lunes, 16 de junio de 2025
La tehuelche Teresa Maniqueque, esposa de Botello, peinando a su hija Milagros. Foto Ahida Bazán

Otro explorador que se refirió a Eduardo Botello fue el noruego Eilert Sundt, integrante de las comisiones para la delimitación fronteriza. Visitó Choiquenilahue en 1902:

“Habíamos, durante dos días, atravesado la gran meseta de Senguerr, luego a lo largo del arroyo Verde, que viene del lago Fontana, después a lo largo del río Senguerr bajando hasta Choiquenelahue desde donde el año anterior habíamos iniciado nuestro viaje de regreso a través de las altas sierras de Colhue- Huapi hacia el Lago Musters y la costa. Me alegró mucho ver de nuevo a mis amigos del año pasado, el comerciante Botello y el jefe indio Kankel, que estaba allí con su tribu. Después fuimos al noroeste otra vez a lo largo del Arroyo Apeleg, donde los indios nómades (nota: gente de la tribu de Sacamata) me dieron un par de hombres como baqueanos y cabalgamos directamente hacia el oeste, hasta que el agua nuevamente corría hacia el Pacífico.” (Sundt, 1906)

En 1905, el alemán Vallentin fue otro de los viajeros que conoció a Botello:

“Cruzamos el ancho río Apeleg, revuelto por la tormenta, alcanzando esta vez la otra orilla, sin accidentes.

Tras una hora estuvimos delante de la puerta de la casa, donde el dueño viniendo a mi encuentro, me invitó a pasar no sin antes con señas y gritos desde la distancia, exclamar su susto y extrañeza por nuestra presencia.

De nuestra ropa destilaba tanta agua, que a través de mis largas botas de equitación se formaban lagunas sobre el piso de tierra, transformándolo en barro.

No obstante ello, primeramente sorbimos varios mates muy calientes que nos calentaron el cuerpo. Recién entonces, tras que a nuestra humanidad hubiese entrado el calor, salimos de nuestras ropas sucias y mojadas y nos vestimos con ropa seca, la cual fue generosamente ofrecida por el dueño. No era de mi medida, me imagino lo curioso de mi presencia, pero daba calor. Y esto era al principio lo más importante. El dueño de esta estancia es un argentino de la provincia de Corrientes, llamado Botello, el poblador más antiguo en esta región del Genoa, Apeleg y el Senguer, que llevaba el nombre de Choiquenilahue, que quiere decir «el paso del avestruz».

El señor Botello está casado con una india de pura raza, de la tribu de los tehuelches. Su propiedad alcanza una extensión de cuatro leguas, y por ello las haciendas pueden ser muy bien criadas allí. En especial el rendimiento lechero de las vacas, es excepcional. El contenido graso de la leche es importante, y los preparados de manteca y queso pueden dar muy buenos resultados.

En toda la extensión el Sr. Botello mantiene más de 10.000 cabezas de hacienda, es decir entre vacunos y ovejas, claro está, tan solo durante el verano. Es decir, unos cinco meses.

En el invierno irrumpen las inundaciones en tal valle, y toda su superficie se parece entonces a un gran lago. Los animales son entonces llevados obligadamente arriba a las mesetas, a grandes superficies de pampas, donde encuentran suficiente alimento y encuentran en los arbustos bajos su refugio.

Pues aquí las tormentas tienen una extraordinaria fuerza. Por ello todo cultivo agrario era por esos tiempos imposible de llevar adelante.” (Vallentín, 1906)

Libro “La colonización del oeste de la Patagonia central”, de Alejandro Aguado

 

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