miércoles, 11 de diciembre de 2024
Adela Chimeli y Abraham Breide

“Se comunica que, siguiendo el Decreto del 28 de octubre de 1901 y visto el Expediente del Gobierno de Chubut en que por Decreto del 5 de noviembre de 1900, se ordena dispusiera en posición, los lotes de la Colonia Cushamen a varios individuos del Cacique Juan Napal. Firmado: Roca / Escalante”.

Aprobada por Decreto Nacional del 16 de febrero de 1902, se dice que las tierras habían sido entregadas al Cacique Miguel Ñancuche Nahuelquir. El caso de Ñancuche Nahuelquir, el hecho de haber sido baqueano del ejército ayudó y su caso se resolvió inmediatamente. No muy lejos de allí, años más tarde en Ñorquinco, se encontraba el caso similar de los Ancalao y la gente que lo acompañaba.

La presencia de los “boliches” en medio de la zona pre cordillerana, o situados en la alta meseta patagónica, era primordial para los componentes de estos aislados clanes familiares, eran hasta cierto modo necesarios para poder sobrevivir en la dura adversidad de los inviernos. Al disponer de un lugar cercano donde comerciar sus productos, o en caso extremo, acudir en busca de crédito para obtener los llamados “vicios” y sobrellevar la pobreza y la falta de oportunidades de trabajo en las Reservas. La ubicación de las Reservas Indígenas siempre coincidía con los terrenos de menor interés para la crianza de ganado, eran zonas áridas y a veces sin aguadas, imposibles de explotar. He llegado a la conclusión, y esto es una interpretación personal del hecho, que más allá del endeudamiento o de las condiciones impuestas por estos comerciantes, sin ellos –algunas veces- muchos hubieran debido abandonar el campo en busca de trabajo, con la consiguiente pérdida de las tierras. Pensemos en la casa Romeo Carros en el corazón de “Las Salinas” en la Reserva Sayhueque, un caso de endeudamiento cuya prenda agraria luego ejecutaría la firma Lahusen. Es un caso excepcional y llamativo el de Abraham Breide y no he encontrado otro antecedente. Solo desde este punto de vista se entiende que aquellos que transformados en “clientes cautivos”, terminen considerando años más tarde al comerciante Abraham Breide como un “protector de las comunidades indígenas”. Considerando esto y teniendo en cuenta que la presencia cercana de pobladores, no era del agrado ni aceptado por las grandes compañías ganaderas latifundistas; un comerciante que con su presencia de algún modo “sostenía” esta situación, no es extraño tampoco que provoque una reacción en su contra de los poderosos, y comience a ser presionado y termine convirtiéndose en un problema en sí mismo.

Este conocido vecino comerciante de El Maitén luego de largos años de trabajo había logrado prosperar y poseía un interesante capital en mercancías y hacienda. Su completo negocio de ramos generales proveía de los insumos y alimentos necesarios a los pobladores de la región.

Siempre los clientes eran los llamados antiguos pobladores, algunos de ellos nativos que llegaron a la zona corridos por la llamada “Campaña del Desierto” y las tierras que los contenían todavía eran fiscales, salvo las llamadas Reservas Indígenas.

En 1925 Breide le propuso al libanés Habib Sarquis trabajar en sociedad explotando el pequeño almacén que tenía en el Paraje Vuelta del Río, en las cercanías.

Abraham Breide era muy apreciado por los vecinos, viejas publicaciones de la época dan cuenta de que su palabra era una garantía y que siempre estaba preocupándose por la gente del lugar.

Los animales de Breide, como los de sus vecinos, pastaban libremente en campos fiscales abiertos desde tiempos pasados, sin que hasta entonces nadie pusiera reparos a esta tradicional costumbre. Pero en 1914, la “Compañía de Tierras del Sud Argentino” decide alambrar otra parte de sus enormes extensiones de tierras, dejando en el interior de lo que consideraba “propiedad privada” el ganado disperso de los pobladores que pastaban allí como siempre lo habían hecho. Quizás la acción fue pergeñada como un escarmiento a esas antiguas costumbre de dejar que el ganado y las tropillas anduvieran sueltas por allí.

Sin protestar, estos vecinos se juntaron para decidir qué hacer y nombraron representantes que hablaron con el administrador de la “Compañía”, intentando al menos para que les dejen apartar el ganado que les pertenecía, pero intempestivamente este señor se negó, obligándolos a gestionar dicha petición al “cajón”, paraje que se encontraba a quince leguas. Pero allí no terminó la cosa, esta compañía inglesa, acostumbrada a no cumplir con el requisito de colocar colonos, que además tenía por costumbre expulsar a los antiguos habitantes, quería seguir presionando para desocupar esas tierras de todo antiguo poblador fiscal, más allá de que evidentemente el negocio de Breide les molestaba, y lo hacía en el sentido de aprovisionar y dar crédito a estos paisanos pobladores que la empresa pretendía lejos de allí. Por lo tanto se buscó la manera de perjudicar al propietario del negocio, y con la excusa de vender alcohol ilegalmente, la misma policía que era mantenida por la empresa y tenía el destacamento dentro de los límites de la compañía, comenzó a asediar a los parroquianos y a molestar asiduamente al tranquilo comerciante.

El primero de noviembre de 1914 fue llevado preso por ésta razón. Abraham Breide luego de maltratado fue trasladado detenido a Leleque siempre bajo la exagerada custodia de dos policías que iban con los sables desenvainados. Ellos eran el policía González del Arca y un subcomisario apodado “Patas Largas”.

Recién allí comenzó la experiencia más trágica y traumática para el comerciante devenido en supuesto delincuente. Se lo detuvo durante 24 horas sin abrigo y encadenado a una barra. Permanecía mientras estuvo allí sentado o tirado en el suelo húmedo con un centinela a la vista. Incomunicado y recibiendo culatazos y golpes de plano. Esta situación lo llevo al borde de la muerte ocasionándole una hernia grave y afectación de su salud para siempre. En total sufrió esta situación por 40 días. En algún momento llego a correrse la noticia de que había muerto en prisión, pero para entonces su hermano Antonio consiguió ubicarlo, verlo y revisarlo con un médico de apellido Roggero. Trasladado a Esquel y luego a Rawson de urgencia, allí fue atendido por el medico Federichi. Su estado era tan grave que el mismo Juez se constituyó en el lugar que se encontraba en compañía del Secretario y del Fiscal. Sin saber nunca cuál había sido su delito, Breide alcanzó a declarar cinco minutos y quedo finalmente en libertad. Había estado preso en Rawson cuatro días. Ya de vuelta y en camino hacia sus tierras, se detiene momentáneamente en Maquinchao y allí recibe un telegrama de sus familiares: se entera que el Comisario Pais no se detenía en sus acciones y estaba aterrorizando a sus familiares con amenazas de muerte y vejámenes. Al llegar a El Maitén, el mismo Comisario Paisy González del Arca lo reciben y lo amenazan de muerte si no cumple y abandona para siempre la zona. Entre las amenazas estaba la de quemar su casa. Inmediatamente Breide, no dispuesto a ceder, asume la situación con valentía y telegrafía al Cónsul que inmediatamente citó a Rawson a Francisco Pais y a Pedro González del Arca, ausentándolos de la zona, felizmente para Breide pero solo por unos tranquilos dos meses.

El 26 de enero de 1926, Breide recibió una citación de la Policía de Cholila y al presentarse se le notificó que su negocio era clausurado. Buscando entre viejos papeles un día encontré ese reconocimiento antes mencionado, en que Breide había sido declarado “Protector de los Indígenas” del lugar. Primero y como decía: me extrañé de ese “título” hacia un comerciante, quizás porque con comerciantes los nativos y pobladores comunes generalmente se endeudaban y luego quedaban expuestos a perder animales o la misma tierra; pero después, al descubrir estas denuncias y analizarlas lo comprendí mejor: su sola presencia debió ser una garantía de permanencia para estos pobladores desprotegidos. Por eso el ensañamiento. Su caso no era excepcional, entre estos hechos varios de presión para desalojo apareció el de Ismael Alvarado que fue obligado a dejar su campo, donde para entonces poseía dos mil ovejas, doscientas vacas, yeguarizos, casa, galpón, alambrado, corrales y bretes. Sus tierras habían sido otorgadas por el mismo Gobernador Lamarque luego de poblar la zona por muchos años. Ante tamaña infamia se negó a desalojar; cinco días después el Comisario González del Arca tiró abajo sus alambrados y dispersó su ganado. Luego se supo que sus animales habían sido sacados de sus tierras y vendidos en remate por orden del Juez de Paz de Epuyén, el comprador fue el mismo Dr. Antonio Lamarque. Su causa y su denuncia forman parte del petitorio elevado al Presidente de la Nación para que no se vuelva a elegir a este señor por un período más. La denuncia contra Antonio Lamarque incluye incendios de imprentas, defalco al erario público, atropello y secuestro.

Párrafos extraídos del libro “6 Historias Patagónicas”, de Ernesto Maggiori

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