domingo, 7 de septiembre de 2025
Teresa Calfuqueo de Marinao

“En esa época no podíamos ni pastorear las chivas porque nos sacaban zumbando. La abuela se sabía acordar que cuando tenía las chivas chiquitas, le voltearon la casa y le quemaron todo. La abuela Agustina Avilés vivió donde actualmente es el Salón Comunitario. Hoy la gente recuerda que la abuela, su marido Juan y sus hijos dispararon a la cordillera. Ahí tuvieron que pasar el invierno, levantaron un campamento a la intemperie. Hoy la gente reflexiona ‘si no les costó nada la tierra a los turcos acá, nunca hicieron nada, (no trabajaron)’

‘Acá nadie vendió sino alguien hubiera sido rico’. ¡Quién se enriqueció acá, nadie!

Acusó a la abuela Calfuqueo y le sacó la tierra por un supuesto robo. La denunció ante gendarmería de sacarle animales. Cuando los gendarmes vienen a su casa les pegaron a todos una paliza. Después de esos tormentos se los llevaron a Esquel, y cuando vuelven ya no pueden regresar a su lugar. La casa, los animales y los adelantos pasaron a ser de Ferrería. Al tiempo esos bienes los adquiere Pedro Galván, un médico de la zona. En adelante, todos los sucesivos dueños explotaron animales que únicamente eran de la familia. El lote en cuestión era el 109, quedó vacío de familia y cuidado por un puestero. Este lugar siempre les correspondió a los herederos de Juan y Manuel Marinao. Con los años fue adquirido por Telleriarte, otro comerciante de la zona de costa del Ñorquinco. Este puso de administrador de esos bienes a uno de sus yernos de apellido Robert. Segundo y Don Roberto ahora recuerdan que la familia Marinao había tenido posibilidades de reclamar el lote, dado que cuentan con la documentación que los reconoce como ‘legítimos del lugar'”.

Libro “Lelek Aike”, de Liliana Pérez

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