con la formación de una cooperativa, logró salir a flote gracias a un grupo de cuidadoras.
Miriam Jara, es una reconocida vecina de Esquel, muy querida por su compromiso constante en el cuidado de los adultos mayores. Actualmente, se encuentra a cargo del hogar de ancianos “Manos Unidas”, lugar con el que parte de su vida se cargó de momentos de lucha y trabajo para poder mejorar la calidad de vida de quienes lo concurren.
Tiene 48 años, es cuidadora domiciliaria de adultos mayores hace ya 20 años y hoy, junto a sus fieles compañeras, se desempeñan en el hogar que se formó como una cooperativa, luego de declararse en quiebra la década pasada.
En diálogo con La Voz de Chubut, Miriam repasó no solo la historia de “Manos Unidas”, sino también la de su formación en el rubro.
“Yo empecé a trabajar con adultos mayores en el año 2005”, recuerda, agregando que uno de los motivos fue criar a su hijo sola: “Mi nene tenía 5 años; no había fuentes de trabajo y no había manera de que yo consiga un empleo. Empecé a dejar currículums por todos lados hasta que llegué a una residencia, donde la dueña me dijo que no necesitaba empleada pero que sí necesitaba a una persona para que le cuide a su mamá de 99 años” …

“Ahí me pregunté cómo sería cuidar de un adulto mayor…
Pero la necesidad de llevar el pan a la casa me dio las fuerzas
y ganas de aprender a cuidar a un adulto mayor”
Ese fue el inicio en el rubro de quien hoy puede contar que trabajó mucho tiempo en domicilios cuidando abuelos. Miriam no solo se quedó con las experiencias de trabajo, sino que, además, se formó, haciendo cursos y capacitaciones durante mucho tiempo: “Quería hacer mi trabajo bien, por eso me preparé. Hoy puedo decir que tengo mucha trayectoria en lo que refiere a trabajo con adultos mayores”, asegura.
“En mi familia somos 16 hermanos. Nuestro padre fue diagnosticado con un cáncer cerebral que lo tuvo mal durante tres años. Ya no nos conocía; evaluamos la posibilidad de llevarlo a un hogar de adultos mayores, pero hablé con mis hermanos y decidí llevármelo conmigo a mi casa; pude vivir con él durante un año, hasta que, por otras circunstancias, lo llevamos a un hogar”
En el mes de enero de 2012, comenzó a funcionar el hogar “Manos Unidas” en calle Brown 957 de la ciudad de Esquel. Previamente, el lugar era manejado por una empresa privada en la que trabajaba Miriam y que, presentó quiebra en octubre de 2011: “Desde octubre hasta diciembre de 2011, las empleadas no percibían sus haberes por los malos manejos económicos por parte de los dueños. Por ello, cerró el hogar, en el que había 24 adultos mayores, cuando la capacidad era para 18”, recuerda Miriam.

“Ante la quiebra, se solicita desde el hogar a los familiares de los adultos mayores que los retiren. Eso generó mucho enojo e incertidumbre por parte de las familias. Nos aconsejaron hacer una cooperativa y, pasamos ese 31 de diciembre con los abuelos. Había siete empleadas; el 1 de enero nos juntamos para ver que hacer, solas con los abuelos”
La entrevistada recuerda que, en los comienzos, las propias trabajadoras del lugar tenían que llevar lo que tenían en sus casas para poder cubrir la alimentación de los abuelos; “no sabíamos que hacer, a cargo de 24 adultos mayores sin un solo peso. Yo tenía muchos miedos y bronca; me sentía fatal por la incertidumbre de qué hacer con los abuelos”, relata.
“Yo puedo con un abuelo; me preparé para trabajar con los adultos mayores, pero no tenía idea de cómo solucionar esa parte económica ni los horarios con los abuelos. Eran muchas emociones encontradas, tristezas, emociones, indignación, pero, también fuerza. Nos juntábamos de noche para ver cómo nos organizábamos, porque en el día estábamos con los abuelos”
En esos tiempos difíciles, el hogar no contaba con termotanque, ni con las correctas instalaciones eléctricas. Cada espacio tenía veladores, porque las conexiones estaban rotas, con humedad, según cuenta Miriam.
“Nos mirábamos, llorábamos, nos emocionábamos; estábamos a cargo de 24 personas indefensas. De inmediato convocamos a los familiares para contarles cómo íbamos a proceder como cooperativa. Armé una grilla de horarios de trabajo para cada una y buscamos en la parte legal, qué nombre ponerle al lugar, con la ayuda del abogado Osvaldo González Salinas”
Así comenzó “Manos Unidas”; con siete mujeres amas de casa que no salieron a buscar intereses propios luego de la quiebra de la empresa anterior, sino que decidieron seguir sin el sueldo, pero luchando por la oportunidad de hacerse cargo de adultos mayores.
Berta, María Marta, Nancy, Gladis, Gloria, Marcela, Nidia y la propia Miriam, fueron las pioneras de esta nueva aventura que, al iniciar en 2012, tuvo el retorno de tres adultos mayores que habían sido retirados por sus familiares meses antes.
“Comenzamos a funcionar con diez adultos mayores y, desde ese entonces, el familiar fue incondicional; reforzaron la cuota para que podamos funcionar. Estuvimos prácticamente dos años sin percibir un ingreso”, cuenta Miriam, recordando que el hogar estaba destruido en todo sentido: “decidimos pintar las paredes, cambiar de alguna manera el lugar. El edificio estaba muy deteriorado”.

“La cooperativa recibió el edificio con muchas deudas.
Se pidió a cada servicio un plan de pago para pagar cuotas actuales
y las partes vencidas. Costó mucho pedir ayuda”
“Manos Unidas” hoy, cuenta con 15 socios y socias; entre los que se encuentran cuidadoras, personal de planchado y lavado, personal de cocina, personal de limpieza y de mantenimiento.
Hoy el panorama es totalmente distinto al de la década pasada; “los adultos entran y salen como el familiar necesite; tienen la libertad de hacer. Hay una señora, por ejemplo, que la vienen a buscar los viernes y la traen los lunes; otra que viene en el horario de 8 a 13 hs y otra que viene de 12 a 20 hs. Los horarios son amplios, de acuerdo a la necesidad del familiar”, explica Miriam.
“Mi hogar hoy es una luz; hicimos un lugar
para que el abuelo, cuando lo conoce,
quiera volver. Cuidar a los adultos mayores,
para mí, es como cuidar a mis propios abuelos”
La historia de Miriam Jara y “Manos Unidas” es un claro ejemplo de cómo la dedicación, el trabajo en equipo y el amor por los adultos mayores pueden transformar una situación difícil en un espacio lleno de cariño y esperanza. Su perseverancia y compromiso no solo lograron recuperar y revitalizar un hogar que parecía destinado a cerrar sus puertas, sino que también dejó una huella imborrable en la comunidad.