
Setenta años antes, en 1810, otro Cornelio Saavedra ordenaba la que sería la primera expedición militar argentina hacía Wallmapu. Hablo de Cornelio Judas Tadeo Saavedra, presidente del primer gobierno de las Provincias Unidas del Río de La Plata, uno de los Padres de la Patria y abuelo del militar chileno.
Pertenecía a la élite que por patrimonio y prestigio dominaba a fines del siglo XVIII el Cabildo de Buenos Aires. Su suegro, un rico comerciante porteño, era regidor del cabildo y el propio Cornelio Saavedra desempeñaría allí importantes cargos, entre ellos administrador de granos y síndico procurador general.
Pero su mayor figuración fue durante las invasiones inglesas al Río de la Plata de 1806 y 1807. En el primer caso se negó a jurar lealtad al rey británico y en el segundo acompañó la defensa militar de Buenos Aires con el Regimiento de Patricios. Este se formó, tras la célebre proclama de Santiago de Liniers llamando a los vecinos a armarse contra los británicos.
Pese a no ser militar de profesión, vocación ni estudio, Saavedra fue designado por el virrey Sobremonte comandante de los Patricios con el grado de teniente coronel. Primó su estatus social y el peso de sus relaciones familiares, pero también su gran capacidad organizativa exhibida como Regidor (1799) y Alcalde de segundo voto (1802).
Tras la invasión napoleónica a España, el arresto de Fernando VII y la posterior Revolución de Mayo, Saavedra sería designado presidente, tanto de la Primera Junta como de la Junta Grande, su sucesora. Célebres serían allí sus diferencias con el abogado Mariano Moreno a quien algunos, sin pruebas- Saavedra habría ordenado envenenar en acusan su fatídico viaje de 1811 a Inglaterra. Meras especulaciones.
La orden que sí consta haber dado como presidente de la Primera Junta, fue la de encomendar al coronel Pedro Andrés García explorar la frontera sur de Buenos Aires, límite con las jefaturas indígenas de la pampa y sus grandes yacimientos de sal.
Cuenta Carlos Martínez Sarasola en su clásico libro Nuestros paisanos los indios (2013) que desde la época colonial los virreyes organizaban expediciones a las Salinas Grandes, actual provincia de La Pampa, a objeto de abastecer de sal a la ciudad puerto. “El lugar era riquísimo en el producto pero también pletórico en indígenas. Bandas de tehuelches y araucanos rodeaban las salinas, adjudicándose su tenencia”, señala el historiador.
Pero no solo la sal interesaba a Saavedra. También explorar el territorio para un posible avance de la frontera, vieja aspiración de los hacendados bonaerenses que deseaban ampliar sus posesiones, el propio Saavedra era uno de ellos.
La primera expedición argentina al Wallmapu partió de la Guardia de Luján (actual Mercedes) el 21 de octubre de 1810 siguiendo la ruta conocida como rastrillada Grande o Rastrillada de las Salinas Grandes, un camino habitual de los mapuche en sus malones fronterizos y en sus expediciones comerciales a Buenos Aires desde la época virreinal.
La expedición estaba compuesta por ochenta soldados a caballo, cerca de trescientos comerciantes, doscientas cuarenta carretas y personal auxiliar a cargo del arreo del ganado vacuno y caballar (3.000 bueyes y 520 caballos), claves para comerciar con los habitantes de aquellas dilatadas comarcas.
Sorteando infinidad de obstáculos -entre ellas deserciones, accidentes, tormentas y enfermedades- los viajeros completaron la misión, “regresando a la Guardia de Luján abarrotados de fanegas de sal”, relata Martínez. Si bien existían temores de posibles ataques, no se produjo ningún enfrentamiento.
Todo lo contrario, el comercio -actividad muy valorada por las jefaturas mapuches- posibilitó encuentros, intercambios e incluso alianzas. Importantes lonkos como Epumer, Antimán, Quintulén, Cayumilla, Neuquén y Carripilún parlamentaron con el coronel García. Varios lo acompañaron de regreso a Buenos Aires, firmando en 1811 un tratado de paz con el coronel Feliciano Chiclana en nombre del Primer Triunvirato. Allí los lonkos rechazaron, de manera explícita, la posibilidad de fundar los argentinos poblaciones permanentes al sur del río Salado. Pero los tiempos estaban cambiando.
A juicio de Martínez Sarasola, la expedición de Pedro Andrés García profunda cuña de penetración en el territorio indígena, introdujo utilizada por algunos para el comercio y el diálogo diplomático pero también por otros para la guerra y el despojo de tierras. Fue lo que sucedió más tarde, entre 1820 y 1824, bajo el gobierno bonaerense del hacendado Martín Rodríguez; la anexión de tierras indígenas para provecho de un puñado de socios saladeriles porteños. En este avance se fundó el Fuerte de la Independencia, origen de la actual ciudad de Tandil.
Las tres campañas militares de Rodríguez tuvieron como telón de fondo las correrías del ex Director Supremo de Chile, José Miguel Carrera, un inesperado actor en las cruentas guerras civiles argentinas. De esta época data también el despiadado coronel Federico Rauch, un mercenario prusiano contratado en 1819 por Rivadavia y asignado a la defensa de la frontera de Buenos Aires. Secundó a Juan Manuel de Rosas y llegó a ser premiado por los estancieros por su dureza y efectividad contra las parcialidades indígenas. Algunos le llamaban “el guardián de la frontera”, otros “el carnicero”.
Tres campañas lideró entre 1826 y 1827 al interior de Buenos Aires junto a mil hombres. “Hoy, 18 de enero de 1828, para ahorrar balas, degollamos a 27 ranqueles”, llegó a escribir en uno de sus partes militares. “Gloria al valiente Rauch, gloria a los bravos que a tan heroica empresa lo siguieron”, destacaría el periódico Mensajero Argentino en su número 170. Pero como pecas pagas.
El 28 de marzo de 1829 en el combate de las Vizcacheras, tras ser boleado su caballo, Rauch fue laceado por el hábil guerrero ranquel Nicasio Maciel, apodado Arbolito, y degollado en el acto. Su cabeza, se cuenta, apareció más tarde en las calles de Buenos Aires a modo de sutil advertencia. “Esta pérdida es muy sensible, principalmente en las actuales circunstancias en que el país se ve amenazado por bandas de salvajes”, se lamentó La Gaceta Mercantil.
Fragmento del libro “Historia secreta Mapuche”, de Pedro Cayuqueo