El siguiente gobernador, Schytte, prohibió a los colonos el intercambio con los tehuelches cuando éstos visitaban la colonia, en particular la venta de armas y municiones, como asimismo dirigirse a sus toldos con cualquier fin, como comprarles vacunos o apostar con ellos. Paradójicamente Schythe, violando su propia prohibición, solía adquirir cabezas de ganado vacuno a los tehuelches. Según datos de Musters y de Schmid el ganado en manos de los tehuelches era ganado alzado, aunque los datos proporcionados por estos mismos autores nos inducen a pensar en un proceso más complejo. El viajero inglés señala como lugar de apropiación los valles cordilleranos del río Corcovado, al oeste del Chubut, y del Palena, como se lo denomina al ingresar a Chile, por lo que su traslado a un punto tan austral como Punta Arenas, u otros de la costa atlántica, implicaba una actividad pastoril. Por su parte el misionero anglicano acota que los tehuelches procuraban apropiarse de “cabezas jóvenes”, lo que podría estar sugiriendo también cierta domesticación.
La interdicción de comerciar con los tehuelches duró sólo hasta 1855; la importancia de la relación mercantil hizo pasar por alto las “circunstancias molestas” y “el fastidioso regateo” que conllevaría el trato con ellos. Durante los tres lustros siguientes -1855-1870- dicho comercio representaría el único rubro económicamente productivo de la modesta colonia. Según Musters, para 1869 los tehuelches frecuentaban Punta Arenas con el objeto de intercambiar productos con la media docena de almacenes allí instalados, cuya presencia sólo podía explicarse “por la esperanza de cambalachear con los indios, por cuanto excedían en mucho la capacidad de la población” (1991:54). El principal producto provisto por los indígenas era la carne de guanaco y avestruz, y las pieles de estos animales finamente trabajadas y convertidas en mantas (quillangos). A cambio, requerían harina, hojas de tabaco, bizcochos, pero sobre todo azúcar, café, vino y aguardiente, productos -estos dos últimos- cuya comercialización con los indígenas estaba prohibida. Pero la relación tenía sus altibajos, ya que los períodos de intercambio pacífico se alternaban con otros en los que primaba el conflicto manifiesto. Así lo señalaron tanto V. de Rochas, quien visitó la colonia a fines de la década de 1850, como Musters, quien lo hizo a fines de la siguiente. Según el marino inglés, los indígenas también tenían de qué quejarse en su trato con la colonia chilena:
“Hacía unos cuantos meses, sin embargo, que éstos no visitaban la colonia, al menos con propósitos comerciales, porque estaban resentidos a causa de una disputa ocurrida entre un chileno y un indio, en la que consideraban que su compañero había sido tratado con injusticia.” (Musters 1991:52)
Si bien no consigna el motivo de la disputa, éste bien podría haber sido causado por el trato abusivo en el tráfico de pieles por parte de los comerciantes de Punta Arenas, al que Schmid calificaba como extorsivo.
A partir de 1870, año siguiente a la visita de Musters, el gobernador Oscar Viel autorizaría el ingreso y libre expendio de alcohol, destinado evidentemente a afianzar el tráfico con los tehuelches. Ese año se importaron 72.000 litros de aguardiente, los que repartidos entre los escasos 669 habitantes de Punta Arenas, arrojaba una disponibilidad de licor por cabeza “que parece excesiva y que se explica, más allá de un importante consumo interno, por el empleo del licor como moneda de pago en el tráfico con los indios”. Al año siguiente el tráfico de aguardiente por pieles continuaba. Si bien, al asumir como gobernador en 1874, Dublé prohibió la internación de alcohol en las pampas, el tráfico proseguiría en forma clandestina.
La primavera era la época en la cual los indígenas solían visitar la colonia. No permanecían mucho tiempo en ella ya que la región no poseía suficiente pasto para sus caballos, escaseaban los avestruces y los guanacos no llegaban tan al sur. Durante su visita anual recogían sus raciones de azúcar y tabaco, que les entregaba el Gobierno chileno y comerciaban sus pieles y plumas. Los comerciantes de Punta Arenas también solían internarse en las pampas para comerciar con los tehuelches en sus campamentos, regresando a la colonia, sin ser molestados en absoluto, con las pingües ganancias obtenidas del trato bastante desparejo: por una libra de plumas les daban a los tehuelches media de galleta, base que se utilizaba para los demás cambios.
Desde Punta Arenas, partiría en 1869 Musters en su célebre viaje, en el que luego de pasar por la Isla Pavón, se sumaría a la caravana indígena encabezada por Casimiro. La comitiva emprendió la senda habitual de los tehuelches que bordeaba la Cordillera, someramente la actual ruta 40, con destino final en Carmen de Patagones. Antes de llegar, recalaría en el no menos célebre “País de las Manzanas”, ubicado al noroeste del espacio pampino-patagónico.
Fragmento libro “Chupat-Camwy, Patagonia”