1810 la frontera sur de Buenos Aires estaba en el río Salado: Chascomús era la población fortificada más extrema de la línea de fronteras. Aislada, mucho más al sur, Carmen de Patagones era una comandancia militar que se comunicaba por mar con Buenos Aires (permaneció en poder de los españoles hasta la caída de Montevideo en 1814). La línea de fortines fronterizos corría de sur a norte por Chascomús. Ranchos, Guardia del Monte, Lobos, Carmen de Areco, Salto, Rojas y Pergamino.
En 1817 el comandante general de campaña, coronel Francisco Pico, apoyado en varios estancieros que habían poblado en tierra de indios -encabezados por Juan Manuel de Rosas de “Los Cerrillos” y Francisco Ramos Mexía de “Miraflores”-, avanzó la frontera más allá del Salado. Se fundó el pueblo de Dolores en las proximidades de las “islas del Tordillo”; las relaciones con los caciques pampas -que habitaban en las sierras de Buenos Aires- se mantuvieron pacíficas.
Sin embargo, el 27 de noviembre (de 1820) Lobos fue asaltado, causándose más de cien muertos, entre ellos el comandante, del fortín, y se robaron muchas cabezas de ganado. El 3 de diciembre se hizo un tremendo malón contra Salto, cuyas víctimas fueron aún mayores.
Juan Manuel de Rosas salió en persecución de los maloqueadores, no consiguiendo alcanzarlos. Conocedor de los indios, informó al gobernador que las depredaciones las habían hecho los ranqueles con tolderías en el sur de Córdoba y San Luis.
Se cometió un tremendo error, pues el gobernador Rodríguez -para quien todos los indios eran iguales- ordenó vengar en los pampas del sur los desmanes de los ranqueles del oeste. Inútilmente Rosas trató de mostrarle la injusticia y las funestas consecuencias que traería. Rodríguez, con una expedición punitiva, cruzó el Salado el 4 de enero (1821) y atacó a los pampas de Anepan y Ancafilú que tenían sus tolderías en las márgenes del arroyo Chapaleofú. Estos se defendieron bravamente y el gobernador salió mal parado.
En consecuencia del injusto ataque de Rodríguez, los pampas reaccionaron violentamente: en febrero Ancafilú maloqueaba en plan de guerra y arrasaba las estancias fronterizas; en abril el ex capataz de “Miraflores”, José L. Molina, al frente de dos mil pampas asaltó las poblaciones del sur del Salado, entre ellas las estancias de Rosas y el pueblo de Dolores: consiguió arrear 150.000 cabezas de ganado y llevarse numerosos cautivos. Rodríguez quiso mandar a Pedro A. García -padre de Manuel José, y que había conseguido la pacificación de 1811- a tratar con Molina, Ancafilú y Anepan que hacían continuos malones, pero éstos nada quisieron saber, y pampas y ranqueles se unieron contra los huincás (cristianos) jurando la “guerra santa”. En abril de 1822 los ranqueles arrasan Pergamino, en diciembre los pampas atraviesan el Salado y llegan a sesenta leguas de Buenos Aires
En febrero de 1823 el gobernador intenta una segunda entrada contra los pampas; lo secundan el ministro de Guerra, de la Cruz, y el general Rondeau como inspector general del ejército. La expedición, llevada con mano dura, consigue llegar a Tan-lil (Tandil, “la piedra que se mueve”), donde echa los cimientos del fuerte Independencia el 4 de abril. El 8 de mayo en las proximidades de la laguna bautizada por Rodríguez La Perfidia, fue sorprendido por los pampas que le causaron grandes bajas. Debió volverse.
Como consecuencia inmediata de esta segunda y deplorable “entrada”, los pampas y ranqueles aniquilaron a malones toda la frontera. Los ranqueles arrasaron las estancias de ambas márgenes del arroyo del Medio, y los pampas llegaron hasta Luján que atacaron. Juan Manuel de Rosas al frente de sus peones consiguió resistirlos en el sur, derrotándolos en las márgenes de la laguna Arazá y rescatando 150.000 cabezas de ganado y numerosos cautivos.
En diciembre (1823) Martín Rodríguez prepara una formidable expedición de 3.000 hombres de línea, de las tres armas. Llega hasta la bahía Blanca sin encontrar indios; como la inclemencia del invierno de 1824 es grande, la expedición debe retroceder a lugar poblado. En julio de 1824 se disuelve sin haber conseguido escarmentar a los indios.
No hubo combates. Sólo un soldado fue muerto por los indios, pero en cambio muchos sucumbieron de hambre, sed y frío. El mal resultado de esta tercera expedición contribuyó a hundir el prestigio de Rodríguez y que no fuese reelegido gobernador.
Fragmento del libro “Historia Argentina” de José María Rosa