domingo, 10 de agosto de 2025
Izamiento de la bandera argentina en el río Chubut. Mural de Alejandro Lanoel, hall de la casa de Gobierno, Rawson.

Cuando los galeses desembarcan en Puerto Madryn “la bandera con el dragón rojo en el centro, ondeaba en la loma que está sobre las cuevas…”. En 1965 con motivo del centenario de la llegada del primer contingente de inmigrantes galeses la revista Camwy, editada por el museo regional de Gaiman, en su Nº 5, julio de 1965, publica nuevamente el diario de Lewis Humphreys, pero la frase citada la trascribe así: “la bandera argentina con el dragón rojo…” (el subrayado es mío: C.I.D.). Esta versión con la palabra “argentina” interpolada ha sido repetida por otros escritores, sin averiguar su exactitud ni dar explicaciones. Del relato original se infiere fácilmente que se trataba de la bandera galesa que la Comisión Emigratoria había entregado a Luis Jones y Edwin Roberts cuando éstos partieron de Gales, el 10 de febrero de 1865, para acondicionar el lugar donde debía efectuarse el desembarco. Lo confirma el relato del propio E. Roberts, el cual refiere que, concluida la construcción del galpón, “como los amigos de la Colonia en Liverpool, habían enviado una bandera con el Dragón Rojo, se colocó un largo palo frente al depósito y se izó aquella bandera” (citado por Matthew H. Jones en Trelew, un desafío patagónico, tomo I, pág. 122). La versión de otro cronista galés es coincidente: “El 27 de julio [de 1865] Edwin vio acercar el Mimosa y fue de prisa hacia las rocas blancas que están cerca de la playa. Enarboló la bandera del dragón rojo y disparó al aire, y salió en bote hacia el buque para recibirlos”.

Fue comisionado para dar cumplimiento a lo solicitado por el ministro del Interior el comandante militar de Patagones, teniente coronel Julián Murga, quien en el mismo lugar donde Enrique Líbanus Jones había fundado el establecimiento, izó nuevamente la bandera argentina el 15 de setiembre de 1865.

Abraham Matthews, en su Crónica de la Colonia Galesa en la Patagonia, lo narra de la siguiente forma: “el capitán Murga (que era comandante militar de Patagones) venía en nombre del gobierno argentino para izar en el lugar la bandera de la República Argentina y para darnos permiso formal para tomar posesión del lugar y colonizarlo”.

El acta que mandó labrar Murga en la oportunidad dice que “a nombre de su gobierno hacía formal entrega y ponía en posesión de las tierras nacionales que le son concedidas a la Colonia del País de Gales… Después de lo expuesto y habiéndose enarbolado la bandera argentina y saludándola con descarga de fusilería, como un signo de acatamiento y respeto a la Nación Argentina que ésta representa, quedó instalada la Colonia del País de Gales”. “La bandera fue izada en medio de silencio absoluto. El izamiento de la bandera argentina aquel día, asestó un golpe mortal a la idea de una Colonia Galesa. No obstante, no hubo de parte de los pobladores el más mínimo asomo de protesta”.

La bandera izada en esa oportunidad fue llevada al Chubut por el comandante Murga desde Patagones, y allí quedó; así se desprende de una nota que el propio Murga dirigió al Inspector y Comandante General de Armas de la República, general Benito Nazar, el 1º de octubre de 1866, pidiendo el envío de “dos Banderas Nacionales”, pues no existía ninguna en esa Comandancia “a consecuencia de haberse dado una para Chubut, y la que había quedado” estaba totalmente destrozada “a causa de los fuertes y constantes vientos”.

Allí, “dentro y fuera del Fuerte Viejo”, o en el terraplén mismo, se fueron levantando las primeras casas que formaron el núcleo inicial de la ciudad de Rawson, la más antigua de la Patagonia, después de Patagones y Viedma. Cuando, diez años después, se nombró a Antonio Oneto como representante del Poder Ejecutivo para la administración de la colonia, en las instrucciones que recibió se le encarecía: “La prudencia, tolerancia, moral y la más estricta justicia debe ser la norma de todos sus actos administrativos, para que la bandera nacional se despliegue airosa sobre su residencia y sea respetada y bendecida por todos”.

Asegurar la presencia de la bandera nacional en la Patagonia, tan codiciada por los extranjeros, no resultó fácil, como podrá comprobarlo el lector en las páginas que siguen. A fines de 1878 el comandante de la cañonera La República, Daniel de Solier, encontró en la isla Tova -zona norte del golfo San Jorge- una empresa dedicada a la faena de pingüinos y lobos, sin autorización del gobierno argentino, que operaba bajo bandera francesa. Solier le exigió que la arriara y que en tierra izara la bandera argentina, a lo que no opuso resistencia.

Algo similar ocurría en la isla Leones, situada más al este de la anterior. Intimado el encargado por el capitán de la cañonera Paraná, Augusto Lasserre, a suspender su actividad, lo hizo algún tiempo después. Al abandonar el lugar dejó izada la bandera francesa y la argentina arrollada al pie del asta. Así las encontró en 1883 el capitán de la goleta Santa Cruz, Francisco Villarino, quien ordenó arriar el pabellón francés e izar el argentino, rindiéndole los honores correspondientes. En otros lugares de las costas patagónicas ocurrieron hechos parecidos. Empresas de distintos países (Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Chile), enarbolando sus propias banderas, explotaban los recursos naturales como si fuesen de su propiedad.

El 21 de diciembre de 1880 la Falkland Island Association pretendió comprar al Gobierno Argentino la Península Valdés y “(160) Ciento sesenta leguas en las inmediaciones de la bahía de San Sebastián de Tierra del Fuego” para destinarlas a la colonización y cría de ganado. El pedido fue denegado; de haberse accedido, ciertamente allí no se habría enarbolado la bandera argentina.

Fragmento del libro “Patagonia azul y blanca”, de Clemente Dumrauf

 

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