
En octubre de 1968, la asamblea del F.M.I. elegía como presidente al ministro de Economía argentino. Krieger Vasena recibía, de este modo, el reconocimiento de quienes más favorecidos se sentían con su gestión.
No se sentían igualmente felices los trabajadores, a quienes el ministro había anunciado el 18 de enero que el aguinaldo se pagaría en dos cuotas. La C.G.T. declaró el 23 que los hechos contradecían el optimismo oficial.
En junio, al tiempo que se iniciaba la erradicación de las villas miseria de la capital, se modificaba la ley de alquileres, provocando la reacción de los pequeños comerciantes, mientas crecían los bolsones de pobreza y se incrementaba el retraso de los salarios.
En diciembre, el presidente del Banco Central afirmó que los objetivos del Plan estaban por ser alcanzados y el ministro anunciaba, el 30, la llegada de una era de prosperidad. Una semana antes había anunciado un aumento de salarios del 8% para los empleados públicos. Sin embargo, los militares no estaban dispuestos a conformarse con esa cifra y presionaron hasta obtener un 25%. Esto complicaría el estado de las cuentas fiscales afectando a quienes, según García Lupo eran, junto con el ejército, los pilares del sistema, los terratenientes y las empresas vinculadas a la construcción. Los primeros, que “tienen un santo horror a pagar impuestos” (Mercenarios…) ya habían logrado rechazar el proyecto de gravar las tierras improductivas. Los constructores veían con preocupación el peligro de que, por falta de recursos, se detuviera la política de obras públicas. Además, el ciclo favorable del sector externo, comenzaba a transformarse al iniciar un ciclo negativo. La crisis económica se avecinaba y los augurios de la C.G.T. se acercaban a la verdad.
Fragmento del libro “Historia Argentina”, de José María Rosa