
Tras su épica marcha desde Valcheta en pleno invierno, el padre Pedro Bonacina había llegado al valle del Chubut sobre el filo de la medianoche del 23 de junio de 1892. Cuando se despertó la mañana siguiente el sol ya se había elevado bastante sobre el horizonte. Devotamente dio gracias a Dios por haberlo protegido en tan arriesgada travesía.
Mientras el tropillero junta los animales los demás van caminando hasta la casa de Luis Ibáñez, distante aproximadamente una legua del lugar donde habían pasado la noche. El único pan que le quedaba lo ofreció a los recién llegados, para quienes fue una fiesta probar pan después de tantos días. Cuando llegó la tropilla continúan cuatro leguas en dirección Este y paran en casa de un norteamericano, John Richard, que también los trató muy bien. Allí pernoctaron. El 25, después de almorzar, hacen las cuatro leguas que faltaban para Gaiman.
En esa población se alojan en la fonda del Gallego Calvo a quien esa misma noche llevan preso por robo. El día 26 salen como a las ocho de la mañana; al mediodía están en Trelew y continúan por entre las chacras hasta Rawson adonde llegan a las cuatro y media de la tarde. Así describe el misionero la capital del Chubut: “Rawson es un pueblito aseado y pintoresco; sobre las dos orillas del río… los edificios todos de material cocido, son grandes y elegantes, de más arquitectura que los de Patagones y Viedma. Representa como una cara bien lavada y adornada para un día de fiesta. No se ven borrachos por las calles ni boliches. El elemento predominante es italiano, alguna familia francesa, otras alemanas; de galeses hay una sola casa en el pueblo. Las casas de negocios están cerradas en los días de fiestas”.
En cuanto a la población del valle del Chubut afirma que “el elemento predominante es el galense… No van muy de acuerdo con las creencias, pero sí concuerdan en mantener sus costumbres y su lengua y su comercio… Con los de raza latina tratan lo menos posible… La población católica es menos numerosa y se dedican principalmente al comercio, estableciéndose en los pueblos… Sobre los indígenas preferidos por su corazón [escribe a Mons. Cagliero), le diré que no existen en esta colonia. Cuando llegaron los galeses, los tehuelches recorrían con su vida nómada las orillas del río Chubut… Mantuvieron amistosas relaciones de intercambio de sus productos autóctonos… Ahora se han retirado hacia las cordilleras”.
Percibe de inmediato la necesidad de establecer “una misión en Valcheta y en alguna parte del Territorio del Chubut, y que además del personal debe proporcionárseles auxilios materiales, ya para poder superar las enormes distancias, ya para establecer entre las tribus pequeños centros con capillas y escuelas, ya para poder regalar a estas familias todo lo que exige la higiene y la decencia de una vida civilizada. Así podríamos alcanzar a formar buenos cristianos, al parque daríamos a la Nación Argentina útiles y honrados ciudadanos”.
De la primitiva iglesia y casa parroquial dice: “Encontré todo en el mayor desorden”. El 28 de junio visita a Conesa, a cargo de la Gobernación por ausencia de su titular Luis Jorge Fontana, para presentarse y comunicarle la misión que venía a cumplir.
La semilla de todas las empresas salesianas en la Patagonia fueron siempre la escuela y el hospital. También en el Chubut, el futuro pionero del río Colorado, apenas llegado, ya piensa en la escuela y comienza a hacer de Buen Samaritano. El 6 de julio anota en su crónica: “Es probable que me concedan útiles para abrir la escuela. La colonia italiana me mandará los niños”. Y el 10: “Anoche hospedé en casa uno de los supérstites de las salinas de la Península Valdés”.
¿Qué había ocurrido? Ya los días anteriores había recibido la visita y auxiliado a varios operarios de la salina de la península Valdés que habían abandonado sus tareas debido a la rudeza del trabajo, el clima y un trato poco afable. Dos habían muerto en el camino por tomar agua salada, ya que al pasar por Puerto Madryn el subprefecto les había negado agua potable. El día 13 ya no recoge un enfermo, sino que anota: “Vinieron todos los supérstites franceses”. El Ángel del Colorado fue también así el precursor del Hospital “El Buen Pastor”, el primero del Chubut.
Pero como carecía totalmente de recursos para emprender cualquier obra de alguna consistencia, decidió viajar a Buenos Aires. Aunque su permanencia había sido breve, no necesitaba más un hombre como el padre Bonacina para ganarse la benevolencia de todos, como quedó demostrado con la afectuosa despedida que le tributaron. Y fue suficiente para que el misionero adquiriera un conocimiento exacto de la situación y cuál debía ser la forma más eficaz de encarar soluciones: la escuela y el hospital, atención de las dolencias corporales e ilustración de las inteligencias, es decir, atención integral del hombre, que era lo que la Patagonia de entonces más necesitaba.
El gobernador Fontana puso sus mejores empeños en orientar la organización de su naciente Territorio en las tradiciones católicos nacionales.
Cuando el padre Bonacina lo entrevistó, apenas llegado a Buenos Aires, interpuso toda su influencia ante el Arzobispo para que entregara la misión del Chubut a los Salesianos; éste accedió y el 10 de noviembre de 1892 es nombrado capellán del Chubut el padre Bernardo Vacchina.
La elección del candidato no pudo ser más acertada, la obra que cumplió en el Chubut escapa a toda ponderación como se podrá apreciar en las páginas que siguen, aunque nos veamos obligados, por la índole de este trabajo, a una exposición por demás sintética. Ocurría que en la Patagonia de entonces, todo estaba por hacerse y ¿quiénes, sino los misioneros, realizaron obras sociales, de cultura, de espiritualidad, de protección a los huérfanos, ancianos y enfermos en aquellos tiempos cruciales? El Estado era impotente y los latifundistas y comerciantes se aventuraban por un lógico interés material, de modo que todo lo debieron realizar esos hombres de Dios que vinieron a la Patagonia no para recibir, sino para dar.
Fragmento del libro “Patagonia, tierra de hombres”, de clemente Dumrauf