miércoles, 18 de junio de 2025
Hesperia Arienti, esposa de Cayelli, y el cacique José Kánkel

En cierta ocasión se presentó en la vivienda de Cayelli el cacique Kánkel para venderle un atado de plumas de avestruz. Como Cayelli había viajado, lo atendió su mujer, Hesperia Arienti. Al ver que las plumas eran frescas, recién sacadas del ave, doña Hesperia le aclaró al cacique que le pagaría menos ya que las raíces de las plumas aún tendrían sangre, por lo que pesarían más. Esto disgustó al cacique, por lo que se dirigió a su acompañante diciéndole: “Huinca uñefe” (blanca ladrona). Hesperia, que de tanto convivir con los indígenas había aprendido algo del idioma, entendió las palabras de Kánkel. Pero por precaución prefirió guardar silencio. Hesperia tomó un cuchillo, abrió el atado de plumas y se encontró con una sorpresa: Kánkel lo había rellenado con piedras, para que de ese modo pesara más y le pagaran una buena suma de dinero. Hesperia le mostró el atado al cacique y le dijo: “Entonces, ¿quién es el ladrón?”.

Kánkel no dijo palabra, agachó la cabeza, giró sobre sí y se marchó en silencio.

Según contó Federico Escalada en su libro, el famoso cacique Kánkel falleció cuando intentó cruzar el río Senguer “demasiado cargado de líquido”. Luego de haber bebido en abundancia, erró el vado por el que debería haber cruzado el río Senguer y pereció ahogado. Sin embargo, un hecho hasta ahora desconocido, da cuenta de que uno de los sobrinos de Kánkel, o bien uno de sus hermanos, fue detenido a causa de su muerte. Algunas versiones señalan que Kánkel murió de un bolazo en la cabeza y su cuerpo fue a parar al río. Aunque se desconoce la fecha exacta del hecho, es posible situarlo a mediados del año 1906, cuando Kánkel tenía 41 años de edad. El colono de origen alemán Behrens arribó a la zona en 1906, poco tiempo después de la muerte del cacique.

Tras la muerte del cacique, su mujer, Catalina Ollie, se unió con el francés Pedro Courrau. Para formalizar la unión de la pareja, los Kánkel celebraron un parlamento durante el cual fumaron de una pipa llamada “la pipa azul” (del tehuelche meridional: “kithra”, pipa ritual). La ceremonia fue celebrada con la intervención del colono alemán Herman Behrens, quien se ocupó de hacer circular la pipa entre los asistentes. Según creencias indígenas, el humo del tabaco elevaba hacia Dios los deseos de felicidad y prosperidad que los  fumadores le prodigaban a la pareja.

La unión del francés con Catalina, les ocasionó a los hijos del cacique Kánkel tener que dejar de hablar su idioma, ya que el padrastro se los prohibió.

Catalina y Courrau vivieron en el lote 279 hasta el día que dejaron de existir, 1939 y 1938, respectivamente.

Libro “La colonización del oeste de la Patagonia central”, de Alejandro Aguado.

 

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