miércoles, 26 de noviembre de 2025
Buques de la Armada arriban a Puerto Madryn

La relación de la Armada con el Golfo Nuevo, comienza en los finales del siglo diecinueve y bajo el impulso modernista que le dio Sarmiento durante su presidencia, conformándose lo que más adelante se llamó Flota de Mar.

Esto está corroborado por dieciocho tumbas en el cementerio de Puerto Madryn, por cierto en situación de abandono, pertenecientes a tripulantes de buques de la Flota, sepultados en distintas fechas desde 1890. Las tumbas se encuentran en un amplio sector del cementerio que oportunamente la Municipalidad le asignó a la Marina.

La presencia Naval en Golfo Nuevo, para sus periódicas ejercitaciones, obedece a dos razones simples: una es la distancia desde Puerto Belgrano, que implica sólo dos días de navegación y la otra, no menos importante, son las aguas del Golfo Nuevo que como un espejo cerrado permiten operar a los buques sin necesidad de tener en cuenta, mayormente, las condiciones meteorológicas.

A estas buenas circunstancias, entre las décadas 40 al 70, se le agregaba el contar con las instalaciones de la Base Aeronaval Secundaria Puerto Madryn, que permitía agregar el componente aéreo en los operativos que se efectuaban en el mar.

La cantidad de unidades que participaban fue siempre muy variable, alcanzando posiblemente su pico entre los años 56 y 60. En ese momento la Flota aproximadamente se componía de un portaviones, cinco cruceros, ocho torpederos, cuatro fragatas, dos avisos y uno o dos petroleros.

Eventualmente podían agregarse uno o dos submarinos que venían desde Mar del Plata.

Las dotaciones de estos buques implicaban 6.000 a 7.000 tripulantes. Cantidad que superaba a la población local.

Los buques principales, diariamente, cuando terminaban los ejercicios, fondeaban en la Rada frente a la ciudad distribuidos según un plan establecido. Algunos buques menores, eventualmente, amarraban en el Muelle del Ferrocarril (Muelle Viejo o PIEDRABUENA).

Barcos B.D.T. (barco desembarco de tropas) llegaban hasta la orilla abriendo sus compuertas para que descendieran las tropas y los medios de transporte (tanques, jeeps, camiones, etc)

Con frecuencia los fines de semana, se autorizaba que las tripulaciones bajaran a tierra, por tandas, que no superaban a un cuarto del total. Esto permitía, que si fuese necesario, los buques podían zarpar en cualquier momento. El traslado de los tripulantes desde los buques al Muelle y posterior retorno, se efectuaba con Remolcadores de Mar (hoy llamados Avisos), que permitían llevar a varios cientos de hombres en su cubierta en cada viaje. Estas visitas, en realidad eran breves. Servían para “estirar las piernas”, comprar algún artículo necesario, enviar cartas, tomar algo en algún bar de la ciudad, quizá participar en algún partido de fútbol previamente acordado y no mucho más. Concretamente se disfrutaba de un vaho de “civilidad” en una ciudad muy apreciada históricamente por la Armada.

También podía ocurrir que en fechas patrias u otros eventos especiales, algunos afortunados participaban en reuniones sociales que posibilitaban una mejor confraternización y que obviamente permitían establecer vínculos con familias locales que perdurarían en el tiempo.

Pero las visitas a Puerto Madryn eran breves y terminaban una madrugada cuando toda la Flota zarpaba y en formación ponía rumbo a Puerto Belgrano. Tres largos toques de sirena era el adiós hasta la próxima etapa.

El Personal de la Aviación Naval, hacía una vida diferente, una parte se alojaba en la propia Estación Aeronaval y otros lo hacían en hoteles de la ciudad, en particular en el Playa, donde oficiaba de anfitrión el legendario Ángel Margusino con su habitual gracia y simpatía ibérica.

Claro está, los pilotos y sus tripulaciones tenían más tiempo libre disponible en comparación con los buques y eso permitía integrarse más con la comunidad local. Al terminar los operativos, los aviones despegaban de regreso a la Base de Comandante Espora y no faltaba un vuelo rasante sobre la playa frente a la ciudad con un movimiento de alas como diciendo gracias y hasta pronto.

La Armada siempre tuvo otras actividades complementarias afines, como trabajos hidrográficos, oceanográficos, balizamiento, Transportes Navales, etc., en todos los casos era común permanecer largos períodos de tiempo en la zona del Golfo Nuevo.

Como ejemplo, durante el año 1958, por decisión del Gobierno Nacional, participó en el proyecto de instalación de una usina mareomotriz entre los golfos San José y Nuevo, con la participación de una empresa francesa, contratada al efecto.

Las tareas fueron complejas e incluyeron nuevos relevamientos hidrográficos de la Península Valdés y la costa sur del Golfo Nuevo, investigación oceanográfica en ambos golfos con medición de corrientes, estudios de fondos marinos, extracción de muestras y otro sinnúmero de tareas. En el mundo había sólo en Francia experiencia en este tipo de obra. La coordinación de las comisiones terrestres durante largos meses tuvo como base de operaciones al Hotel Playa y la parte oceanográfica la efectuó el Ara “Bahía Blanca”, que permaneció largos meses en la zona. Por supuesto todas las actividades no podían haberse realizado sin la colaboración siempre amplia de las Autoridades de Puerto Madryn. Talleres, proveedores de suministros de todo tipo y por supuesto todos los establecimientos rurales que estaban dentro de las zonas en estudio.

En fin, seria largo relatar la convivencia durante un siglo y medio entre el Personal de la Armada y toda la comunidad de Puerto Madryn. Hubo muchos buenos momentos y otros no tanto pero cuando un buque al entrar al Golfo Nuevo y avistar la costa del fondo, lo que los galeses llamaron Bahía Nueva, para sus tripulantes era casi un regreso a casa.

 

Por Luis G. Rodríguez Varela

Fuente: El Diario de Madryn, suplemento “Quiere que le cuente”, marzo 2004

 

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