La ocupación de las tierras cordilleranas del noroeste de Chubut, con posterioridad a las campañas militares de 1.880-1.885, se ajustó, por una parte, a las regulaciones que el Estado Argentino estableció a través de distintos instrumentos legales, tales como la Ley de Premios Militares y la Ley del Hogar, y por otra a un proceso de ocupación espontáneo por el cual hombres solos o familias de distinto origen se instalaban en espacios desocupados que consideraban aptos para iniciar una explotación agrícola ganadera que, en la mayoría de los casos, era la base de subsistencia de la familia. El Valle de Corcovado no escapa de esas características.
En 1.894, los expedicionarios chilenos encontraron, al menos, dos casas y algunas siembras próximas a la confluencia de Huemul con el Río Corcovado, y lo relacionaron con una expansión hacia el sur de la colonización galesa. Ésta se había iniciado con la entrega de 50 lotes de una legua cada uno que el gobierno había hecho a las familias, galesas luego de la expedición de Fontana y a solicitud de éste, en el Valle 16 de Octubre. Allí los colonos comenzaron a instalarse hacia 1.888 y 1.890. Los lotes más sureños de la colonia estaban ubicados en la zona de Valle Frio del Río Huemul, inmediatamente al norte de Corcovado y camino natural para vincularlo con el centro de la colonización, en cercanías de la actual localidad de Trevelin.
En el intento por seguir avanzando territorialmente, algunos colonos “en 1.893 se armaron de coraje y salen a recorrer llegando hasta el actual Valle Frío y Laguna de Theobald” (reseña histórica de la Municipalidad de Corcovado en su 93 aniversario) y de allí a Corcovado. Se menciona entre quienes iniciaron este avance a miembros de la familia Underwood, Griffiths y Evans.
A principios del siglo pasado a los pobladores de Corcovado los bautizaron como locos, chiflados y con sentido del buen humor, históricamente, se lo conocía como lugar de los locos, después pueblo de los chiflados para llamarse definitivamente, como hoy se lo llama, Pueblo de Corcovado.
Según Viviana Ruth Jones: “a Corcovado se lo llamaba el pueblo de los chiflados o de los locos porque era increíble que alguien pudiera vivir en un lugar así, y a lo largo del tiempo se lo llamó Corcovado por sus curvas”.
Al respecto dice Irma Steinkamp: “antes al pueblo de Corcovado se lo llamaba el pueblo de los chiflados debido a las bromas pesadas que se hacían entre ellos, pero que seguían siendo amigos”.
La versión de José Arratía es diferente: “cuentan que el señor Roberto Day apodó a Corcovado ‘Valle de los Chiflados’ porque un maestro que vivía en la escuela le gustaba hacer muchas fiestas y reuniones y cada vez que él venía al pueblo se encontraba con alguna fiesta”.
Texto del libro “Corcovado – Historia y Recuerdos”